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No entendía las estúpidas normas de el jardín de infantes. Eran sólo unos niños que iban a colorear, jugar y tal vez pelear con algún compañero.

Entonces, ¿Para qué necesitaban específicamente un plato amarillo?

Es que lo había estado buscando ya por tres tiendas, para ser exactos, y ninguna tenía las cosas que exigía el papel de inscripción.

Ya se había cansado de buscar, sólo consiguió el vaso amarillo, pero el plato no. Además de eso, debía comprar su uniforme, a ese no tenía que esforzarse tanto buscandolo. Había una tienda que exclusivamente se debicaba a hacer esos uniformes (son una especie de pintorcitos, tiernos por donde los mires).

Frank llegó a la tienda, al fin, y pidió el trajesito para su hijo. Dió el nombre de la escuela y el talle, pronto se lo alcanzaron. Él lo examinó, para asegurarse de que sea del tamaño de su niño.

Aprovechó el momento para preguntar por algo que le venía molestando hace varias cuadras.

—¿Usted no sabe dónde venden platos amarillo?—Se sonrojó un poco por lo rara que había sonado su pregunta, pero el empleado sólo rió y le comentó sobre un bazar a un par de manzanas. Seguramente ya estaría acostumbrado a ese tipo de preguntas. Le dió las gracias y salió como rayo hacia el bendito lugar que parecía ser el único que vende platos de colores.

Soltó un suspiro de alivio al verlos en una estantería, se acercó y tomó uno, lo pensó por un segundo y decidió llevar dos. Conocía a su hijo, lo más seguro es que lo extraviara al tercer día. Lo dejó en el canasto que traía consigo, ya que estaba ahí, compraría otras cosas.

Dió varias vueltas al lugar, se decidió por comprar también una taza con un motivo de Star Wars, de plástico. Probablemente Miles estaría muy feliz de verla.

También se llevó algunas cosas más, pero son tan innecesarias que ni merece la pena nombrarlas. Pasó de nuevo por el pasillo de los platos imposibles de conseguir y vió a una mujer tratando de encontrar uno en específico.

Fingió estar buscando algo cerca de donde ella estaba para ver lo que pasaba, qué chismoso.

La mujer estaba acompañada de una niña, más o menos de la edad de Miles. Era bastante alta (o él es muy enano) y no paraba de buscar algo.

—Ya no hay más amarillos, amor—le comunicó a la pequeña niña, que no alcanzaba a ver lo que su madre estaba haciendo.

Los labios de Frank formaron una "o". Quiso reírse un poco de haberse llevado los últimos, pero luego recordó que si eso le pasara a él y otra persona se riera, seguramente haría una pequeña guerra para robarle uno.

Ella también se veía jóven, y estresada, justo como él. Vió su canasto de compras, los dos platos estaban descansando ahí, levantó uno y se dirigió a la mujer.

—Hola, no quiero parecer un entrometido—Comenzó a expresarse.—Pero escuché lo que le dijiste a la bebé y...—Sacó uno de los bonitos platos amarillos, a la jóven le brillaron los ojos.—A mí me sobra uno.

La que, supuso Frank, era la madre de la niña lo recibió de inmediato, sonriendo.

—Ten Bandit, déjalo en el canasto—Grande fue su sorpresa cuando escuchó la voz bastante grave que poseía "la mujer".—Muchas gracias, ¿de verdad no lo necesitas?.

Frank seguía un poco confundido, en realidad la mujer no lo era realmente. Ahora que se encontraba cerca, y no estaba haciendo voz aguda para dirigirse a su hija con cariño, podía darse cuenta lo obvió que era.

Tenía unas facciones muy delicadas, un cuerpo esbelto y el cabello un poco largo, de un rojo fantasía. Su voz no era la más varonil que digamos pero si lo tenías cerca era demasiado obvio que es un hombre.

—Oh, no, no lo necesito—Habló con la total atención del chico con pelirrojo.—Lo estaba llevando por si las dudas, porque mi hijo siempre pierde las cosas.

—Aah—Respondió el otro padre.—Bandit tambien es así, ese tipo de cosas nunca le duran más de un mes.—Rió un poco, levantando a su pequeña en brazos—¿Cómo te llamas?.

—Frank, ¿y vos?.

—Gerard, un gusto—Se dieron la mano en forma de saludo.—Me encantaría que sigamos charlando pero tengo que dejar a Ban de su madre.

—Oh, claro.

—Frank, ¿puedo tener tu número?—Sonrió, dejando ver unos pequeños dientes. El nombrado se sorprendió un poco por la pregunta, él nunca se hubiera animado a preguntar algo así; sin embargo sacó su celular y se lo dió

Sonriendo a más no poder, Frank, terminó de hacer las compras y tomó un taxi que lo llevó hasta su casa, ahí lo esperaba su madre con Miles.

Cuando estuvo a punto de contarle a su mamá lo que había pasado (porque no podía evitar emocionarse igual que un adolescente) su celular sonó.

"Hola Frank, soy Gerard. ¿Cómo estás?"

Era un mensaje demasiado simple, no insinuaba nada, ni parecía tener segundas intenciones. Pero hacía tanto que no había un contacto nuevo en su celular. Más específicamente, desde que Jamia lo dejó.

* * *

Hola bellezaaaas, nueva historia. No creo que la actualize taaaan seguido pero weno

Espero que les guste y la sigan leyendo (": ❤

Bonito. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora