SÁLVAME DE TI

CAPÍTULO 55

Siete días. Con todas sus horas y minutos pensando en la noche del sábado donde di por terminado lo que había entre Christian y yo. En realidad, fue él quien acabó con todo ese ciclo enfermizo de besos, caricias y palabras hirientes que habíamos creado desde hace dos meses y poco.

Volví a ponerle mi corazón y mis sentimientos en bandeja; volví a mostrarle que no es tan imposible quererlo por mucho que lo crea y por muy directas que fueran las palabras que le dije el viernes. Es fácil enamorarse de él, lo difícil es no tener dudas sobre si merece la pena.

Por primera vez me mostró todo lo vulnerable que puede llegar a ser. Esa lágrima era como una muestra de que dijo la verdad... aunque después se arrepintiera de haberse mostrado más humano que nunca. Siempre recordaré sus ojos mientras me pedía perdón. Pero tampoco mintió al decirme que nunca podría darme lo que quiero; que me permitiría ver lo mucho que le afecta el tema, sin embargo, jamás me contaría esos temas que nos separan.

Me alejo o no. Se lo puse fácil, solo tenía que decidir. Y lo hizo, pese a que fuera la opción que más me destrozó. Christian optó por alejarme de él y yo la respetaré.

Solo le pedí una cosa, si elegía que no me quería en su vida, que no me lo hiciera más complicado de lo que ya era. Que no me busque, que no me toque, que no me hable más de lo necesario para ser cordiales... que no me dé esperanzas de algo que sé de sobra que es imposible.

Y lo ha cumplido. Por primera vez después de todas las veces que hemos prometido alejarnos, ha cumplido. No me mira, no me habla y apenas permanece más de dos segundos en un mismo espacio que yo. Esta semana no ha ido a clase y la única vez que me lo encontré en el portal ni me buscó con la mirada ni intentó hablar conmigo, simplemente huyó. Ariana no ha querido hablar del tema, pero sé que tampoco ha dormido en casa. No quiere verme... pero bueno, mejor. Es eso lo que le pedía ¿no? que me lo pusiera fácil.

Pensaba que así dolería menos, pero mi mente me traiciona y me recuerda todo lo que hemos pasado desde que tuvimos el infortunio de compartir balcón. Porque sí, he decidido que nuestra historia parte desde ese momento donde yo salí del baño y me encontré con su cuerpo inclinado para coger la pelota de su perro. Siempre me ha parecido una excusa ridícula y me hace gracia pensar que todo lo que viene de su mano es tan inexplicable como él.

Puede ser el desamor o qué sé yo, pero esta semana no solo se me ha hecho cuesta arriba, imposible e infinita; también he pasado varios días en la cama recibiendo la visita de mis amigas o de mi familia como si me tratara de una paciente de hospital. Pero casi lo era. No tenía fuerzas para moverme; el dolor de cabeza ha sido insoportable y me dolía hasta el respirar. Sé que esta debilidad que me acompaña desde hace un mes o más no se debe solo a todo lo que ha ocurrido, pero prefiero pensar que esto es como dejar el tabaco: una vez te desengancha, todos los males se van.

-Hola.

-Por fin te dignas a llamar. -Escuchar su voz me corta la respiración.

-Perdóname.

-No pasa nada, mi niña. ¿Qué tal todo?

-Primero tú, tita. -Susurro, sintiendo como incrementa el nudo de mi garganta. - ¿Qué tal va todo?

-Estupendamente, pronto iré a veros. -Un sonido gutural escapa de mi garganta para que sepa que sigo aquí y no hace falta más. - ¿Qué te pasa, cariño?

-No te llamo para contarte mis penas, Carol. -Suelta una risita que me hace sonreír y suspira.

- ¡Pero es que esto es muy aburrido! Muy bonito, pero muy aburrido. Cuéntame.

Me abrazo las rodillas y sé cómo va a terminar esto en cuanto las lágrimas me emborronan la vista. Creo que nunca he llorado tanto como en las últimas semanas y sé que eso debería decirme algo.