11. Del episodio 4 - Celos II

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Siempre he sido de la opinión de que, si estás segura del amor de la otra persona, si eres correspondida, los celos no tienen cabida en esa relación. Quizás esta visión me venga porque siempre he tenido en mi entorno el gran ejemplo de mis padres. Ellos siempre se han compenetrado muy bien. Mi padre, Bulut Cener, es un hombre muy atractivo pero es tan reservado y tan celoso de su intimidad que jamás dio motivos a mi madre para sentir celos. Tampoco mi madre puso jamás los ojos en otro hombre después de conocer a mi padre aunque, por lo que he podido llegar a intuir, en su época de becaria, sí que estuvo enamorada de tío Can. 

Con lo celosa que sé que es mi tía Sanem, no entiendo que se lleven a las mil maravillas. Aunque creo que eso no siempre ha sido así. Celos profesionales o celos de otra índole. Me da que hubo mucho de ambos entre ellas pero en algún momento de la vida, ambas encontraron algún tipo de equilibrio. Ambas son mujeres muy creativas. Si solas son brillantes, cuando se juntan, tal y como dice tío Can... son espectaculares.
Me alegro de que mi padre se cruzara en el camino de mi madre en algún momento de su vida. Muchas veces me he quedado observándoles y me han dado mucha envidia. Tienen una manera muy peculiar de entenderse el uno al otro. Mi padre se queda embobado mirándola cuando piensa que nadie les observa. Y a mi madre le pasa lo mismo. Le ve entrar por la puerta y su rostro se ilumina. Les he visto actuar ante la cámara en una promo rodada mucho antes de que yo naciera. En un momento dado mi madre se gira hacia a él y su mirada se queda enganchada de la de mi padre. Yo también quiero eso para mí.
Mi tía Sanem dice que con una mirada basta. Si eso fuese verdad... hace mucho que yo... En fin, mejor ni pensar.
La he observado en la distancia, a mi tía Sanem, me refiero. Su relación con tío Can es explosiva. Donde mis padres son una balsa de aceite ellos parecen la llama y la sartén. Si mi madre alguna vez pierde los nervios, mi padre la calma. En cambio he visto discusiones entre mis tíos y ellos son fuego y candela. Son brasas y cerillas. No entiendo que una relación tan explosiva como la de ellos haya aguantado en el tiempo. Algo de verdad tiene que haber en eso de que si estás destinado a alguien... por muchas trabas que te ponga el camino, al final, todo será lo que tenga que ser.
Tío Can es muy impulsivo en lo que a tía Sanem se refiere. Mi madre me ha contado infinidad de veces que, en el inicio de la relación, cuando tía Sanem acababa de llegar a la agencia, muchas veces tuvieron que echar mano de inventiva para paliar los desastres que tío Can ocasionaba por culpa de sus celos. Nadie entendía la actitud de tío Can en esos momentos. Se mostraba posesivo y actuaba de manera muy poco lógica para él. Imagino que sí que es verdad que los hombres pueden cometer tonterías y actuar de forma impulsiva si ven peligrar lo que ellos creen que es suyo. Y sé, porque me lo han dicho hasta la saciedad y además leí a escondidas «El Fénix y el Albatros» que si tío Can consideraba a tía Sanem como suya desde el inicio... ella no se quedaba atrás. Lo más singular de todo es que todo vino a raíz de un perfume. Un perfume que elaboraba mi tía y cuya fórmula sólo ella sigue conociendo. Todo lo que ha ido elaborando para la marca en la que trabaja son variaciones de esa fórmula y de otras pero, jamás, ni siquiera cuando estuvo entre la espada y la pared y estuvo a punto de perder a tío Can -una de tantas ocasiones, al parecer- se desprendió de la fórmula original. Ésa siempre la ha tenido a buen recaudo.
Ahora soy más adulta pero todas las historias que oí de niña me han llevado a reflexionar una y otra vez sobre este tema. Y siempre llego a preguntarme si de verdad puede una mujer llegar a perderse a sí misma si te falta esa otra mitad que consideras tuya.
No puedo dar respuesta a esa pregunta. Igual algún día sí, pero no en estos momentos. No obstante, muchas veces me he intentado poner en la piel de tía Sanem en aquella fiesta dada por Enzo Fabri y creo que si alguien como tío Can, me hubiera tomado de la mano, la habría agarrado con fuerza -al igual que hizo ella- y abandonado todo sin mirar atrás. Esa clase de amor es con la que toda mujer sueña en esta vida por mucho que se niegue a reconocerlo. Ellos vivieron -y aún siguen haciéndolo- un verdadero cuento de hadas. Un cuento de hadas con muchas trampas y piedras en el camino, sí, pero cuento de hadas al fin y al cabo.

RECUERDOS (¿Spin-off? de Erkenci Kus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora