Charla

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—Imagina esto —le dijo la rubia, sentados bajo la sombrilla—. Se te rompe el condón durante el sexo ¿Qué pasa si la mujer queda embarazada?

Luego de estar esperando por una hora el baño, y que Marie ni Tadel salieran, ambos decidieron ir al jardín compartido. Eran cerca de las ocho de la mañana ya, y el sol comenzaba a picar.

—No tenemos permitido tener sexo sin condón, por esa misma razón, para evitar un embarazo. Y si llegara a ocurrir un accidente de esos, lo cual sería muy extraño, tenemos píldoras de emergencia.

—¿Y si no funcionan?

—Tenemos médicos listos para una intervención.

—¿Y si la mujer quiere tener al bebé?

—Se le dará una charla, donde se le explique su situación. Si ella decide conservarlo, tendrá que hacerlo sola.

—¿Y ustedes no pueden elegir quedarse con el bebé también?

—No conozco a nadie que le haya pasado, y dudo que alguno aceptara hacer eso, ya que tendría que renunciar, y nadie quiere eso.

—Imagina que te pasara a ti ¿Qué harías?

Lo pensó por un momento, y luego negó con la cabeza.

—Le pediría que no lo tuviera. Visitamos a mujeres de todo el mundo, y me parece egoísta convertirme en padre de una criatura, que no me tendrá presente cuando me necesite. No podría ejercer mi paternidad de ese modo. Y para que alguien más ocupa mi lugar, preferiría no tenerlo.

—¿Y si te enamoraras de la mujer?

—Es casi imposible que suceda. Cómo ya te dije, no compartimos nada con nuestras clientas, más que la cama.

—Mm, supongo que tienes razón, y que su trato y estadía, es semejante al que Tadel está teniendo en este momento —le dijo pensativa.

—Exacto —sonrió.

***

—Ni me hables.

—Lo siento, es que no pudimos evitarlo —rio avergonzada, observando el rostro molesto de Lindsay—. Él se despertó duro, muy duro, y creí que sería una muy buena idea empezar la mañana así, y lo fue.

—Eres una cerda, sabías que Cillian y yo también estábamos en la casa.

—Lo sé, lo sé y lo siento, pero entiéndeme que no pude evitarlo. Él es... Tan caliente.

—Ya, mejor cierra la boca, no quiero saber nada —le dijo con fastidio, recorriendo ambas el supermercado, con un carrito.

—¿Cillian te mostró su bolso especial? —sonrió traviesa.

—No, nosotros no estamos de perros en celo follando en la casa cuando hay más personas.

—¡Ya te dije que lo sentía! —chilló cerrando los ojos—. Y es una lástima, tienen muchos juguetitos.

—No me interesa.

—Hay vibradores, geles, lubricantes saborizados, esposas, sogas, cintas, correas, collares-

—Que no me importa, Marie —le dijo molesta—. Ya para.

—Creí que el mal humor se te iría luego de dormir.

—Pues contigo no, imposible.

***

—Día cuatro—

La relación de los cuatro había mejorado, y luego del tercer día, de encontrarlos follando en la sala, y que Lindsay se pusiera como fiera a gritarles que no soportaría eso un día más, Marie y Tadel se habían calmado un poco.

Eran imposibles. Siempre hablando con doble sentido, en un tono sugerente, toqueteándose, besándose, ya era molesto tenerlos cerca.

La noche anterior se habían quedado hasta tarde bebiendo cerveza y comiendo pizza, mientras miraban películas. Finalmente tenían una noche de vacaciones todos juntos, algo divertida, pero la mañana siguiente no había sido igual.

Lindsay se había despertado eso de las seis, luego de escuchar a Cillian quejarse. Y ya para las siete, no le quedó más que levantarse para ver que le pasaba.

—¿Te sientes mal? ¿Qué te duele?

—El estómago —jadeó, hecho un ovillo en la cama.

—¿Qué sientes?

—Náuseas, calambres, y creo que fiebre.

—Quizás te hizo mal la pizza, estaba muy condimentada.

Cillian asintió con la cabeza, cerrando los ojos. Y la rubia lo observó preocupada, él estaba pálido, tenía grandes ojeras oscuras, y había comenzando a temblar.

—¿Quieres que te lleve a un hospital?

—No te preocupes, ya se me pasará —pronunció en un tono bajo, apretando los dedos de sus pies y manos.

¿Hacía cuánto no tenía un dolor así? Desde que era niño seguramente.

Se sentó a su lado, y le tocó suavemente el cabello, a lo que él no se lo impidió. Se quedó quieto, con los ojos cerrados, abrazándose a si mismo.

—Intenta relajarte y dormir ¿Sí? Si tienes frío puedo traerte una manta.

—Una almohada.

—De acuerdo —pronunció confundida, levantándose para tomar una de las almohadas que tenía en el sofá.

Se la pasó a Cillian, y el castaño la abrazó a su vientre, haciéndose un ovillo en el colchón una vez más. Lindsay sacó las sábanas que ella usaba, y lo tapó a él, antes de volver a sentarse a su lado, y acariciarle el cabello.

—Intenta dormir.

—Sí —murmuró, con los ojos cerrados, dejando que las suaves caricias de ella, lo relajaran.

...

CillianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora