CAPÍTULO 1

759 29 20
                                    

5 MESES ANTES

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

5 MESES ANTES...

<<BADAJOZ>>

¿Sabéis esa sensación de euforia que se te agarraba a la barriga cuando de pequeños íbamos al cumpleaños de uno de nuestros amigos y lo único que querías era bajarte del coche en marcha y correr para verlos? Pues es lo mismo que siento ahora; estoy nerviosa, subiendo y bajando la ventanilla hasta que la dejo en un punto medio en el que ni me muero de calor ni se me pone los pelos a lo afro; y, sobre todo, estoy a punto de gritarle a mi padre que pise el acelerador a fondo.

Tras seis o más horas de viajes en coche, al fin comienzo a ver las calles que conozco como a la palma de mi mano - ¿Me pregunto por qué se dirá esa expresión? Yo en realidad, seguramente como el noventa por ciento de las personas que la utilizan, no conozco la palma de mi mano-. Me replanteo mi coeficiente intelectual con preocupación cuando me doy cuenta de que he comenzado a mirármelas, pero es cierto, no conozco a mis palmas.

-Por fin en casa. -Oigo que dice mi madre quitándole volumen a la canción que sonaba en la radio.

-Como lo sabes, tengo unas ganas de pillar mi cama... -Coincido mirando con especial emoción como la ciudad en la que me he criado pasa por delante de mis ojos como una frecuencia de imágenes borrosas.

-De verdad que nunca entenderé que no te duermas en los viajes. -Suelta por décima vez mi padre mirándome por el retrovisor- Si yo no tuviera que conducir me dormiría hasta llegar.

-Te he dicho un millón de veces que yo puedo conducir. -Le recrimina mi madre blanqueando los ojos.

- ¿Y quedarme sin coche? No, gracias.

Que ¿Por qué no me duermo en los viajes? Es una respuesta fácil teóricamente: sé que mis padres saben que tengo pesadillas, sobre todo si duermo a oscuras. Pero una cosa es que me escuchen desde su dormitorio y otra cosa es que la tenga en el coche. Por nada en el mundo quiero que me vean en ese deprimente estado, por eso mismo les pedí que no entraran bajo ningún concepto a despertarme; suena masoquista, pero es razonable si lo piensas desde la perspectiva de que realmente estoy evitando que mis padres se lleven una inevitable desazón.

Mis ojos caen sobre el brazalete dorado algo desgastado que rodea mi muñeca y lo froto con los dedos como si pudiera hacerlo desaparecer; me encojo de hombros y miro a papá, pero ya no me está prestando atención, sino que habla con mamá sobre que la última vez que condujo el coche en un viaje se lo rayó.

Hay cosas que hasta que no nos vemos sin ellas no echamos de menos como es nuestra casa. Nuestro hogar. Y es que es así, soy de esas personas que adoran viajar, pero después de haber estado casi tres meses en Barcelona por el trabajo de mis padres, volver a Badajoz, a mi casa, es bastante... agradable. Por eso, según nos vamos acercando a nuestra calle más fuerte se hace el cosquilleo de mi estómago. He echado de menos mi habitación, mi piano, a mi abuela y, por supuesto, a mis amigos, y el solo hecho de saber que esta noche los voy a ver me impacienta aún más.

SÁLVAME DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora