Capítulo 14: Adiós a la competición

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Faltaban dos horas para la competición y no encontraba mis bragas de la suerte, no podía competir sin esas malditas bragas. Busque por todos los cajones de mi pequeño loft como una loca desesperada. Llevaba una semana bastante buena, había ido de ruta a la montaña con las chicas y el miércoles y el jueves Jim se quedó a dormir conmigo. Sí...ese tema de dormir juntos...andaba algo preocupada porque Iker siempre decía, y recuerdo alguna vez en la que el propio James lo había mentado, que un chico y una chica durmiendo en la misma cama siendo amigos era una bomba de relojería, pero en mi cama no había pasado nada más que besos y me empezaba a preocupar. Tenía claro que Jim y yo no éramos los típicos que se enamoran y pierden la cabeza, pero pensaba que si íbamos a dejarnos llevar al menos nos manosearíamos un poco, pero nada. Empezaba a pensar que a lo mejor Jim se había arrepentido y solo quería que fuésemos amigos, íbamos a vivir juntos y eso era to much hasta para mí. La verdad es que me jodería un poco que fuese eso porque estaba superando muchas de mis barreras físicas con él y me ponía mucho. Encontré las malditas bragas en la lavadora, menos mal, ya estaba atacada.

Había pensado en muchas cosas en torno a mi nueva vida en Londres, pero ninguna de esas veces se me había pasado el Kickboxing por la cabeza. Eso iba a ser un problema, no quería dejar de entrenar, pero a lo mejor era hora de dejar de competir, quería ponerme a trabajar para sacarme algunos euros extras y si tenía que entrenar a ritmo de competición no iba a poder compaginarlo todo. Tendría que hablar con el entrenador y con papa, otra pequeña decepción que se sumaba a otras tantas que iba a darle en poco tiempo.

Bajé con mi mochila a por mi padre y mi hermano que sorprendentemente estaban listo y nos montamos en el coche camino a la competición. Era amistosa, pero yo soy extremadamente competitiva, muchísimo, creo que no podéis haceros a la idea de los límites a los que puedo llegar para ganar, eso sí siempre dentro de la legalidad. Recuerdo el día que le dije a mi padre que quería practicar Kickboxing, mi abuelo me había puesto una peli de Van Damme dándose de puñetazos con un montón de tailandeses cabreados. Salí tan fascinada del salón de casa de mis abuelos que estuve insistiendo muchísimos meses hasta que mi padre me dejó. Por esa época también se fue mi madre así que probablemente también fue una distracción. Era muy pequeña, la menor con muchísima diferencia de todos los que entrenaban en el gimnasio donde empecé, pero desde entonces había sido una válvula de escape importante para mí.

Llegamos al pabellón y allí estaban Jim, Abra y Judi, esta última se había propuesto resarcirme por los malos momentos con el innombrable y lo estaba consiguiendo, se estaba comportando como la Judi de siempre. No pude estar mucho con ellos porque mi entrenador me arrastró a los vestuarios y allí, sin mi padre decidí soltar que me iba. Su cara fue un poema, al principio el pobre se pensó que le estaba vacilando, pero cuando me vio seria se esfumo su sonrisa y puso cara de pena. No me iba a decir nada malo, era demasiado buena persona, pero vi la pena en sus ojos y eso me conmovió. Sí era así con mi entrenador no me quería imaginar lo que iba a pasar con mi padre. Me prometió que vendría a verme y que cuando viniese a casa tendría que ir yo a verlo, le abracé.

Para cuando subí al cuadrilátero tenia un nudo en el estómago que a cualquier otro le hubiese hecho desconcentrarse, pero era yo, pelear con la cabeza llena de preocupaciones era mi especialidad. La chica contra la que competía era buena y muy simpática, pero aquel era mi día. Probablemente era la última vez que competía, al menos con mi entrenador. Noqueé a aquella pobre chica poco después de empezar.

Mi entrenador me felicitó, mi padre me felicitó, mi hermano, los chicos. Todos estaban muy felices por mí y yo estaba...no sé, flotando. Había decidido irme a Londres sí, pero esta era la primera vez que perdía algo por esa decisión. Supongo que la vida adulta era así y debía empezar a afrontarlo porque me iba a ir de casa de papa en dos meses como mucho. Afortunadamente no pude seguir dándole vueltas al tema porque papa nos invitó a todos a comer y entre la comida y la post-comida se me pasó el tiempo volando.

Ahora estaba anocheciendo y Jim y yo paseábamos distraídos por la playa. Hacía calor y las luces del atardecer lo teñían todo de un naranja que parecía casi de mentira. Volvió a entrarme nostalgia y ni si quiera me había ido. Con todas las cosas que habían pasado hoy por mi cabeza casi se me había olvidado de que mañana a las 6 tenía que estar en el aeropuerto para irse de vacaciones con Jim, eso si que podía ser inquietante:

- Estas calladísima. – Asentí. Mierda, tenía que decirle que me agobiaba irme y que también lo notaba raro, o al menos no como debería comportarse un chico que quiere follar- ¿Qué pasa?

- Bueeeeno....- Venga, no seas cobarde, es Jim- A ver, siéntate es largo.- Empecé a hablar como un papagayo, atropellándome a mi misma- Hoy le he dicho a mi entrenador que me voy, que dejo de competir, me acojona pensar en que va a pasar cuando se lo diga a mi padre porque me he sentido muy nostálgica hoy y solo era mi entrenador y mi hermano...-Respire- y encima tú...llevas durmiendo conmigo días y no te has intentado propasar conmigo ni una sola vez, a lo mejor te arrepientes de todo esto. Si es así lo entendería, pero me jodería porque eres muy follable y...- Se levantó, me agarró de la cara y me pego un beso de los que te absorben hasta el hígado. Se separó de mí y pegó su frente a la mía- Uff, al menos algo está bien.

- Vamos a ver, es normal que te sientas insegura por la mudanza, es algo muy grande y genera sentimientos por los que tienes que pasar, pero lo otro... menuda tontería, yo quiero seguir con esto que tenemos porque también quiero follarte, pero no quiero pasarme y joderlo. Se que tienes unos límites y no quiero cruzarlos sin permiso.

- Yo ya te he dado permiso.

- No, tu me has dicho que te dejarías llevar, pero tampoco estas pasando de base.

- Yo estaba esperando a que lo hiciese tú, sabes más de esto.

- Somo muy tontos.

- Lo somos, aunque tenemos toda una semana para explorar esos límites.

Me miró levantando la ceja y sonriendo mientras hacía gestos obscenos con las manos. Lo decía de verdad, quería explorar hasta donde podía llegar y si resultaba que, hasta el final, eso que me llevaba. Me hubiese gustado que se quedase a dormir en mi casa pero dado que no teníamos que levantar muy pronto y si se quedaba en mi casa todavía más, acepte que se fuese a casa de sus tíos sin poner pegas, pero mañana por la noche a lo mejor no se libraba tan rápido. 

No le pidas peras al olmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora