Capítulo 12.

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El aroma de café impregnaba el auto de mi madre en su interior, era la tercera parada en la carretera, a pesar de ya haber conducido a altas velocidades mi madre temía por todo, uno de sus temores era quedarse dormida a la 1 de la tarde, por lo que subía sus niveles de cafeína para estar atenta y no dormirse, más nerviosa se tornaba al recibir notificaciones desde de mi celular, el GPS indicaba una serie de vueltas y retornos para llegar a nuestro destino.

—Bien, ahora a 500 metros giras a la izquierda para incorporarte a esa autopista.

—Tu padre te hubiera prestado uno de sus mapas, o mejor aún venir él a traerte, aunque con sus medicamentos no confío ni siquiera en que pueda ver la mitad de una película de acción sin dormirse.

—300 metros...

—Ya escuché.

—200.

—¡Ya basta!, creo que debiste de tomar mejor un autobús, sería más cómodo para todos.

—Oye deberías de agradecerme que te saco de la contaminada ciudad para tomar algo de aire fresco.

—Pero tomo aire fresco cuando son vacaciones de verano, recostada en la playa tomando el sol —dijo mi madre estirando sus brazos y simulando ponerse protector solar en la piel.

—Sí, pero el aire de campo es mucho mejor.

—Dirás aire de granja, no creo que me emocione el querer respirar aire perfumado a cerdos.

—Tú puedes quedarte entre las parcelas, puedes subir al techo del coche y tomar un poco de sol.

—Muy graciosa, tal vez cuando regreses ya no me encuentres, y esté rumbo hacia algún lago, o un punto turístico.

—Si no te viera cuando regrese, tendría que irme caminando arriesgando que alguien me cause daño.

—Tienes una hora.

—Ok, con eso espero que sea suficiente.

Tras negociar mi tiempo para regresar con mi madre, caminé entre la tierra húmeda que saltaba manchando mi ropa, el césped limpiaba los zapatos dejando un tono musgo, mis manos rozaban el trigo verde que llegaba a mis caderas, en mi mente me preparaba para ver a James, lo imaginé corriendo detrás de un cerdo, con un sombrero de paja y unas botas enormes y un overol. La granja era extensa, se dividía en varias hectáreas donde sembraban el maíz y algunas hortalizas, otra sección estaba bardeada por piedras y madera formando una cerca para evitar que los animales tuvieran acceso a la comida aún verde; una enorme casa se alzaba al centro con varios silos y graneros, un joven que trataba de encender un antiguo tractor me miró cuando crucé el pórtico, intentó un par de veces girando la llave pero la combustión no se llevó a cabo. Tras sonrojarse un poco dio un salto y se echó a correr levantando su mano amistosamente.

—Hola, si vienes a lo del caballo está en ese granero.

—Hola, no vengo por ningún caballo más bien vengo a ver a un simio muy feo que está semi afeitado.

El chico torció su gesto tratando de entender a que me refería, tras soportar la risa por unos minutos decidí ir al grano.

—Busco a James, y no me digas que no parece un simio con ese andar pausado y sus brazos peludos y creo que ahora con el sol parecerá más.

—Ya, perdón es que esperamos a alguien que nos ayudaría a colocarle las herraduras a un caballo.

—Bien, gracias por la explicación, pero aún no me dices nada sobre James.

—James es el que intenta asegurar al corcel para las herraduras, pasa supongo que eres alguna amiga de su ciudad, te divertirás con sus intentos de adaptarse, si te contara todos los accidentes que ha cometido.

Todas las noches que soñé contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora