Diana Cavendish Pov
Me había preguntado siempre, quiénes eran mis verdaderos padres. Me preguntaba, el por qué me abandonaron en este lugar. Vivía en un orfanato rodeada de niñas y niños sin igualmente figuras paternas. «¿Cómo será tener una familia?», pensé. «¿Cómo será levantarse todas las mañanas a desayunar juntos en la mesa disfrutando de la compañía y de las palabras del otro?»
Actualmente tenía cinco años y era una niña casi antisocial. A la que llamaba mi madre era la dueña de este lugar. Ella me apreciaba más que a los demás y, gracias a eso, tenía pocos amigos porque era considerada la consentida; y la única la cual asistía a una escuela estando en un orfanato.
Me preguntaba si alguien vendría y vería mi gran capacidad y mis talentos. Tenía muy pocos porque aún estaba aprendiendo, pero sabía bailar y cantar bastante bien; era lo que se me daba mejor, aparte del talento que poseía oculto ante mi madre.
Mi sueño era ser caballero, ¡Poder convertirme en alguien muy importante para dar a reconocer mi apellido por todo el mundo! Pero esa labor era mal visto por mi madre. Ella siempre decía que era una dama y, por serlo, no podía exponerme ante el peligro; ese, era el deber de un hombre.
¿Qué diferencia había de ser mujer y hombre para ser un caballero? Las mujeres no eran frágiles, ¡Éramos fuertes! Y quería demostrarlo; quería que los superiores me respetaran cuando me convirtiera en un caballero ejemplar con una armadura resplandeciente que defendiera a una linda y hermosa princesa o reina.
¡Sólo los más fuertes eran los encargados de estar en ese puesto!
En mi tiempo libre me dedicaba a leer libros en la biblioteca del orfanato; casi nadie estaba por esos lugares y aprovechaba mi soledad para aprender más sobre los caballeros. Sin embargo, también debía cumplir con mis responsabilidades; no quería que el dinero que invertía mi madre en esa escuela que pagaba por mí, fuera en vano.
Agradecía mucho en tener una buena capacidad de aprendizaje; memorizaba las cosas rápidamente y las aprendía sin tanta dificultad, pero, ¿Podría hacerlo en el mi primer día de mi entrenamiento? Suspiré. «Espero que sí».
Me encontraba en la biblioteca haciendo mi tarea. Era fácil: sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, e incluyendo la ortografía y el lenguaje. «Fácil». Sonreí gustosa.
La única persona que conocía acerca de mis sueños era mi amiga, Amanda. La conocí en mi escuela y nos hicimos amigas. «¡Llevamos dos años siendo amigas y congeniamos muy bien!» Las dos queríamos ser caballeros. Era genial tener a alguien que tuviera los mismos objetivos. Claro, teníamos dificultades por ser mujeres; nos discriminarían bastante y eso lo sabíamos.
Sin embargo, yo sería la mejor junto con mi amiga. Eso estaba decidido.
—Diana.
—Madre. —Levanté mi cabeza.
—¿Cómo vas? —Miró mis cuadernos.
—Muy bien —contesté y miré mi lapicero.
—¿Necesitas ayuda? —ofreció colocando de sus manos en mi hombro.
—Estoy bien, gracias, madre —dije y agarré un pequeño cubo de madera con una afilada cuchilla dentro que le ayudaría a mi lápiz tener más punta.
Ella sonrió.
—Estoy orgullosa de lo que has logrado. Sigue así. —Se dio la vuelta—. Iré a ver a los otros niños.
—Gracias... —murmuré para mí misma.
«¿Seguirá estando orgullosa de mí en cinco años?» A la edad de los diez años comenzaría a entrenar en la academia Luna Nova para ser un gran caballero que trajera la paz a este lugar. Si me convertía en la mejor podría ser transferidas a otros reinos de mayor estatus. «¡Será grandioso!»
Terminé mi tarea y empecé a leer un libro que tenía el conocimiento sobre las poses y entrenamiento de los caballeros. «Comenzaré a entrenar mañana», me dije decidida. «¡Me haré una espada de madera y practicaré con un árbol! Así estaré más avanzada que los demás en el primer día de mi entrenamiento real».
***
Atsuko Kagari Pov
Cuatro años de edad y era la niña más respetada en todos los reinos por ser la que portara de la corana a mis veinte años. O eso me decía mi madre y mi padre. Cuando fuera mayor tendría el control del reino más fuerte que existía comparado a los otros.
Desde hace muchos años, nadie había conseguido derrumbar los muros que cubrían el castillo; y nadie podría hacerlo. Ocurrieron guerras; hombres murieron tratando de conquistar este lugar.
Las historias que me contaba mi padre eran acerca de la importancia de este reino y lo sucedido en el castillo tiempo atrás. Mi madre me advertía de las maldades existente fuera de los muros y me prohibía salir del lugar. Era peligroso, pero ella había prometido que a mis diez años saldría a conocer lo que estaba afuera.
Tenía muchas responsabilidades y me encontraba siendo educada por personas especialmente elegidas para mí. Mi horario era un poco estricto y aprendía dentro de muchas cosas, como: dibujar, leer, escribir, colorear, sumar, restar, ortografía, cosas históricas que no tenían que ver con este reino y muchas más.
Sabía que me estaban preparando para portar la corona de mi madre.
Antes de irme a dormir una de las empleadas del lugar siempre se dedicaba a contarme un cuento diferente que los de mi padre; eran muy divertidos y entretenidos.
Los trece de cada mes se reunían las reinas en el castillo para tener una cena amistosa y ponerse a día de sus actividades. ¡Me encantaban aquellos días porque podía ver a mis amigas y comer mucho dulce! Deseaba estar con ellas más tiempo, pero sólo era un día.
El festín se llevaba a cabo en el patio trasero bajo las estrellas. En esos días todos parecían muy felices; y los hombres mayores se emborrachaban y reían de cosas que no entendía.
Mi vida diaria no era tan aburrida como parecía. Me daban tiempo para jugar con mis juguetes y comer algo de dulce; en muchas ocasiones me había robado algunas tartas de la cocina. ¡No podía soportarlo! ¡Me encantaba su sabor! ¡Era taaaaan delicioso!
En otras veces pedía unos juguetes que veía en un papel que traían al castillo. Mi madre daba la orden y en cuestión de pocos minutos estaban en mis manos.
Mi sueño era poder explorar todos los lugares, ¡Salir del castillo y ver las maravillas que se encontraban afuera! Quería tener ya diez años.
«¿Cómo sabrá la comida de afuera? ¿Habrá personas buenas o malas? ¿Los animales estarán bien cuidados? ¿Será cierto lo que me cuenta mi padre sobre caballeros que se han rebelados contra nosotros? Si es así, ¿Por qué lo harían? ¿Cuáles son sus motivos?» Muchas preguntas y ninguna respuesta.
—Akko —llamó mi madre.
—¡Estoy aquí! —grité para que me escuchara.
Ella subió las escaleras.
—¿Qué haces en este lugar? Sabes que es peligroso.
—Lo sé –dije sin quitar la mirada del pueblo que veía desde la torre.
Suspiró.
—Sé que estás emocionada por salir del castillo, pero puedes resbalarte y caerte. No quiero que mi única hija se lastime.
—¿Crees que si me caigo... sólo me lastimare? —La miré inocente.
—Más que eso. No podrás ver la luz del sol mañana —aseguró mirándome con preocupación—. Vamos adentro, la cena estará lista.
—Voy... —dije y me bajé de la pequeña silla, para después llegar a donde estaba y tomar su mano.
—Cuando quieras subir otra vez a este lugar que te encanta, avísame para acompañarte —ofreció con una sonrisa.
Le devolví el gesto y le extendí mis brazos para me cargara.
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Fin del Cap. 1 (Orfanato)
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Había una vez... (Diakko♥)
RomantiekCaballeros, reinas y reyes, con sus doncellas y princesas. Cada uno con su reino en diferentes países. ¿Cuántos lugares te atreverás a recorrer para encontrar al amor de tu vida? ¿Cuántos reinos deberás visitar para hallar a una sola princesa que só...