Se me iba a salir el corazón por la boca de la anticipación. Estar subida a una avión con Jim rumbo a la que sería nuestra futura casa -sonaba tan extraño- me tenía los nervios un poco carcomidos. Las despedidas fueron duras y eso que yo volvía en una semana, se lo había prometido a mi padre. Durante el vuelo me quedé dormida, me encanta dormir en vehículos en movimiento, me diréis "estás como una jodida cabra" y sí, no sé que tenía el run run de los motores que me dejaba seca. Al aterrizar Jim me despertó, fuera nos esperaban sus padres muy sonrientes para ayudarnos con los tres millones de maletas que llevábamos. Montamos en el Mercedes clase G de Emily y Jack - me pidieron que los llamase así y dejase de usar el señor y señora Hunt- y de camino nos contaron un sin fin de cosas que habían preparado en la casa. Estaban felices de volver a tener a Jim cerca. Emily era un amor, ya me lo pareció la primera vez que la vi, pero ahora me sentí reconfortada cuando me dijo que no me preocupase porque no estaría mi padre, que ellos harían ese papel si lo necesitaba. Me dieron hasta ganas de llorar, mi relación afectiva con las mujeres era complicada por lo de mi madre. Jim no paraba de parlotear sobre el crucero que nos habíamos pegado, las despedidas y las ganas de empezar a trabajar. Se les veía felices y sentí nostalgia, porque aunque yo siempre había sido inmensamente feliz con mi padre, mi hermano y mi numerosa familia, no podía dejar de reconocer que al faltarte un progenitor la familia nuclear se desestructuraba y aquella, la de Jim, me parecía de cuento.
Llegamos al lugar donde viviría por tiempo indefinido, Belgravia, anda que pequeño piso le habían regalado los abuelos al nieto, con dos plantas y todo. Jim me había contado que era de ellos, pero que su abuelo terminó comprándose una casa a las afueras para evitar el bullicio de la ciudad. Por fuera era arquitectonicamente ingles, no se puede definir mejor, pero por dentro...la madre de Jim, decoradora de interiores, se había afanado por dejar aquello como si fuese un hotel de lujo. Lo primero que veías al entrar era la cocina americana que daba a un salón luminoso y abierto, todo decorado en tonos blancos y neutros.
Era precioso y estaba decorado con un gusto exquisito. Del salón partía una escalera de caracol que daba acceso a los cuartos. Tres cuartos, un despacho y dos baños, uno para el salón y otro para el dormitorio principal. El dormitorio principal seguía las lineas de la decoración del salón pero cambiaba el gris por el marrón y de nuevo había otro ventanal- tras vivir en mi piso de soltera ático abuardillado, lo de las ventanas grandes era...
ESTÁS LEYENDO
No le pidas peras al olmo
Teen FictionPrepárate un té, coge algo de comer y siéntate, porque esta historia es larga, compleja y enrevesada, nunca nadie dijo que la vida de una adolescente fuese fácil. **** Aliena es una adolescente que acaba de finalizar su último año de Bachillerato. E...