Todos tenemos cinco sentidos y justo ahora me doy cuenta de que los míos le pertenecen solo a él.
Saborear sus besos; mirar su cara; tocar su cuerpo; respirar su olor; escuchar su nombre. Podría vivir con eso. Con él lo quiero todo... y eso me da miedo.
Ahora, más que nunca, cobra sentido esa frase que Ariana no dejaba de repetirme: "Mia, no dejes que nada ni nadie te complete, sé completa por ti misma y que el resto solo te complemente. Porque si te completan y se van, te quedarás bastante jodida"; antes no sabía lo cierto que era, hasta que me he dado cuenta de que perderlo a él sería perder una parte enorme de mí.
La pregunta es: ¿llegamos a pertenecernos a nosotros mismo algún día? Creo que no. Que nos pasamos la vida entregándole partes de nosotros mismos a personas esenciales hasta que no nos queda nada más.
Acaricio el borde de la encimera, inspirando por la nariz muy lentamente, sintiendo la tela rasposa de sus vaqueros rozando la piel de mi espalda que deja al aire mi camiseta. Echo la cabeza hacia atrás y respiro su olor a jabón y a Christian, su aliento me hace cosquillas en la mejilla y sus manos se cuelan ávidas por dentro de mi camiseta.
-Todavía puedes parar, Julieta. -Murmura agarrándome el lóbulo de la oreja entre sus dientes. Pero para estas alturas ya estoy perdida en esta cocina. Otra vez.
Me giro lentamente notando como la encimera se me clava en el bajo de mi espalda cuando lo enfrento. Su mirada está oscura y su respiración es un reflejo de la mía. Desea esto tanto como yo y no puedo pedir más.
-Te he echado de menos. -Respondo en voz baja, pegando mis caderas a las suyas. Este gesto debería de bastarle para saber que lo último que quiero es que se aleje.
-Repítelo. -Dice en mi boca.
Lo miro rodeando su cuello con mis brazos y sonrío. Una sonrisa temblorosa.
-Te he echado mucho de menos, Christian.
Sus dos manos agarran todo mi pelo como si fuera a recogérmelo en una coleta, pero en lugar de eso tira de él hacia atrás una milésima de segundos antes de sentir como sus dientes rozan mi barbilla. Todo mi organismo se estremece.
Sí, definitivamente podría vivir toda mi vida haciendo justo esto.
-Dime, por favor, que de verdad has venido en taxi, que no te ha traído Carlos. -Me echo hacia atrás para mirarlo con las cejas enarcadas. Es tan mono cuando parece tan desconcertado.
-Claro que no. Pero más barato sí que me hubiera salido, porque esto está en la otra punta. Como siga así, mis ahorros se lo van a quedar los taxistas.
Cierro los ojos cuando sus labios acarician mi mejilla; los arrastra con una suavidad que me eriza el vello, por todo el mentón hasta que se acerca a mi oído.
-No es de fiar, Julieta. No te acerques a él, en serio.
-No quiero hablar de Carlos ahora, Christian.
-Entonces, dime, corazón: ¿Por dónde quieres empezar?
Su sonrisa ladeada me pone el corazón a mil, el estómago se me llena de cientos de mariposas y todo mi cuerpo grita para que me toque. Necesito tanto su cercanía que ni siquiera sé formar una frase coherente.
-Dame un beso.
Me muerdo la boca con un ramalazo de impaciencia cuando se me acerca para besarme la mejilla. ¡La mejilla! ¿Qué soy ahora: su hermana pequeña?
-Christian, no juegues conmigo.
-Por Dios, ni se me ocurriría. Tendrás que ser más específica para no cagarla esta vez, corazón.
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SÁLVAME DE TI
Romance"Hay momentos en los que la vida te coloca a la misma distancia de huir o quedarte para siempre". -Elvira Sastre- Se puede decir que yo lo intenté. Huir para siempre, quiero decir. Y como castigo me quedó una cicatriz en mi muñeca izquierda, pánico...