Capítulo 9.

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Mis pies temblorosos subían las escaleras aferrándome al pasamanos como si fuera a caer en un abismo, mis manos sudaban apretaban la mochila extra que llevaba llena de cuadernos, mis ojos observaban todo cuidadosos de cualquier problema, las risas burlonas se escuchaban al final de los peldaños en ese momento deseaba con mi corazón salir de ese problema y que todo quedara en paz; las miradas de las personas que más aborrecía me barrían de arriba abajo buscando todos mis defectos e inseguridades, esos tipos eran los ídolos de la escuela mientras que para mí eran solo problemas, sus figuras a seguir en el tema de moda y deportes, sin preocupaciones reían y fumaban alejados de cualquier autoridad que ignoraba sus faltas con tal de que enaltecieran a la escuela en sus torneos y premiaciones.

—Tan puntual como siempre —dijo un chico de ojos azules que me arrojó la colilla de cigarro a los pies.

—Aquí está todo —contesté con el tono más tranquilo que logré.

—Creo que con esto no tendremos ningún problema con esos viejos maestros —apuntó una chica que admiraba su cuaderno analizando el parecido de su caligrafía a la que imité con sus corazones y estrellas que adornaba en cada página.

—Es convincente, hasta mi madre podría jurar que es mi espantosa letra —añadió otro chico.

—Creo que ahora me marcharé —declaré girando sobre mis talones.

—Oye, ¿por qué tanta prisa? podríamos incluirte en nuestro selecto grupo, claro pagando tu exclusividad con algunas tareas a la semana —sugirió una chica meneando su lacia melena dorada.

—Lo tomaré en cuenta —contesté intentando girarme para marcharme, pero una mano fuerte me detuvo.

—Podrías ser una de nosotros, claro hasta te invitaríamos a varias de nuestras fiestas y podrías acostarte con alguno del equipo —dijo un chico que al mirarlo me di cuenta que era el portero.

Esa mirada no podía quitármela de encima, me miraba con deseo y lujuria desnudándome mentalmente, con un jalón me quité su mano de encima, los otros rieron causándole que su rostro enrojeciera y apretara sus puños; mordió su labio y dio la vuelta para sentarse con sus amigos encendiendo otro cigarrillo, de nuevo di la vuelta y caminé lo más rápido posible para no parecer tan ansiosa, al bajar las escaleras corrí hacia la biblioteca tomé el primer libro que vi y mi rostro se humedeció con mis lágrimas, una parte estaba feliz que me librara de esa tortuosa tarea pero esa mirada me lleno de terror no era la primera vez que la sentía, anteriores veces no la había notado con tanta excitación, el problema radicaba en que si le comentaba algún maestro no me creerían y para colmo me los echaría encima de nuevo, lo mejor sería esperar a que terminara el curso y no verlos jamás.

La concentración en clase mejoró, lo notaba mientras contestaba mi examen las respuestas fluían de mi mente a mi bolígrafo como en el pasado al recordar la información que había leído con anterioridad, incluso con mayor auge ya que el haber hecho las tareas de los acosadores me había implicado mayor información en mi cabeza; tras terminar el tiempo del examen giré la hoja y me perdí en la ventana que daba dirección al campo de soccer donde el equipo entrenaba, recordé como apoyaba a Vincent en sus entrenamientos, deseaba transportar mi memoria a ese momento para advertirme de los problemas futuros.

Tomé mi celular con sigilo esquivando las miradas del profesor que dirigía a los alumnos que acostumbraban a copiar las respuestas de sus compañeros, parecía un halcón analizando cada movimiento de su presa, con algunos toques mandé un mensaje a mi madre para que me recogiera ya que necesitaría material para una exposición, la excusa perfecta para sugerir alguna película de la cartelera y distraer mi cabeza.

Ya en la fila junto a mi madre mis ojos brillaban y mi corazón se emocionaba al ver una película que se estrenaba, de una novela que me había gustado.

Todas las noches que soñé contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora