Capítulo 1

1.9K 112 10
                                    

La vida de Tom era una vida corriente, a sus 20 años vivía independizado, con su perro. Algún día quedaba con amigos, otros días iba su madre a verle, en fin, nada fuera de lo común.

Aquella noche, se encontraba solo en el sofá de su casa, viendo un partido de fútbol en la tele, algo que le gustaba hacer. Estaba tan sumido en las imágenes de la pantalla que ni siquiera le importaba estar viéndolo solo. Toda su atención recaía en el juego.

El perro en cambio, observaba como su amo aplaudía y vitoreaba como si fuera un jugador más del equipo ganador. El animal incluso levantaba la cabecita cada vez que Tom se ponía de pie, pensando que su dueño por fin lo sacaría de paseo, pero esto no ocurría, ya que el joven se volvía a sentar cuando esos arranques de emoción terminaban. Por suerte no se le había ocurrido hacer palomitas, porque si no, el suelo estaría lleno de ellas. Tom no era una persona precisamente tranquila cuando se trataba de fútbol.

Suspiró y apagó la tele en cuanto el partido terminó. Se sentía satisfecho ya que había ganado su equipo favorito. Tras un par de segundos miró la hora y finalmente a su mascota. Se levantó del sofá y el perro del suelo, sabiendo de algún modo que su dueño por fin lo iba a sacar a pasear. El muchacho le puso la correa al animal y dejó una caricia sobre su cabeza antes de salir de casa.

-Venga, vamos, grandullón.

El suelo de la calle estaba húmedo, había llovido, y lo que quedaba de agua hacía que las luces de la calle se reflejaran sobre el asfalto. Tampoco había mucha gente, teniendo en cuenta que ya era de noche y que Tom vivía lejos del centro de la ciudad. Le gustaba la zona, la única desventaja era que no había muchos sitios para divertirse por allí.

Caminaron durante un rato. El perro ya había hecho sus necesidades, pero el paseo no se limitaba a eso. En una zona más abierta y sin gente, Tom le quitó la correa. Acto seguido el chico cogió un palo del suelo y el animal lo miró con atención, dirigiendo las orejas al frente y moviendo la cola alegremente de un lado a otro, para luego salir corriendo detrás del trozo de madera cuando su dueño lo lanzó.

En ese momento Tom tenía la mente en blanco, no estaba pensando en nada, y asi era su vida, no tenía preocupaciones.

Lanzó el palo unas cuantas veces más y cuando decidió que su mascota ya había jugado lo suficiente, lo volvió a atar con la correa y se dirigió hacia casa.

A medida que se fue acercando, pudo escuchar un burbujeo en el agua de su piscina. ¿Algún mapache? ¿Un gato torpe, quizás? Le resultó extraño. No es algo que le pasara todos los días. Tenía que ser un gato muy grande para hacer tal ruido, o uno juguetón al que le encantara saltar al agua, y eso sonaba muy improbable.

Abrió la valla que delimitaba su casa y desató a su perro. Este corrió a la parte trasera y Tom, lo siguió con actitud despreocupada.

Eso cambió en cuanto vio lo que realmente estaba causando el chapoteo. Nada más ver a la figura humana que estaba saliendo a la superficie se quedó de piedra, sobre todo por las extrañas burbujas que había dentro del agua, como si estuviera hirviendo.

Frunció el ceño terminando de acercarse, esta vez sus pasos eran firmes. Le parecía increíble que ahora los chiquillos se colaran en su casa para aprovecharse de su piscina, y como es de esperar, aquello le molestaba.

El desconocido llegó hasta uno de los laterales de la piscina y se apoyó ahí con los brazos, tosiendo. Poco a poco, y con torpeza, salió del agua, pero ni siquiera se levantó, sólo se quedó ahí tirado en el césped artificial. El perro se acercó a él, y le olfateó manteniendo la distancia.

Sin embargo, Tom no entendía nada. La situación no le encajaba, eran como piezas de distintos puzles. ¿Por qué el muchacho no se había ido corriendo? Parecía estar débil, pero a la vez agitado. ¿Tan torpe era que casi se ahoga?

Todo eso le llevó a pensar que el intruso no había acabado en su piscina por voluntad propia, o por diversión.

-¿Qué cojones...? Vas a explicarme esto ahora mismo.- soltó el de trenzas con un tono de superioridad, acercándose a él para tomarle de la muñeca con un agarre no muy delicado. Su intención era levantarlo del suelo, pero tuvo que apartar la mano de inmediato, ya que ante el contacto sintió una fuerte y molesta descarga eléctrica bajar por su columna vertebral y extenderse por todo su cuerpo.

Tom lo soltó y se alejó horrorizado y sorprendido por esa sensación. ¿Qué estaba pasando? Por el contrario, el joven, permaneció inmóvil, en la misma postura, con la mirada clavada en el suelo, parecía querer recuperar el aliento. Respiraba con cierta dificultad.

-Mira, no sé qué coño está pasando, pero o me explicas quién eres y qué haces en mi puto jardín o llamo a la policía- amenazó Tom. No entender la situación le ponía de los nervios y no era de extrañar.

-Soy Bill... - habló el chico de pelo largo con una voz algo entrecortada. Este levantó la mirada.

Esa actitud fue más que suficiente para confirmar a Tom que ese tal Bill no era un gamberro o alguien que se colara en su casa por mera diversión. Además, parecía estar asustado e igual o incluso más confuso que el propio Tom.

En ese momento el de trenzas se ablandó. Soltó un suspiro mirando con cierta lástima a su contrario.

-¿Te encuentras bien? ¿Qué haces aquí?- era obvio que no se encontraba bien y que algo raro estaba pasando.

Hey You - TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora