Las semanas pasaron no había tenido contacto con mis amigos, siempre pasaba por sus casas teniendo la tonta esperanza de topármelos cuando salieran a tirar la basura, pero ninguna señal de ellos. El equipo de fútbol había bajado su rendimiento, sin su estrella bajaban puestos en la tabla de equipos escolares, varios de los jugadores me miraban con odio culpándome de alguna forma.
En los pasillos era atacada siempre con burlas, las trataba de ignorar, pero había algunas que me rompían el corazón.
—Los únicos amigos que se consiguió fueron unos maricones.
—Acaso te acostabas con ellos y por eso decidieron besarse entre ellos.
—Si te diera vergüenza ya no vendrías a esta escuela.
Mentiría si dijera que mis calificaciones se mantuvieron, conversaba con mis padres sobre mis problemas, pero ellos sólo decían que los ignorara que eran problemas normales de adolescente, pero era demasiado para ignorar.
Al recibir varias citas mis padres por mis bajas calificaciones me comenzaron a llevar con un psicólogo para tratar de ayudarme con la situación que estaba pasando en mi vida.
El doctor Javier Estrada psiquiatra colega de mi padre había ayudado a la familia desde hace varios años, incluso había asistido a muchas de las fiestas que organizábamos, para mí era más como un tío que como un especialista de la conducta humana, mi primera sesión temía que me indujera una especie de hipnosis y revelara lo de mis sueños y sobre las cápsulas que tomaba, o peor aún sobre ese extraño personaje llamado el barón Azaril.
—¡Hola! vaya, pero como has crecido —dijo extendiendo su mano.
Miré su consultorio era la primera vez que entraba claro estaba, no era tan pequeño como se dibujaba en la fachada, con varias sillas que reposaban a lado de una ventana que dejaba pasar la reconfortarte luz sobre un largo sillón, apenas 2 o 3 diplomas colgados, un escritorio con dibujos que parecían ser de niños pequeños.
—Bien, creo que sólo un poco desorientada es todo —contesté mientras le correspondía el saludo de mano.
—Bien siéntate en el lugar que más te parezca cómodo, tu padre me comentó lo de tus cambios, no les has contado nada, pero puedes contarme lo que quieras —comentó acomodando sus gafas cuadradas y acomodaba su cabello, tomó una pequeña libreta de su escritorio y me miró a los ojos esperando mi respuesta.
—Creo que exagera, sólo es que he tenido problemas de sueño —dije arrepintiéndome al instante.
—Problemas de sueño, por estrés de la escuela o qué te quita el sueño platícame.
—No es nada, sólo que a veces estudio hasta largas horas de la noche y pierdo la noción del tiempo —mentí, su mirada me escrutaba sentía que se daba cuenta de mi mentira.
—Es extraño que a pesar de pasarte las horas en vela estudiando des esos resultados en tus calificaciones —se removió en su sofá.
—Lo que pasa es que por más que leo no logro memorizar la información de los libros y lo leo muchas veces, pero no consigo guardar todo.
—Algo más ocupa tu concentración, dime ¿es algún chico de la escuela o acaso tienes dificultades con alguna otra persona de tu colegio?, me comentaban tus padres algo que pasó con tus amigos y los reproches hacia ti.
Dificultades sería una ofensa, esos estúpidos que se pasaban el día insultándome se esmeraban más en buscar nuevos insultos que en mejorar sus notas.
—No sé, creo que es algo difícil de expresar —esquivé su mirada.
—Todo lo que digas quedará entre nosotros, si tú no me autorizas divulgar lo que se diga aquí no saldrá —dijo con un tono meloso.
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Todas las noches que soñé contigo.
Fiksi RemajaLa adolescencia es una de las etapas más difíciles en la vida de una chica, la protagonista de esta historia intenta superar la perdida de un ser querido, junto a sus amigos intenta encontrar la felicidad, un día conoce a un extraño que le obsequia...