Nunca he creído en eso de que toda tu vida pasa por tus ojos cuando estás a punto de morir, pero me acaban de hacer cambiar de opinión; Algunos también dicen que somos noventa por ciento agua, pero apuesto que ahora mismo yo soy cien por ciento pánico y os lo digo así, temblando de pie a cabeza, preguntándome si es real o si alguien ha decidido echarme un maldito mal de ojo, porque lo que me está pasando a mí en pocos días solo es normal en las películas malas.
De un salto y con el corazón en la garganta. Así es como me levanto de la silla y me coloco junto a Carlos. Cinco chicos con media cara tapada por una bandana blanca le dan una patada a la puerta y se despliegan como si de cucarachas se trataran para comenzar a romper todo a su paso a golpes con el bate de beisbol que lleva cada uno como si fuera la espada de unos guerreros. Pero cuando me flaquean las piernas de verdad, hasta el punto de tener que sujetarme a la silla para no derrumbarme, es al verlo. Él, con una parsimonia inquietante, exactamente la misma que tenía segundos antes de abalanzarse sobre Marcos y estamparlo una y otra vez contra el pavimento, entra. Lleva también media cara cubierta por una bandana, que, a diferencia de sus amigos, es roja, pero lo reconozco, porque cuando digo que ese color de ojos no es normal, lo digo de verdad. Su pelo está revuelto, incluso más de lo habitual y se pasa la mano por él antes de bajar el bate que carga en su hombro y apoyarlo en el suelo.
- ¡Parad hijos de puta, que es la tienda de mis padres! -Grita Carlos con la cara desencajada. - ¡Christian joder, páralos!
No sabría explicar muy bien el tamaño del enfado que me recorre el cuerpo de arriba abajo y mucho menos sabría expresar como miro a mi acompañante. Me ha mentido; me ha dicho a la cara que no lo conocía cuando es evidente que si lo hace y aunque tampoco me puedo poner digna porque yo he hecho exactamente lo mismo, me enfada, porque hay una gran diferencia y es que yo lo hago para que el tema se olvide mientras que él lo que quiere es que sea yo la que lo delate.
Christian se acerca a nosotros a la vez que Carlos y yo retrocedemos hasta quedar pegados a la pared. Mi espalda choca con el corcho de las ofertas y doy un gritito cuando se cae ¿Qué me pasa últimamente con los cuadros?
Tengo que echarme hacia un lado cuando Christian se coloca frente a Carlos, lo mira fijamente y mi piel se pone de gallina cuando mi vecino se baja la bandana que lo escondía, dejándola anudada al cuello. Su expresión es impasible; veo como algo se mueve bajo la piel de su mandíbula a la vez que sus imponentes ojos no se apartan ni un segundo de quien se ha convertido en su nueva presa y, mientras tanto, sus esbirros continúan destrozando el negocio familiar.
-Las fotos. -Dice con su acento más marcado que nunca.
-No las tengo, te lo juro. -Por un momento creo que Carlos va a echarse a llorar y el enfado empieza a disiparse para dar lugar a la pena.
- ¿Crees que soy gilipollas? -Christian levanta la voz cuando le agarra por el cuello de la camiseta y lo estampa contra la pared. Está perdiendo la paciencia y Carlos lo sabe, porque empieza a temblar frenéticamente. -Bien, parece que no me has entendido... Quiero las fotos, ya. - La voz de mi vecino se vuelve un murmuro ronco, amenazante e impaciente.
-No sé de qué...-Comienza a decir mientras me mira de reojo.
- ¡No te hagas el tonto, cabronazo! -Le grita uno de los amigos de Christian cuando decide que es momento de dejar de estampar el bate contra el mostrador y unirse a la fiesta. A ese lo he visto antes.
Veo como el moreno de la piel de mi vecino pasa a ser rojo de furia, apretando la mandíbula hasta tal punto de que creo que se va a hacer daño, y le pasa el bate a su amigo, quien no duda un segundo en aceptarlo.
- ¿Te estás cachondeando de nosotros? Mira capullo, no intentes jugar conmigo, -Lo agarra ahora con las dos manos por el cuello de la camiseta y Carlos tiene que ponerse un poco de puntillas. -porque no quiero hacer nada de lo que pueda arrepentirme. ¡Dame las putas fotos!
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SÁLVAME DE TI
Romansa"Hay momentos en los que la vida te coloca a la misma distancia de huir o quedarte para siempre". -Elvira Sastre- Se puede decir que yo lo intenté. Huir para siempre, quiero decir. Y como castigo me quedó una cicatriz en mi muñeca izquierda, pánico...