Capítulo XII

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El mediodía les proporcionaba una ambiente perfecto para descansar en casa, el aroma del café matutino todavía impregnaba el aire y era acompañado por un relajante silencio. Horas antes, Sehun le había expuesto la idea de escapar de la ciudad e ir a la Isla de Jeju para pasar el fin de semana en la propiedad de la familia Oh. Y a Baek le hubiese gustado celebrar que era el nuevo encargado de relaciones públicas de la compañía en aquel sitio, de no ser porque sabía que su novio usaría el viaje como pretexto para no estudiar para sus exámenes.

Así que, pensando únicamente en el porvenir del menor, le convenció de hacer sus lecturas correspondientes y, a cambio, se vería recompensado al anochecer. El pelinegro, desbordando alegría por cada poro, halló entre las piernas de Baek el lugar perfecto para leer.

Por fortuna, él ya no tenía que preocuparse por pendientes escolares, ahora estaba sometido a la presión laboral. Hacía un par de meses se llevó a cabo su evento de graduación, su familia y Hun habían asistido para compartir ese momento a su lado. Un ramo de claveles blancos, rosas del mismo color y girasoles, fue lo que su pareja le obsequió. Le hizo recordar el sueño en el que recibió un regalo parecido por parte del pelinegro, así que, en su añoranza de encontrar el porqué esas escenas le provocaban preocupación, concluyó que eran premoniciones.

Era una terrible idea, sí. Por tal motivo, en ese instante, realizaba una búsqueda exhaustiva sobre alucinaciones y delirios. Al principio, intentó leer las páginas del libro electrónico en el que se entretenía Sehun, pero se perdió en las extravagantes e ininteligibles definiciones de genética. Al menos le sirvió para darse cuenta de que su novio tenía como fondo de pantalla la foto que le tomó el día de su graduación.

"Algún día estará en el escritorio de mi oficina, lo prometo", eso le había dicho Hunnie para converserlo de posar. Después lo llevó a un apartado pasillo y casi se arrancaban los labios. Baek sonrió ante el recuerdo y dio un beso a la cabeza impropia.

—¿Tan rápido quieres que deje de estudiar?— se burló el menor apagando su tableta.

—No— respondió Baekkie, acariciando las hebras negras.

—Mi padre continúa pidiéndome que me una a sus investigaciones— dijo Hun, mirando hacia arriba para hallar el rostro de su novio.

—No se sorprende que insista, eres muy inteligente— comentó Baekhyun, mientras seguía jugueteando con el cabello del contrario—. ¿Por qué no quieres ayudarle?

—Me niego a jugar con la naturaleza— contestó, cruzándose de brazos—. Además, esas personas se creen dioses, incluyendo a mi papá.

Baek rozó la frente ajena con sus labios, agradecido de que Sehun no poseyera la mentalidad como la de sus progenitores. Oh Chunghee era orgulloso y egocéntrico, aunque su difunta esposa había sido peor, dueña de una fuerte sed de reconocimiento que la condujo al experimento de clonación. Tal vez los extraños sueños eran un producto tardío del mismo, por eso había contactado a Jongdae. Su amigo regresaría a la ciudad en un par de días y podría consultar con él lo que le sucedía y, de ese modo, hallaría la respuesta a su padecimiento.

...

El tono claro de verde y el olor a medicamento le hacia sentir enfermo, como si en cualquier momento fuese a desmayarse o a vomitar. El lado de la estancia hecho a base de grueso cristal yacía tras él, con la gran persiana abierta para permitirle el acceso a la luz del mediodía. Baek se encontraba en el asiento frente al escritorio, aguardando nerviosamente el arribo de su amigo. Se había entretenido leyendo cada uno de los reconocimientos que colgaban de las paredes, todos a nombre de los padres de Jongdae.

Le gustaba creer que a él no le darían miedo los hospitales, y los chequeos de rutina, si hubiese tenido otro pasado, si su infancia hubiera permanecido ajena a las agujas y al dolor.

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