Cena para dos

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—Día 19—

Sus padres llegarían la mañana próxima, y para intentar relajar a Cillian, que se notaba que estaba muy nervioso, Lindsay le había propuesto no hablar aquel día sobre la boda.

No pensar en la comida, las bebidas, los invitados, nada, sólo en ellos dos. Al fin de cuentas, ninguno de los dos se conocían lo suficiente.

—¿Eres alérgico a algo? —le preguntó curiosa.

Ambos estábamos acostados en una colchoneta en la sala, mirando una serie bastante aburrida, comiendo palomitas.

—Sí, soy alérgico a la nuez, el plátano, la leche entera, y al tomate crudo.

—Wou, lo tendré en cuenta cuando debamos cocinar —sonrió tomando unas palomitas.

—Hablando de eso... ¿Qué tan real será nuestro matrimonio —se animó a preguntar.

—¿Cómo que tan real? ¿A qué te refieres?

—A eso mismo ¿Qué tan real será? Imagina que conoces a un chico de tu edad, y te enamoras de él. Y-

—Nop, no haría eso —lo interrumpió—. Creo que eso igual podríamos dejarlo en claro ahora. ¿Tú quieres que sea una relación abierta? Porque podemos decir que somos esos tipos "poliparejas" y decir que por eso tenemos sexo con otras personas.

—No, yo no quiero eso, pero depende de ti.

—¿Y por qué sólo depende de mí?

—Es que... Tú eres tan joven, y bonita, que no sé si llegaremos a cumplir los años de matrimonio necesarios hasta que te recibas y podamos ir al Asentamiento. Es mucho tiempo aún el que falta, y podrías encontrar un hombre de verdad, a tu medida.

—¿Un hombre de verdad? ¿A mí me medida?

—Exacto, alguien joven.

—Cillian, hablas como si tuvieras cincuenta años, no exageres. Y yo creo que podemos hacerlo funcionar, mientras ambos nos respetemos, puede funcionar.

—De acuerdo —pronunció en un tono bajo.

El problema era ¿Y si él se enamoraba? ¿Qué pasaba con el amor? ¿En que parte entraban los sentimientos en su matrimonio?

***

—¿Qué tal ahí? Parece un buen lugar.

—Vamos —sonrió suavemente.

Eran cerca de las siete de la tarde, aún el sol iluminaba levemente el cielo, tiñendo las nubes con tonalidades naranjas, rosas y amarillo, mientras ellos se dirigían a cenar.

Luego de la cena irían al cine, aunque para Cillian era muy temprano aún.

—¿Qué te parece mejor comida china? —le preguntó con una gran sonrisa Lindsay.

—No me gusta el sushi.

Río divertida, negando con la cabeza.

—El sushi no es una comida china, es un platillo japonés.

—Oh, lo siento —murmuró apenado.

Ya lo había pensando tantas veces ¿Por qué alguien como Lindsay querría unir su vida, aunque fuera falso, con un ignorante como él? Una mujer joven y hermosa como ella, merecían a un hombre culto a su lado.

CillianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora