17. Del episodio 5 - Nada que hacer

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Ella estaba frente al espejo. Pese a los años que habían pasado desde que la vio por primera vez varada sobre aquel camino embarrado, siempre que la miraba, sentía mariposas en el estómago.
Se echó sobre el quicio de la puerta y observó a su mujer cepillar una y otra vez su brillante pelo color caoba. Siempre había tenido el mismo color. De joven, su color natural, ahora, con cincuenta y siete años, gracias a lo artificial. Siempre tan hermosa, siempre tan temperamental.
Los ojos caramelo con aquellas extrañas motitas verdes, que había heredado su hija, refulgieron en el cristal cuando vio su reflejo, una sonrisa comenzó a dibujarse en sus labios antes de que su mirada se centrara en el ojo amoratado que lucía.
La mujer frunció el ceño y se volvió a mirarle. Su hermosa sonrisa dio paso a una mueca de asombro.
-¿Qué demonios te ha pasado en ese ojo? -preguntó la mujer señalando hacia la zona amoratada.
-Tu hermano -contestó el hombre con una media sonrisa al tiempo que se frotaba la mandíbula.
-¿Mi hermano? -volvió a preguntar-. ¿Cuál de ellos?
El hombre, por toda respuesta, arqueó la ceja izquierda.
-Entiendo -dijo la mujer-. ¿Le devolviste el golpe? -preguntó con una media sonrisa-. Espero que al menos le hicieras besar la lona...
-Es imposible tumbar a Can de un golpe. Tiene dos años más que yo pero es un toro. A veces me pregunto si es humano. ¿Cómo le suele llamar Sanem?
-Mastodonte -dijo entre risas la mujer-. Anda, ven aquí, te curaré ese ojo.
Pero Bulut no pudo moverse de dónde estaba. Vio como ella atravesaba la puerta que comunicaba la habitación con el baño.
Deren rebuscó en el armario botiquín hasta dar con una de las cremas naturales de Sanem para los golpes, volvió a la habitación y se acercó a su marido. Apenas le llegaba al pecho. Pese a ejercer de abogado, había seguido haciendo ejercicio al aire libre. Cada mañana corría con Can y muchas tardes se desplazaban hasta el gimnasio para entrenar. No entendía que, con casi sesenta años, aún estuviesen con ésas. ¡Hombres!
Deren se paró frente a su marido y éste se irguió. Tuvo que ponerse de puntillas para besarle. Bulut agachó la cabeza para facilitarle el encuentro, la rodeó con su brazo derecho y la pegó a su cuerpo.
Deren abrió los labios y Bulut profundizó el beso introduciendo la lengua dentro de la boca de su mujer. El roce de la lengua femenina con la suya le hizo emitir un quejido. Bajó la mano hasta el trasero de la mujer y la pegó aún más a su cuerpo. Deren tuvo que aferrar el bote de crema con fuerza, estaba a un tris de dejarlo caer al suelo y armar un estropicio.
Bulut se separó de ella y sonrió.
-Me encantan las bienvenidas que siempre me das. Veamos si vas a estar tan complaciente cuando escuches lo que tengo que de decir. ¿Dónde está Sule?
-En su habitación. Está conectada al Skype hablando con Derya. Al parecer, vuelve mañana. Quiere estar en el XXX Aniversario de la boda de sus padres.
-Ates llegó hace dos días -dijo el hombre-. ¿Quieres que la mandemos con mi hermana por una semana?
-No tengo claro que esta vez sirva eso de mucho -dijo Deren-. Creo que Ates ha vuelto para quedarse.
-No sé muy bien como voy a manejar esto.
-Pues lo manejaremos juntos, con cabeza y mucho corazón.
Bulut subió la mano desde el trasero de Deren hasta la nuca. En su recorrido, acarició la estrecha espalda de su mujer; al llegar al cuello se aferró a sus siempre lisos cabellos. Por un momento volvió a verla como aquel día: luminosa, una estrella brillante que refulgía con luz propia. Si no hubiera estado ya enamorado de ella... ese día habría caído rendido a sus pies.
Volvió a besarla, lo hizo porque no pudo resistirse pero esta vez fue un beso fugaz.
Deren echó la cabeza hacia atrás y miró a su marido. Su cara reflejaba la preocupación que sentía. Al igual que ella.
-Anda, siéntate, te pondré esto en el golpe y a ver cómo amanece por la mañana ese ojo. Deren atrapó una de las manos masculinas con una de las suyas y tiró de él. Le condujo hacia la cama. Bulut se sentó sobre le colchón, abrió las piernas y Deren se situó frente a él entre ellas. Abrió el bote, introdujo dos dedos en la espesa sustancia verdosa y, con la otra mano, giró el rostro de Bulut para aplicarle la crema sobre el morado formado con mucho cuidado de que ésta no entrara en contacto con el ojo de su marido.
-¿Te duele? -preguntó mientras sus dedos obraban su magia sobre el golpe.
-No -contestó él con una sonrisa en los labios.
-¿Eres un tipo duro, eh? -preguntó con sorna ella.
-Mucho -dijo Bulut enfrentando su mirada. Sus ojos oscuros refulgían con un brillo pícaro que la mujer sabía muy bien lo que siginificaba.
Deren sonrió. Primero tímidamente y luego comenzó a reír a carcajadas.
-Eres imposible, marido mío -dijo al tiempo que se sentaba sobre el muslo izquierdo del hombre y le echaba el brazo derecho por el cuello.
-No lo sabes tú bien.
Bulut pasó su brazo izquierdo por la cintura de ella y con la mano del otro le acarició la mejilla. No aparentaba la edad que tenía. Su piel aún era suave, las arrugas que mostraba eran muy sutiles y sus ojos aún refulgían con vida propia.
Le acarició el muslo y luego dirigió sus dedos al vientre de ella. Deren contuvo un jadeo y apoyó la cabeza en el hombro de él. Bulut apoyó su frente en la de ella.
Se sintió amada, apreciada. Bulut había entrado en su vida de la manera más casual posible y se había quedado en ella para siempre. Había asaltado su corazón y se había quedado con él por toda la eternidad. Su bruto jardinero, su estiloso abogado, su amado compañero.
-Hoy ha estado aquí Sanem. Se ha marchado hace un par de horas. Hemos recordado viejos tiempos. ¿Sabes algo? Una vez estuve enamorada de Can.
Bulut se apartó de ella como si le hubieran dado una descarga y la miró con sorpresa.
Deren comenzó a reír.
-Espero que no te dé ahora un ataque de celos. Creo que jamás te he dado motivos para ello.
-No, no lo has hecho. Siempre he estado muy seguro de nosotros. Es que me has sorprendido. Imagino que eso fue antes de que Aziz te adoptara.
-Huy, claro. Y ahora que analizo la situación fríamente me doy cuenta de que, quizás, no fuera «enamorada» la palabra adecuada. «Deslumbrada» creo que sería lo más correcto. Él era un hombre tan cariñoso conmigo... me hacía sentir bonita y delicada. Sé que me tenía cariño y que igual yo pude hacerme ilusiones porque, analizando la situación con la experiencia que dan los años, veo que, pese a que me trataba de manera diferente al resto, él jamás dio muestras de sentir algo más por mí que lo que he comentado. Cuando volvía de dónde fuese que viajara, siempre pasaba por mi despacho con algún regalo, pensé que, quizás, algún día, me vería como mujer y no como una amiga o una hermana pequeña. Sabía que tenía a Polen en su vida, pero esa mujer no era una verdadera novia. Se veían, ¿cuánto? ¿tres? ¿cuatro veces al año? Eso no podía ser una relación de verdad. Vi el cielo abierto cuando comunicó que se quedaba en Estambul para suplir a su padre al frente de Fikr'i Harika. Me dije: «Ésta es tu oportunidad, Deren». Pero, me equivoqué de medio a medio. Apareció Sanem y todos mis castillos de naipes cayeron carta a carta sobre mis ilusiones.
»Tendrías que haberles visto cómo se miraban. Can se la comía con los ojos. Su mirada la seguía donde quisiera que ella fuese. Pero, ¿sabes cuándo fui consciente por primera vez de que no tenía nada que hacer? En la retirada que ofreció el malnacido de Fabri. Unas jornadas de convivencia entre las empresas publicitarias que trabajaban para él.
»Sanem fingía que tenía prometido, Osman -Deren sonrió al recordar al carnicero que se convirtió en estrella de televisión-, y a la vez CeyCey y yo habíamos convencido a Enzo de que el prometido real de Sanem era Can.
»Bueno, lo que iba diciendo, que me desvío.
»Llegamos a aquel retiro. Se habían preparado varios juegos. En el último, a Sanem le taparon los ojos y la obligaron a intentar reconocer a seis personas. No tardó en reconocer a Osman, a su hermana Leyla o a Güliz, ya sabes, la ex de Muzzo. Pero, cuando le llegó el turno de adivinar quién era Can...
»Cariño, te juro que el alma se me fue a los pies. Tendrías que haberlos visto. La delicadeza con la que ella le acariciaba me atrevesó el corazón. Can cerró los ojos y estoy segura de que se quedó atrapado allí, en esas caricias. Ella dijo que no lo reconocía pero estoy segura de que mentía. Y luego... en la comida...

RECUERDOS (¿Spin-off? de Erkenci Kus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora