Capítulo 8

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No me estaba gustando cómo se estaba poniendo Bill, esa forma de contestarme tan irritado. A medida que la conversación fue avanzando, me di cuenta de que él estaba perdiendo los estribos, no estaba controlándose y en cierta parte me daba miedo lo que pudiera llegar a hacer. No sabía de qué era capaz una criatura como él estando enfadado.

A pesar de eso, supe que no tenía que dejarme intimidar por él, no podía cohibirme ni mostrarme inferior. Era él quien estaba en MI casa, y gracias a mí estaba bien, sano y salvo. Parecía que todo eso se le había olvidado de un momento a otro, y recordárselo sólo le hacía enfadar más al parecer. Y desde luego, yo no me merecía esto. Desde un principio pude haberle dejado buscarse la vida él solito. Pude haber hecho de él un regalo para la ciencia para que experimentasen con él. Y no fue así. Por una vez hice algo bien y le ayudé. Jodía que Bill no fuera capaz de verlo. Dudaba que las palabras sirvieran con él. No escuchaba, actuaba como un animal salvaje, llevado por sus propios instintos e impulsos.

Ese lado de Bill no me estaba gustando en absoluto, y como vi que las palabras eran inservibles, decidí actuar. Quizás así se callaría y dejaría de actuar como un idiota.

Sinceramente en un principio me arrepentí de lo que hice, pero me alegré al ver que al estamparle y acorralarle contra la pared, sus ojos volvieron a la normalidad, indicándome que se le habían bajado los humos y que ese Bill endemoniado y salvaje había dado paso al Bill que conocía y al Bill que quería tener.

Nos quedamos varios segundos en silencio mirándonos directamente a los ojos, yo con una expresión seria y dura, él con una expresión más débil e incluso con un deje de tristeza y arrepentimiento.

-¿Ya te calmas?- hablé firme y un tanto dominante, pues no iba a dejarme intimidar. Tenía que imponerme.

-Sí... Lo siento...

Me quedé de nuevo mirando sus ojos, cosa que me permitió distinguir nerviosismo en su mirada, la cual bajó avergonzado. Decidí apartarme de él y darle su espacio.

-Necesito tiempo a solas.- añadió. Y dicho eso se marchó cabizbajo del garaje, dejándome solo con mis pensamientos. No sabía de dónde había sacado el valor de plantarle cara. Había sido como calmar a una bestia enfurecida y salvaje, y aún así lo había logrado.

Decidí dejarle un rato en paz, y que todo esto se le fuera pasando poco a poco. A decir verdad yo también necesitaba un respiro, una distracción. Volví al salón y al ver que este se encontraba vacío, a excepción de Capper, supuse que Bill estaría en su habitación.

Me acosté un rato en el sofá para ver la tele. Las horas pasaron y Bill no había salido de su habitación. Como ya iba a ser la hora de cenar, llamé a una pizzeria y pedí un par de pizzas, sería buena idea que Bill lo probara. También tenía pensado que sería una buena forma de "hacer las paces" con él.

Esperaba que él saliera de su habitación o diera señales de vida antes de que llegara la pizza, pero no fue así. El repartido llegó y le pagué, dejé la comida en la mesa del salón y fui a ver a Bill. Llamé a la puerta y no obtuve respuesta, cosa que me preocupó. No tenía mucho sentido que me preocupara, ya que perfectamente podría estar dormido o en ese estado raro de comunicación mental.

Finalmente puse la mano en el picaporte y lo bajé. Abrí la puerta poco a poco y lo que me encontré me dejó más tranquilo. Bill estaba hecho bolita sobre la cama, durmiendo plácidamente. Al ver su rostro tan sereno sonreí. Su respiración era pausada y esa imagen tan tierna me transmitió pura calma. Me acerqué a la cama y me agaché de cuclillas frente a él. Mi sonrisa no tardó en desaparecer.

Tenía cara de haber llorado, la nariz y las mejillas un poco coloradas y los ojos ligeramente hinchados. Ahora que me fijaba bien y de cerca, su expresión era un tanto triste, y verlo así me partió el alma.

Fui a por las cajas de pizza y un par de cervezas. Llevé todo a su habitación. Capper me siguió.

Dejé las pizzas apoyadas a un lado de la cama y después volví al lugar de antes, agachado frente al rostro de Bill. Sacudí su hombro sutilmente, no quería ser brusco.

-Hey, Bill... Despierta, venga dormilón... -hablé en un tono suave.

Sus somnolientos ojos se abrieron poco a poco y fijó sus pupilas en mí. Me miró un par de segundos y luego se removió en la cama, estirándose para quitarse el sueño de encima. Frotó sus ojos mientras se sentaba y yo me reí al ver su cabello todo despeinado, por lo que decidí revolvérselo aún más. Tuve suerte de que al estar aún un poco atontado por el sueño, no dijo nada ni se quejó. Era adorable. No había otra palabra para describirlo. Esa carita de dormir, con el pelo revuelto me encantaba.

-¿Cómo has dormido, pequeño?

-Bien, lo necesitaba.- respondió bostezando.

-Te traje algo.- sus ojos se abrieron curiosos, su reacción me hizo sonreír. Me senté en la cama junto a él y le miré. -Y estoy seguro de que te va a gustar.

-¿Qué es?

-Pizza.- alcancé una de las cajas y la abrí, mostrándole así el contenido de esta. Sus ojos se abrieron como platos y vi que miraba la comida embobado, con los labios entreabiertos.- Huele bien, ¿eh?

Apoyé la caja en mi regazo, aprovechando que me encontrada sentado con las piernas cruzadas a lo indio. Saqué una de las porciones y decidí acercársela para que la mordiera.

Él sin dudar lo hizo. Masticó una sola vez y luego me miró sorprendido.

-Lo sé, está delicioso, pequeño.- sonreí ampliamente y orgulloso por lo bien que había elegido la cena. Me encantaba verle disfrutar.

No tardó el coger él mismo el trozo que yo sostenía y lo empezó a comer.

-Eso no es lo único que tienes que probar.- sus ojos me miraron curiosos. Le acerqué un botellín de cerveza y yo me quedé con el otro. Le di un sorbo y esperé a que él lo hiciera. Tras mirarme hizo lo mismo que yo y dio un trago a la bebida, haciendo una mueca al tragar, lo cual me hizo soltar una carcajada.

-Me gusta pero...

-¿Pero está fuerte?- reí de nuevo. -Te acostumbrarás.

Seguimos cenando hablando de alguna que otra cosa, aunque yo no dejaba de pensar en lo de antes. Me preocupaba su estado. No el enfado, el enfado para mí era lo de menos. Lo que realmente me preocupaba era lo que pasó después del enfado. Sí, yo he estado ayudando en lo que he podido a Bill, considero que le estoy dando un buen recibimiento en esta realidad, pero eso no es suficiente para él. Por muy bien que estuviera aquí, tenía que volver. Este no era su lugar y él lo estaba pasando mal, cosa que no era de extrañar. Poco a poco se le iban todas las esperanzas de poder volver a su hogar y me dolía ver eso. No podía dejarle rendirse.

-Bill... Quiero preguntarte algo, y necesito que seas sincero.

Hey You - TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora