Tú, él, o cualquiera

8.2K 920 86
                                    

—¿Estás loca? Lindsay, un casamiento tiene un montón de trabas a la hora de divorciarse.

—No será una unión real, Cillian —le dijo investigando sobre los papeles que necesitaban para casarse—. Es sólo hasta que yo me reciba, y me faltan dos años.

—Dos años en los que podrías conocer a tu verdadero amor, con quién quieras realmente casarte.

—No, en mis planes no están casarme —pronunció leyendo—. Sólo quiero hacerlo contigo por los beneficios que ambos tendríamos.

—No puedo aceptarlo, porque no está bien. La gente pensará que yo me estoy aprovechando de ti.

—Sí, y tú gente pensará que yo me estoy aprovechando de ti, Cillian, así que no le tomes importancia. Las personas hablan porque pueden, no porque piensen.

—De acuerdo, y si lo hacemos ¿Dónde se supone que viva?

—Conmigo en casa de Marie.

No le parecía una buena idea, Marie tenía una personalidad muy "particular".

—Mejor busca a alguien más.

—Okay —pronunció desinteresada.

***

Lindsay los habían inventando a cenar a su casa, ya que tenía algo importante para decirles. Y como a Marie no le gustaba mucho cocinar, había aceptado gustosa.

Tadel miró confundido a Cillian, ya que el castaño lucía serio. ¿Habría tenido problemas con la joven rubia?

—¡Qué rico huele! —chilló la castaña, al entrar a la casa—. No sé qué estás cocinando, pero huele delicioso.

—Pavo al horno con verduras —pronunció la joven guiándolos hasta la sala.

—Lind, sabes que no soy paciente, así qué ¿Cuál es la sorpresa?

—¿Segura quieres oírlo ahora?

—Sí —sonrió.

—Me quiero casar.

Marie sonrió, confundida.

—¿Casar? ¿Con quién?

—Tadel ¿Te casarías conmigo?

El rubio la miró atónito, y luego desvió su mirada hacia Cillian, que lucía muy molesto.

—¿Es una especie de broma o algo así?

—Sí ¿Cómo qué te quieres casar con Tadel? —preguntó desconcertada la castaña.

—Necesito un marido kanatita, para poder obtener la residencia permanente en el asentamiento central, quiero trabajar allí.

—¿Y por qué no lo haces con Cillian? —preguntó Marie.

—Porque él no quiere.

—Me siento muy halagado, Lindsay, eres una mujer preciosa, pero yo tampoco quiero casarme —pronunció amable el rubio.

—No sería un matrimonio real, Tadel, es sólo para obtener la residencia.

—Igual, si yo acepto casarme, no podría seguir trabajando. Lo siento, Lind.

—Bueno, entonces tendré que buscar a otro chico kanatita —pronunció molesta.

***

Luego de que Tadel y Marie se fueran, Lindsay y Cillian se quedaron limpiando la cocina, él lavando los trastos, y ella barriendo y acomodando las cosas ya limpias.

—Lindsay... ¿Aún sigues pensando en eso de casarte? ¿Hablas en serio?

—Sí —pronunció sin titubear, secando unos platos.

—¿Qué pensarán tus padres si lo hacemos?

—No les gustará mucho la idea, pero ya soy mayor de edad.

—Me refiero al hecho de ser un kanatita.

—Ah, pues no creo que les moleste, pero si quieres ocultarlo, lo hacemos. Tú a simple vista no pareces uno.

—¿Cuánto tiempo pasó desde tu último novio?

—Cuatro meses, pero eso no es sinónimo de nada. Estuve con él seis años, desde que tenía catorce, y me terminó engañando con su prima.

—¿Prima biológica? —preguntó sorprendido.

—Ajá, un enfermo.

—Mis papás son primos...

Lindsay lo miró boquiabierta, avergonzada.

—B-Bueno, pero-

El castaño la miró divertido, riendo unos segundos después.

—Sólo bromeaba, hasta donde sé, no son familia.

La rubia rodó los ojos, sonriendo, era un idiota, en verdad pensó que había "metido la pata".

***

—Mm, creo que te quedará chica mi cama ¿Cuánto mides, Cillian? —le preguntó mirando su cama, estando ambos parados en la puerta de la habitación.

—Un metro noventa y dos.

—Nop, definitivamente no entrarás. Tal vez la cama de mis padres, podrías dormir atravesado —sonrió con diversión.

¿Dónde diablos dormiría un tipo cómo él? Era demasiado alto.

—¿Cuánto mides tú?

—Un metro cincuenta y siete. Mí papá un metro setenta y cinco, y mí mamá un metro sesenta y tres. Sip, somos todos pequeños.

—Lo noto —sonrió.

Le palmeó suavemente la espalda, y se giró.

—Ven, vamos a la habitación de mis padres.

La siguió por detrás, viendo que la diferencia de estatura era más notoria, ahora que ella no tenía puesto sus zapatos con taco.

Llegaron hasta la habitación que estaba al final del pasillo, y observó la cama matrimonial. Sí, era un poco más grande, pero igual seguía creyendo que sería pequeña.

Los pies seguro le quedaban colgando.

—Es lo más grande que puedo ofrecerte, a menos que quieras dormir en el suelo, y junto dos colchones.

—Está bien, creo que podré dormir bien en ésta cama —sonrió.

—Perfecto, descansa entonces. Mañana hablaremos de la boda, buenas noches, Cillian.

—Buenas noches, Lindsay —pronunció con una leve sonrisa.

Ella le sonrió, y luego se fue de la habitación. Y el castaño no había cambiado de opinión, seguía pensando que era una completa locura aquello.

...

CillianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora