Cuenta regresiva.

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Diez años antes.

—Ah, ya llegó la bola de grasa. ¿cómo es que sigue caminando?

¿Cómo es que su madre no hace nada?

—¿Ser gordo es contagioso? Sólo para estar seguros; por favor, aléjate de mí, Jungkook.

Ella está enferma, oí que es esquizofrénica.

—No deberías comer tanto, de hecho, no deberías comer del todo. Con tanta grasa no creo que necesites hacerlo.

No, no. Ella tiene bipolaridad. Su esposo ya no la soporta.

—¿Siquiera cabes en el pupitre?

Pues, lo que sea. El punto es que ya está sacada de quicio.

Pobre niño, además de tener una madre loca, llegará el día en que entre rodando por los pasillos.

—¡Todo el mundo, cuidado con sus almuerzos! ¡Ha llegado el Chico Bollo!

Aquellos eran, simplemente, los típicos comentarios que Jungkook y su madre recibían cada mañana al entrar a la primaria, donde el niño recibía clases. El pequeño Jeon sufría de sobrepeso desde que tenía tres años, y sus compañeros se habían encargado de hacerle la vida imposible desde entonces.

Al principio, su gordura fue tomada a modo de broma. Las personas decían que se veía muy tierno y adorable, tan solo un chiquillo rechoncho y risueño; ese era Jungkook. Las señoras de su calle adoraban apretarle las mejillas y regalarle dulces.

Ellas veían la enfermedad de Jungkook como algo entretenido.

Porque sí, el chico estaba enfermo. Por alguna razón, su metabolismo nunca había funcionado como el de los demás niños, permitiéndole ganar peso sin esfuerzo y, además, impidiéndole crecer adecuadamente. Por lo que, encima de estar gordo, Jungkook era considerablemente más bajo que el resto de sus compañeros de clase.

Parecía la tormenta perfecta, una que se desató sobre el débil corazón del hijo único de la familia Jeon al momento en el que las burlas hacia su persona se presentaron.

Jungkook, en ese enconces con a penas siete años de edad era, evidentemente, un niño bastante solitario. Nadie quería ser amigo del obeso del salón y, por otro lado, todos parecían tener algo que decir con respecto a su condición. Así que, el chico no tuvo más remedio que aislarse con el objetivo de resguardar la poca fuerza que le quedaba luego de todos esos años de maltrato. Lo que no sabía era que, al alejarse de su realidad -lo cual acostumbraba bastante mediante videojuegos y ese tipo de actividades- estaba dejando paso a que otro tipo de cosas le afectaran más internamente.

No es saludable para ningún niño estar solo y, mucho menos, el nivel de soledad al que Jungkook estaba expuesto.

Tres años antes.


Con el paso del tiempo, la mente y el cuerpo del, ahora joven, chico se fueron deteriorando cada vez más hasta caer en un punto de quiebre. Ahora Jungkook se encontraba en el hospital, siendo atendido por un paro cardíaco, ocasionado por su estado avanzado de anorexia nerviosa y, aún así, él seguía sólo.

Ni siquiera su madre estaba ahí para acompañarlo esta vez.

Jeon Seungmin, la madre de Jungkook, se encontraba internada hacía tres meses en un hospital psiquiátrico ubicado a las afueras de Busan, debido a que había comenzado a negarse a tomar su medicamento. Fue llevada allí a voluntad de su esposo, Jeon Jaekuk, y había intentado escaparse ya dos veces, ambas sin éxito. Su comportamiento sin la medicación había ido de mal en peor y la decición para Jaekuk estaba entre internarla o irse de una vez por todas, pero el padre de familia tenía un par de miles de razones para quedarse en casa -incluso si eso significaba tener que soportar la enfermedad de su esposa y a su molesto hijo único de ahora 14 años-: dinero.

Repárame. [TAEKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora