"Ｆｌｏｒｅｎｃｉａ" [La Casa de Papel]

C U A T R O🥀

-20 Horas de Atraco-

Rueda en el segundo piso de aquella litera. 

Juega con sus manos y tararea una canción.

Nunca se aplicó mejor la frase "de que el tiempo es dinero"

En cada hora se imprimía unos ocho millones de euros, ya que en mil cuatrocientas planchas de papel moneda, se cortaban ciento cuarenta mil billetes de cincuenta euros, era genial.

Sin duda lo era.

Todos estaban tan plácidos a esas horas antes de amanecer, que parecía que no hubiese estado pasando el mayor atraco de todo el mundo.

Bueno no todos estaban plácidos.

Florencia jugaba con sus manos mientras un sentimiento de amargura recorría su cuerpo en ese preciso momento.

Pero todo rastro se esfuma cuando escucha el sonido de la puerta y las luces prendiéndose.

Fue cuando asoma su cuerpo desde el segundo piso de aquella litera viendo al hombre con una bolsa de cartón en sus manos.

—Te he traído el desayuno Florencia.— dice el hombre viéndola con una pequeña sonrisa y terminando aquella oración con un bostezo.

—Gracias... —dice ella mientras baja con dificultades de aquella litera— ¿No pensaste en mejor comprar una cama matrimonial que una litera? pregunto, ya los años me pasan factura.

El hombre ríe y soba sus ojos con cansancio. 

Pero justo antes de que agarre la silla para sentarse, es interrumpido por la mano de Florencia.

—¿Qué crees que haces? —pregunta ella posando su mano sobre la de él— no, no, claro que no, vete a dormir un poco, yo me encargo.

—Gracias... —dice él levemente sacando su mano con un poco de vergüenza— te traje leche de almendras, como te gusta.

—¿De verdad? —le dice ella con una sonrisa— es espectacular que no te olvides de mis gustos.

—Si era lo único que había en la nevera cuando vivíamos juntos —responde él desabrochando su camisa— ¿O no?

—Soy fan de la leche de almendras —responde ella inmediatamente viendo hacia otro lado— venga a dormir que de ahí no produces —ríe— ¿nunca dejarás de usar esos pijamas escogidos por tu abuela?  

Él niega con una sonrisa y se acuesta en aquella litera.

Definitivamente controlar la radio de la policía, junto a dieciocho cámaras, no se podía hacer con un cansancio notorio.

Florencia no era la indicada, ya que aquella madrugada en quel lapso de tres o cuatro horas, pudo pegar el ojo solo una.

Las demás se lo dedicó rodando en aquel colchón y jugando con sus manos.

Pero el bocadillo de pollo vegetal acompañado de la leche de almendras alzó completamente sus ánimos.

Porque si alguien quería joderlos, ella junto a ese sistema, se daría cuenta con la suficiente antelación para avisar a los que se encontraban allí dentro.

Con tan solo veinte horas de estar dentro de la fábrica, las rotativas ya habían escupido cincuenta y dos millones de euros.

Y escupirían más, definitivamente que escupirían más.

Solo que aquello dependería de lo que se pudiese aguantar, tanto dentro de la fábrica y fuera de ella misma.

Y aguantarían.