Capítulo 10

556 52 12
                                    

Había sido una muy agradable noche con Bill. A mi parecer nos llevábamos cada vez mejor, y a eso contribuyó la pequeña charla que tuve con él a cerca de nuestras diferencias. Me hizo ver que en realidad no había tantas, que cada cosa que yo "veía" distinta en él, era una simple invención mía. Me hizo entender que esas diferencias que yo creía ver, en realidad eran transparentes, invisibles, inexistentes. Gracias a eso me di cuenta de la gran barrera que mi forma de pensar imponía entre ambos. Un muro. Un muro separando dos especies. Si yo hubiera mantenido ese pensamiento, las cosas se hubieran tornado complicadas entre ambos, porque nunca le hubiera tratado como un igual.

Me di cuenta de mi gran error y me apenó haberle visto siempre tan distinto de mí. Bill me hizo recordar una de las primeras conversaciones que tuvimos en nuestra primera toma de contacto. Por aquel entonces trató de convencerme de que éramos iguales, pero no pude creerle. Mi miedo y mi confusión pensaban por mí.

Ahora, me estaba dando cuenta de que él desde un principio intentó acercarse a mí. Él nunca quiso ser un bicho raro, nunca quiso sentirse diferente. Sólo quería que yo lo tratara normal, como una persona y no como un ser extraño.

Por un momento me sentí fatal conmigo mismo, por haberle hecho sentirse así cuando no lo merecía. No quise mostrar esa tristeza, aunque no duró mucho ya que Bill en seguida cambió de tema.

El resto de la noche fue agradable. Charlamos un rato más, aunque no mucho la verdad. Llevaba ya un rato intentando aguantar despierto hasta que a Bill le diera sueño, cosa que tardó más en suceder porque él había dormido un poco por la tarde.

Yo cerré los ojos sin poder evitarlo. Mi intención era seguir escuchando sus palabras mientras descansaba la vista, pero no tardé en quedarme dormido.

Al cabo de unas horas me desperté por la luz que entraba en la habitación.

Justo en el momento en que vi a Bill dormido junto a mí sonreí. Ese rostro tan tranquilo me hacía sentir relajado. Sin embargo, no tardó en despertarse también y al verme delante de él sonrió.

-Buenos días Tom. -bostezó.

-Hey. Espero que tengas energías para hoy.- saludé mientras nos levantabamos de la cama.

-Bueno, si me dejaras quedarme en tu cama no me quejaría... Pero tengo algo pendiente que hacer.- hizo una mueca.

-Tenemos.- le corregí. Quería hacerle saber que no estaba solo en esto y que yo iba a hacer todo lo posible por ayudarle. Me caía bien.

Él me respondió con una sonrisa de agradecimiento.

Ya una vez en el pasillo escuché una sugerencia por parte de Bill.

-¡Tengo una idea! ¿Qué tal si tú... Preparas algo rico de comer y yo mientras saco a pasear a Cap?- me sonrió con inocencia y pestañeó varias veces, como si eso me fuera a convencer.

Negué riendo.

-No. Lo haremos juntos.

-Aw, venga... ¿No te fías de mí?- hizo un puchero y me miró con súplica.

-Deja de hacer esas cosas, no me das pena, me das ternura.- solté y él inmediatamente cambió su expresión a una de confusión. Al parecer no esperaba causar eso en mí. Qué tonto...

-¿Qué te pasa? Sí, acabo de llamarte adorable y si sigues poniendo caras lo seguiré haciendo, Bill.- le advertí. Sus reacciones eran de lo más graciosas.- Venga, no te quedes ahí parado como una estatua y vamos a desayunar.

Está vez opté por preparar unos cereales con leche. No había mucho misterio en la preparación, era algo bastante simple pero igualmente pensé que a Bill le gustaría. Además, ahora que estaba aquí tenía que probar cosas nuevas. Mientras, me encargué de dejarle la comida a mi mascota y de cambiarle el agua.

-Esto... ¿Qué se supone que es?- alzó una ceja levantando la cuchara en el aire y mirando de cerca los cereales. Fue volteando la cuchara poco a poco haciendo que la leche cayera en el cuenco. Sus ojos analizaban la leche. Poco más y saldrían rayos láser.

-No muerde.- le animé a probarlo.

Él me miró y volvió la vista al desayuno de la misma forma.

-Son cereales, dramático. Se come y se traga, como todo.

Llevé la cuchara a mi boca y empecé a masticar. Para cuando me di cuenta Bill tenía la lengua fuera y con la punta de la lengua toqueteaba la leche y algún que otro cereal que había en la cuchara. Sus ojos repararon en mí. Fue entonces cuando rectificó y abrió la boca, llevando el utensilio al interior de esta.

Yo me estaba muriendo por no reírme a carcajadas en su cara y a decir verdad no tengo ni idea de como conseguí aguantarme la risa.

Puso cara rara en cuanto los cereales crujieron dentro de su boca, pero su rostro en seguida se relajó.

-¿Ves? Si está rico, creo que eres tú el que tiene que fiarse un poco más de mí.

Sólo obtuve una mirada como respuesta por su parte y un pequeño y casi imperceptible asentimiento con la cabeza. Le costaba darme la razón.

Ambos seguimos comiendo hasta que acabamos el desayuno. Después llamé a Capper y le puse la correa. Bill me insistió para que le dejara llevar al perro. Dudé, pero al final opté por dejarle hacerlo. Cap era un perro que no tiraba de la correa, estaba bien educado. Nada podía salir mal si dejaba que Bill lo paseara... Bajo mi supervisión, claro.

-Y... Tom, ¿Cómo es que estás tan sólo? No te lo tomes a malas... Sólo tengo curiosidad.- preguntó Bill ya una vez nos encontrábamos en el parque. Capper correteaba libremente.

-Quiero decir... Por lo poco que he visto, los humanos soléis estar acompañados, pero a ti no te he visto con nadie. ¿Es porque estoy yo aquí?- se corrigió. Pude notar que se sentía algo culpable, quizás por el hecho de que estando él aquí yo no podía quedar con un amigo y decirle: "Hey mira, es un ser de otra realidad, a que mola, ¿eh?"

En el fondo no me quejaba, estaba bien tal y como estaba. Me gustaba la compañía de Bill, y aunque últimamente era más bien un lobo solitario, me di cuenta de que poco a poco estaba renunciando a mi antiguo yo, a ese pasado de ligoteos a todas horas, a ese Tom mujeriego.

El problema era que eso ya no me hacía falta.

¿Era un problema? Sí, para mí sí. Cualquiera que me conociera desde hace años pensaría que estaba enfermo o que me pasaba algo, pero en realidad estaba mejor que nunca.

-Oh, claro, que tú no cuentas...- mencioné con obvio sarcasmo. -Tengo amigos, sí, pero últimamente no los he visto mucho. Tampoco me siento solo. Tengo buena compañía.- le miré, haciéndole saber que me refería a él. Y también a mi perro pero eso era obvio.

-Entonces... ¿Estás bien?

-Bill, ¿qué cojones? ¿A qué viene esto? Claro que estoy bien.- fruncí el ceño extrañado. Su voz sonó tan suave que llegó a mostrar preocupación. Yo sin embargo no entendía a que se debía.

-¿Recuerdas la leyenda que te conté?

-Sí, las cosas esas raras en las que tú crees. ¿Por qué?

-Dicen que nunca conocemos lo que es estar bien hasta que hemos encontrado a nuestra mitad.

-¿Estás insinuando que ya he encontrado a mi mitad o que en realidad no estoy bien? -pregunté extrañado. Él a diferencia de mí se mostraba calmado y tranquilo.

Se encogió de hombros.

-No lo sé, supongo que el tiempo lo dirá.

Hubo unos segundos de silencio entre ambos hasta que la suave risa de Bill se dejó oír.

-Te he dejado pensativo, ¿eh?

-Pues sí, un poco sí.- sonreí de lado y fui poniéndole la correa a Cap. Era hora de irnos a casa.

Hey You - TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora