Capítulo 11

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Finalmente llegamos a casa. Tom era agradable y no me hacía sentir para nada incómodo, todo lo contrario: estaba muy a gusto aquí con él.

La cosa era que tenía que volver, este no era mi lugar. Estaba bien como un pequeño viaje, pero no como para quedarme aquí para siempre.

Volvimos a su garaje. Una vez allí medité un breve instante sobre cómo empezar. No tenía mucha fe en mí mismo, iba a ser difícil que yo lograra crear una brecha entre las realidades sin tener ni idea.

-Bien. Um... ¿Cómo empezamos?- Tom miró lo trastos que había.

-La máquina era como un portal. Supongo que debería construir algo parecido primero, pero...- solté un suspiro.- No sé cómo.

Tom se puso a buscar algunas cosas hasta que sacó unas piezas metálicas, además de alguna vara de lo que parecía ser hierro.

-Qué razón tienen las madres siempre... Cuando me mudé se empeñó en que me trajera estas cosas y las herramientas de la antigua casa. Mira por donde al final sí que van a ser útiles... -mencionó Tom mirando las cosas.

Yo me senté en el suelo con las piernas cruzadas y él dejó las piezas frente a mí. Me acercó también otras herramientas, la mayoría desconocidas para mí, en mi dimensión no hacían mucha falta este tipo de cosas para un ciudadano normal y corriente. Había gente especializada en ello.

-Y... ¿Cómo se usan?

-Si hay algo que he aprendido muy bien es que siempre hay que usar protección.

Tom se dio la vuelta y caminó hasta una de las estanterías. Yo fruncí el ceño confuso. Al cabo de unos segundos se giró hacia mí, tenía unas gafas en las manos y unos guantes.

Se puso a mis espaldas y se agachó un poco para poder ponerme las gafas, de mala manera y sin ciudado, cosa que me hizo gruñir ya que no quería que me despeinara. De mala gana me coloqué las gafas y para cuando ya las tenía en su sitio, Tom se agachó delante de mí. Tomó una de mis manos y él mismo me puso el guante. Repitió la acción con mi otra mano. Acto seguido se levantó y mis ojos le siguieron para poder ver cómo sonreía feliz y orgulloso de sí mismo por haber encontrado el equipo de protección.

-¿Esto es necesario?- alcé una ceja poco convencido.

-Te acabo de decir que siempre lo es. Ahora sólo tenemos que saber qué hacer. Nunca he usado estas cosas. - se encogió de hombros al decir eso último.

-Voy a hablar con mis amigos, necesito que me guíen...- suspiré y antes de que Tom pudiera darme una respuesta puse mis ojos en blanco entrando en el estado de telepatía.

Me costó varios segundos que uno de los dos contactara conmigo. Era Georg.

-¡Billy! ¿Cómo te va? ¿Todo bien?

-Estoy bien pero no tengo ni idea de cómo se hace una máquina.- solté directo. Escuché una pequeña risa por su parte.

-Es fácil, sólo necesitas paciencia.- me tranquilizó, o por lo menos, esa era su intención.

-Ni siquiera sé cómo se usan las herramientas que hay aquí... Tengo varias piezas metálicas. ¿Qué hago con ellas?

-Unirlas.

-¿En serio? ¡No se me había ocurrido! Gracias Georg, acabas de salvarme la vida.- respondí con obvio sarcasmo.

-No sé qué tipo de herramientas tienen Bill, tú eres el que está allí. Fuego de fundir para unir piezas... Algo que corte si tienes una plancha de metal grande... Con eso consigues la forma de puerta rápido.

-¿Nada más?- pregunté desesperado, necesitaba una solución más realista que estuviera a mi alcance.

-¿No tienes ninguna de esas dos cosas?

-Los humanos son muy raros, yo no sé para que sirve lo que tengo y tampoco sé cómo se usa...

-¿Y Tom? Él debería explicártelo.

-Tampoco lo sabe. Nunca ha usado nada de esto...

-Vaya par de inútiles... Sois tal para cual.- ¿en serio, Georg? ¿En serio?

-Georg.- le regañé.

-¿Qué?- dijo como si nada.

-En fin, gracias por la ayuda...

Salí del estado de comunicación volviendo a aquel garaje en el que me encontraba. Seguramente le había dado a entender a mi amigo que estaba enfadado por ese comentario, pero en realidad no, más bien me estaba desanimando de nuevo. Iba a ser imposible.

Tom mantenía su mirada sobre mí y pareció notar mi tristeza. Se sentó junto a mí rodeándome con uno de sus brazos. Pareció saber que Georg no me había dado muchas soluciones a mi problema. De alguna forma el humano leyó mi pensamiento.

-Lo conseguiremos. ¿Hm?- me acercó un poco a su cuerpo. -Venga, anima esa cara. No creo que estar conmigo sea tan malo. -me miró y me dedicó una sonrisa cálida.

Yo esbocé una débil, devolviéndole la mirada. Su brazo aún me rodeada y con su mano acariciaba el mío suavemente, en un gesto reconfortante.

Tanto sus ojos como sus labios curvados en una sonrisa me transmitían calma. Me daba miedo admitir que incluso me daban ganas de quedarme aquí con él, en su realidad.

Era una locura.

El paso de una dimensión a otra me estaba afectando.

Tom y yo seguimos mirándonos. Estábamos en silencio. Ninguno de los dos hablaba, pero no hacía falta, el silencio no era incómodo. Ambos parecíamos estar perdidos en nuestro propio mundo.

Nuestros rostros se estaban acercando, su mirada bajó y antes de que pudiera saber a donde me estaba mirando, se separó de golpe. Más bien ambos nos separamos el uno del otro al escuchar el timbre.

A pesar del pequeño susto que nos habíamos llevado, su brazo seguía rodeándome, pero pronto dejó de hacerlo.

Tom parecía no saber quién estaba llamando. Se levantó con pesadez.

-Espérame aquí, voy a ver quién es, en seguida vuelvo.- y dicho eso le seguí con la mirada hasta que desapareció, dejándome sólo y totalmente confuso por lo que acababa de pasar. Me quedé como tonto mirando el camino por el que se había ido.

Si el timbre no hubiera llegado a sonar...

Sí.

Definitivamente sí.

Me estaba volviendo loco.

Y quería convencerme a mí mismo de que era sólo en un sentido.

Hey You - TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora