xExtrax

1.3K 179 190
                                    

—¿A dónde vas, Frank?—Gerard se encontraba doblando y acomodando ropa dentro del clóset. Estaba realmente cansado, en su trabajo los niños se le salieron de control cuando uno de ellos tiró de su comida a un compañero. Eso no terminó bien, tuvo que gritar para tranquilizarlos y después algunos comenzaron a llorar, a veces odiaba tratar con niños de cuatro años.

—Necesito comprar algunas cosas—El contrario miró la hora en su celular y luego volvió su mirada al menor levantando una ceja. Se sentó sobre la cama dándole la espalda, sin decir nada.—¿Qué pasa?.

—Son las diez de la noche, ¿qué tenés que comprar?—Frank acomodó su bufanda y tardó un momento en responder.

—Tengo ganas de fumar—El ahora pelinegro bufó por esa respuesta, no le agradaba para nada que Frank fumara, además le parecía extraño que saliera tan tarde.

—¿Por qué no compras por la tarde?, siempre hay algo que quieras salir a hacer en la noche—El menor lo miró entrecerrando los ojos, se puso inmediatamente a la defensiva con ese comentario.

—¿Qué estas insinuando?.

—¿Qué estoy insinuando?, la verdadera pregunta debería hacertela yo—Gerard se puso de pie frente al contrario, subiendo un poco el tono de su voz.—¿Te estas encontrando con otra persona?.

Frank blanqueó sus ojos, descartando totalmente las palabras de su esposo. Aunque no podía negar que irse por la noche y volver cuando su esposo ya se encontraba dormido era demasiado sospechoso y extraño.

—Simplemente quiero ir a la tienda, Gerard, deja de exagerar las cosas—El nombrado se molestó aún más por esas palabras. Ignoró al castaño y pasó por su lado para ir directamente hacia la mesita de luz junto a la cama, del lado donde Frank dormía.—¡No toques mis cosas!.

El pelinegró continuó ignorandolo, buscó entre todas las cosas de ese cajón, hasta que detrás de todo encontró dos etiquetas de cigarrillos. Una de ellas ni siquiera estaba abierta.

—¿Tantas ganas de fumar tenes que necesitas más de dos cajetillas?—Gerard tiró las pequeñas cajas al suelo con enojo. El castaño no supo qué decir, se sentía acorralado—Quiero que me digas por qué me mentiste.

—No es lo que estas pensado, Gee.

—¡No me digas Gee!. Yo sabía que algo pasaba, pero como soy un idiota no quise molestarte con preguntas—Lo señalaba con intensidad, su voz se elevaba, se sentía traicionado.

—No tiene nada que ver con otra persona, tranquilízate.

—No me voy a tranquilizar hasta que me digas qué pasa—Se cruzó de brazos, esperando una respuesta que aclarara todas sus dudas.

—Gerard, no quiero hablar sobre eso—Frotó sus manos nervioso, mirando hacia otro lugar.

—¿Hice algo malo?, ni siquiera me besas. Necesito que me expliques qué te está pasando—Aunque había comenzado sus palabras de una forma bastante agresiva, hacia el final de su frase su voz se iba tranquilizando. Eso pasó porque pudo notar cómo Frank agachaba la cabeza y mordía su labio inferior, lo conocía tan bien que sabía el significado de esas acciones.

Gerard acarició un poco el rostro del menor, sabía que iban a tener una larga charla. Y quería entender las razones de su comportamiento, intentaría no ser tan impulsivo, ni acusarlo por cosas de las que no está seguro.

—¿Por qué estan gritando?—Una vocecita aguda se escuchó desde la puerta. Cherry ya había ingresado a la habitación, se la notaba adormilada, pero al mismo tiempo con muchas ganas de hacer preguntas.

—Sólo estamos hablando preciosa, volvé a la cama—Respondió Gerard, señalando la puerta. Frank solo la observaba. La menor hizo un intento de engañarlos yendo hacia la cama, pero a la de ellos.—No Cherry, a la tuya.

Finalmente la pequeña se rindió, yendose por donde entró, musitando un "hasta mañana" y haciendo que ambos mayores le dejen un beso en la frente, a ella y a su peluche.

—Bueno—Comenzó Frank, rompiendo el cálido ambiente que había dejado Cherry. El pelinegro lo alentó a continuar, ganando un suspiro por parte del contrario.—Lo que pasa es que en el último tiempo me estuve notando diferente—Gerard lo miró confundido, levantando una ceja.—Mi abdomen ya no está plano como antes.

—Es imposible que estés embarazado, Frank.

—¡No me refiero a eso!—Renegó el castaño, sabiendo de ante mano que el mayor le respondería algo por el estilo.—Estoy gordo, cada vez me veo más viejo y vos estas perfecto.

—¿Estas hablando en serio o es alguna excusa que se te acaba de ocurrir?.

—Gerard, me da verguenza que me veas...—Frank dejó la frase en el aire, no quería terminarla, era obvio a lo que se refería.

—No estoy escuchando esto—Se negó el mayor, no podía creer la tonta razón que le estaba dando. Inclinó su cabeza, intentando ver al contrario a los ojos, para comprobar si eso era cierto.

—Es la verdad, tus amigas deben preguntarte todo el tiempo por qué estas con alguien tan similar a Yoda de Sta...—El pelinegro le dió un pequeño golpe en la cabeza, haciendo que dejara de hablar.

—Deja de decir ridiculeces—Gerard reía por la comparación que había hecho, todavía pensaba que era algún tipo de broma lo que le estaba diciendo. Frank hizo un puchero junto a un suspiro.

—No te rías—Parecía un niño que acababa de ser regañado, se mordía el labio inferior y sus ojos estaban cristalizados.

Gerard intentó tomarlo en serio, pero no pudo, realmente no entendía cómo la persona que para él era la más hermosa podía sentirse así. Al ver una lágrima resbalandose por su rostro se sintió mal por no creerle y decidió decir todo lo que pensaba.

—Frank—Tomó su rostro entre ambas manos, dejando un rápido beso en la punta de su nariz.—Te amo, y no hay absolutamente nada que pueda cambiar eso. Ni siquiera cuando las estrellas se apaguen o el cielo deje de ser azul, nunca voy a dejar de amarte. Siempre me vas a tener a tu lado, entre mis brazos hay un lugar permanente para vos, como lograste tenerlo en mi corazón.

—No me hagas llorar—Respondió el menor, aunque ya lo estaba haciendo. Se sentía como alguien cruel después de haberse alejado de Gerard por una razón como la suya.

—Llora todo lo que necesites, siempre voy a estar para secar tus lágrimas y recordarte que sos el hombre más bonito de todo el universo—Limpió las mejillas mojadas y sonrojadas del castaño, admiró sus pestañas húmedas, lo hacían ver extremadamente tierno.

Se envolvieron en un abrazo que sanó todas las inseguridades del menor. Ambos se miraron con profundidad, encontraban tanta paz en ese acto, era como si todos los ángeles cantaran alrededor de ellos festejando su amor, ese que habían esperado toda su vida y sólo podía describirse con una palabra; puro.

Bonito. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora