19 - El intercambio

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Al día siguiente, inmediatamente después de que las clases terminaran, Bakugō abandonó la academia como era habitual en él desde hacía casi dos semanas. A diferencia de los otros días, esta vez no había cocinado ningún tipo de comida y tampoco llevaba consigo las llaves de la casa de los Kirishima. Sus pasos determinados lo llevaban de camino hacia la cueva Iwaba sin tan siquiera darle la oportunidad de mirar una fracción de segundo hacia atrás. Ya había tomado su decisión y en aquellos momentos, su voluntad era inquebrantable.

Tiempo más tarde, se encontraba frente a la imponente caverna que tanto había visitado y odiado por igual desde hacía varios días. Aquel indicado lugar en el que la persona que más amaba y la fuente de todo su dolor se encontraban reunidas formando una sinergia confusa y aterradora.

Se adentró en ella por última vez, mientas se despedía de esa forma del mundo exterior para siempre.

Al entrar, fue en busca del hechicero para exigirle que realizara el intercambio.

—Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí de nuevo. Es persistente, lo cual es admirable. ¿Hay algo que quieras decirnos? Su cara da miedo, parece alterado.

—He oído algo acerca de tus poderes. ¿Es cierto que puedes traspasar la maldición a otra persona?— Preguntó antes que nada para asegurarse de ello.

—En efecto. ¿Por qué lo dices? ¿Acaso quieres que se la pase a alguien que odias?

—Tch... Si ese fuese el caso tú serías el elegido— Dijo con un tono de molestia. —Yo me pondré en su lugar. Yo fui quien dijo que lo salvaría y en un principio la maldición iba dirigida hacia mi. Por favor, intercámbianos.

—Hmm... Está bien. Después de todo era tu castigo por ser un crio maleducado. ¿No te parece irónico? Su amigo interceptó el ataque para salvarlo y ahora él quiere quedarse con la maldición desperdiciando el sacrificio que este hizo por él. Es difícil comprender el intelecto de gente como esta, así que no le des demasiadas vueltas. Solo espero que el pelirrojo no sea igual de molesto que él.

Tras convencer al hechicero, ambos se dirigieron hacia el lugar en el que descansaba el feroz Kirishima. Bakugō le había pedido además que le dejara decirle unas últimas palabras, por lo que el brujo decidió quedarse oculto mientras observaba la escena.

—Hola de nuevo, pelo punk— Pronunció Bakugō ocultando su estado de agitación bajo una forzada sonrisa. —Lo siento, pero hoy no te he traído nada para comer. Estoy aquí por otro motivo.

Kirishima, quien se había acostumbrado ya a las visitas del chico, se acercó a él tranquilamente y se quedó observándolo de forma que parecía estar escuchando atentamente sus palabras.

—[¿Otro motivo?]

—Esta última semana he estado investigando a fondo la posibilidad de devolverte a tu forma humana y, después de recibir la ayuda de varias personas cercanas a ti, he descubierto una manera de lograrlo...

—[¿¡De veras!? ¡Eso es genial!]— Exclamó el pelirrojo desde dentro de su caparazón de piedra al mismo tiempo que su cuerpo respondía con un ligero movimiento de cabeza hacia un lado.

—Jeh, probablemente estarás en contra de lo que voy a hacer hasta el punto de que, si tuvieses el control de tu cuerpo, emplearías toda tu ridícula fuerza y voluntad para detenerme— Dijo con una pequeña sonrisa forzada que derivó en un profundo suspiro. —¿Sabes qué? A estas alturas ya ni siquiera estoy seguro de que puedas escucharme, pero aún así, hay algo que debo decirte antes de que todo llegue a su fin.

—[E-espera Bakugō... Me estás asustando... ¿Qué es lo que pretendes hacer? ¿Qué quieres decir con "fin"?]— Titubeaba Kirishima desde el interior, confundido y temeroso de las palabras del rubio.

—¿Recuerdas aquella nochebuena que pasaste en mi casa? Aquel extraño día me di cuenta de algo que cambió de cierto modo mi forma de ver el mundo. Descubrí que no solo habías sido lo suficientemente tenaz como para romper mis defensas y lograr hacerte un lugar como compañero de batallas y amigo, sino que torpe y estúpidamente, habías conseguido incendiar aquella fría piedra que llevaba tanto tiempo congelada dentro de mi. Aquella piedra ardiente que, con tus ridículas pero dulces palabras, fuiste avivando más y más y más hasta el punto en el que ahora siento cómo mi pecho abrasa de tal forma cuando estoy contigo, que estoy completamente seguro de que podría morir congelado de saber que no volverías a ser tú nunca más.

—[¿Ba-bakugō...? ¿Q-qué estás diciendo?]— Pronunció Kirishima sorprendido, rompiendo a llorar al instante mientras sentía su corazón latir apresuradamente.

Después de haber renunciado a su amor por él, Bakugō acababa de corresponder sus sentimientos inundando al pelirrojo de felicidad y al mismo tiempo de terror por lo que pudiese tener planeado hacer para devolverlo a su forma humana. Tal y como lo había planteado el rubio, un terrible y gélido presagio recorría la espalda del pelirrojo, que nada podía hacer para detenerlo.

Bakugō se acercó todavía más a él y abrazó por unos instantes el cuerpo de piedra de Kirishima.

—Gracias por enseñarme la calidez que se siente al estar enamorado de alguien. Espero no olvidarlo nunca.

Después de aquellas palabras Bakugō le hizo una señal al hechicero para que saliera de su escondite.

—Vaya vaya, eres realmente impresionante. Te habíamos subestimado. Si, después del comportamiento con el que te presentaste, no esperábamos escuchar unas palabras como esas salir de tu boca. ¿Es realmente la misma persona? Eso parece. Al menos físicamente.

—¡Déjate de palabrerías y hazlo de una vez!— Le gritó Bakugō, molesto.

—Está bien, allá va— Dijo haciendo un movimiento con las manos.

—[¿Qué está pasando? ¿Qué van a hacer exactamente?]— Pensó Kirishima, nervioso, sin entender la situación.

De un momento a otro, unas extrañas luces brillantes empezaron a abandonar el cuerpo del pelirrojo, lentamente, hasta devolverlo a su tamaño natural y dejarlo suavemente en el suelo.

Kirishima estaba inconsciente. Probablemente por la fuerte magia que acababa de salir de su cuerpo.

—Kirishima... Hasta siempre— Pronunció Bakugō ofreciéndole una cálida y única sonrisa que jamás había surgido antes en su rostro.

El hechicero, que estaba redirigiendo las partículas de magia hacia su nuevo objetivo, repentinamente paralizó su acción.

—¿Eh? ¿Qué demonios estás haciendo? ¡No pares ahora!— Exclamó Bakugō.

Gen, ahora mismo yo...— Pronunció Time con un tono algo deprimente. —Si, yo siento lo mismo. Esto es algo inconcebible. ¿Qué debemos hacer? Creo que es hora de que demos fin a esta tontería de una vez por todas— Pronunció mirando fijamente a Bakugō.

—Espera... ¿¡Qué...!?— Reaccionó el rubio completamente confundido.

Continuará...

El héroe y el hombre de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora