Del capítulo anterior...
-¿Te hace gracia, eh? -preguntó mientras se acomodaba entre las piernas de ella.
-Mucha -dijo Sanem aguantando un jadeo-. Te recuerdo que tú antes te has reído a mi costa recordándome bajo el escritorio. Ahora me toca a mí.
-¿Qué recuerdo tienes, eh? -dijo Can acariciando el brazo desnudo de ella.
-Mmm. Ahora mismo te veo bastante enfadado intentando convencerme de que Levent no tenía barba el día del XL Aniversario......
-Es que... ¡No tenía barba! -masculló Can mordiendo el hombro de Sanem.
-Eso me quedó bastante claro -comentó entre risas Sanem-. Pero me encantaba que me celaras del modo que lo hacías. Me sentía valorada y a la vez deseada. Si hubiera podido hablar libremente sin miedo a que te fueras...
Can le acarició la mejilla, siguió con la sien y luego dibujó la ceja de su compañera hasta poder aferrarse de sus cabellos. De pronto se quedó quieto y la miró a los ojos. Sanem volvió a sentir ese pellizco en el estómago que siempre sentía cuando él la miraba y sonrió.
-Tienes la sonrisa más bonita que he visto en mi vida -dijo el hombre-. Cuando sonríes mi mundo se llena de luz.
-Mi mundo siempre es de luz cuando te tengo entre mis brazos.
Sanem le echó los brazos al cuello y presionó con sus manos en la nuca para que Can acercara su rostro al de ella, envolvió la cintura de su marido con sus piernas y Can le acarició el muslo por encima de la falda que llevaba puesta. Estaba a punto de besarla, sus alientos se mezclaban cuando él alejó la cabeza y comenzó a reír.
-Arggg -protestó Sanem-, ¿se puede saber qué te ocurre hoy?
Can comenzó a reír, apoyó la frente sobre el plexo braquial derecho de Sanem y ahogó allí la risa. Sanem agarró el moño de Can con fuerza y tiró de él para enfrentar su mirada.
Can observó la expresión de enfado de Sanem, su entrecejo fruncido, sus ojos de gacela transmitían su enojo y a la vez deseo contenido.
(Huy, huy, huy. Can, tu chica ha fruncido los labios y está arrugando la nariz. Chaval, estás en problemas.)
-Caaan, contesta -gritó enojada-, ¿qué te pasa hoy?
Por toda respuesta, Can volvió a reír con más ganas.
-Ah, Sanem, ah -dijo Can-, hemos abierto la Caja de Pandora. El regreso de Ateş, las charlas con nuestro hijo, las tuyas con Deren... los recuerdos de nuestro noviazgo no-noviazgo me inundan la cabeza de momentos vividos que son difíciles de olvidar. Tú has recordado a Gamze y a Levent por motivos obvios. No sé qué pudo ver Gamze en ese estirado ni cómo es que llegaron a terminar juntos, Levent es un buen tipo pero, créeme, no es el tipo de Gamze.
-¿Acaso lo eras tú? -Sanem le mordió en el hombro y Can hizo una mueca de dolor.
-Guarda las dentelladas para luego, nena. Las apreciaré mucho más -dijo mientras volvía a reír y la aferraba de la cintura. Sanem se sintió atravesada por la fiera mirada de su león.
-No me gusta que hables de Bambi, ya lo sabes -dijo.
-No te gusta que hable de ninguna de las mujeres que me rondaban. ¿Cómo las llamabas? Ah, sí, mujeres comando. -Y Can volvió a reír.
-¡Quítate de encima! ¡Me voy!
Can chistó y movió la negativamente la cabeza.
-Tú no te vas a ninguna parte, gatita.
Pero Can no pudo evitar soltar otra carcajada.
-Estás imposible.
Sanem se removió intentando quitarse de encima el pesado cuerpo de Can. Era inútil. Seguía conservando la buena forma de treinta años atrás y seguía siendo un mastodonte imposible de moverle a menos que él se dejara mover.
Sanem removió la cabeza sobre la almohada y no fue consciente que dejaba desprotegido el lado izquierdo de su cuello. Can aprovechó el despiste para hundir su nariz en el hueco que formaba éste con el hombro e inspiró.
-Tu aroma me vuelve loco. Siempre lo ha hecho. Este aroma... -Can volvió a inhalar la delicada fragancia de flores silvestres que emanaba sutilmente del cuello de su mujer.
-Este aroma me ha metido, en más de una ocasión, en graves problemas -dijo Sanem.
-Cierto, muy cierto -confirmó Can-. Pero es el que me ató a ti de por vida. El único rastro que pude seguir para encontrarte y saber reconocerte.-Sigue hablando así y te dejaré escribir mi próxima novela -contestó Sanem sonriendo.
Can la miró y se perdió en sus ojos. Sanem lo miró y se perdió en los de él. Durante unos instantes se hablaron con la mirada. Can sonrió con esa sonrisa torcida y ella le correspondió al igual que la imagen en un espejo.
-Nadie, nadie, óyeme bien, puso jamás en peligro lo que siento por ti. Soy como los albatros, hombre de una sola mujer. Mi amor por ti nadie lo pudo romper. Ninguna mujer me hizo jamás plantearme siquiera la posibilidad de dejarte, ni me hizo flaquear.
Sanem lo sabía. Desde su regreso, lo sabía. No obstante, cuando aún su relación estaba en los comienzos, sus inseguridades la acompañaban siempre y no veía salvo rivales por todos lados. Can era atractivo, imaginativo, siempre estaba rodeado de una fuerza y un magnetismo del que era imposible escapar y las mujeres caían a sus pies como moscas.
-¿Ni siquiera Ceyda? -preguntó ella muy bajito rozando con sus labios la oreja de Can.
-Mucho menos ella.
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RECUERDOS (¿Spin-off? de Erkenci Kus)
RomanceEn cada capítulo se extrae una escena puntual de la serie que lazó al estrellato internacional a Can Yaman y Demet Özdemir. Verás dichas escenas desde un punto de vista bastante diferente entretejiendo pasado y futuro de todos sus personajes. Descub...