Capítulo 1.

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CCorrí intentando escapar de mis cadenas con la intención de no volver jamás, para evitar aquellos errores que siempre venían delante de las humillaciones, tratando de dejar atrás las discusiones con mis padres con su repetitivo NO a todas mis peticiones, que me enjaulaban como un ave; claro que me arrepentía de haber roto la ventana de mi cuarto y saltar sobre el techo del auto de mi padre doblando el metal, pero al escuchar su grito asustado me alegré un poco de mis acciones.

Ahora que estaba afuera tenía que decidir a donde ir, me detuve de golpe a la mitad de un puente eran pasadas las 9 de la noche por lo que la ciudad brillaba con incandescencia; busqué con la mirada algún bar de las cercanías, me encontraba cerca del centro por lo que tuve que caminar unas manzanas más para encontrar el primero, la fuerte música me guiaba. Me acerqué a la puerta antes de que un hombre se me acercara y restringiera mi entrada.

—¡No se permiten menores de edad! —dijo cerrando el paso con el cordón de terciopelo.

—Soy mayor de edad, y no cargo mi identificación a todas partes —conteste indicando con una mirada para que abriera.

—Niña, no quiero tener problemas con mi jefe, mejor vete a dormir toma una bebida caliente y vete a la cama —insistió el hombre dejando pasar a unas chicas que iban casi desnudas con unas pequeñas prendas que no dejaban nada a la imaginación.

—¿Seguro que ellas si son mayores de edad? —pregunté lo bastante fuerte para que varias giraran su cabeza y me observaran mientras reían.

No las podía culpar mi atuendo era el que usaba en la preparatoria, unos jeans gastados y rotos de las rodillas con una blusa negra de manga larga, mi cabello castaño ondulado y enredado no me daban tampoco una buena apariencia; me marché sin antes gritarle obscenidades al portero.

Mi frustración creció, no me permitieron la entrada a ninguno de los bares del centro, ¿acaso mi apariencia importaba tanto? quizá necesitaba enseñar mi piel para entrar a un lugar del que sólo quiero un trago y no una invitación para alargar la noche.

Tras armarme de valor entre a la zona más alejada del centro, donde los alcohólicos consumían sus pequeños salarios en baratas cervezas; como era de esperarse no había nadie cuidando la entrada, rogué al cielo que ningún motociclista lleno de tatuajes estuviera dentro; escasas 6 personas estaban dispersas entre la barra y las mesas, algunos me miraron extraño pero sin mirarlos a los ojos corrí disimuladamente a la barra.

—Me da un Vodka.

El cantinero no me escuchó siguió en su plática con un cliente, no se daba cuenta de que esta hermosa consumidora le llamaba, siguió riendo con los chistes que un anciano le contaba, la canción que tenía en sus viejas bocinas entorpecía mis pedidos.

— ¡Señor! ¡Disculpe!

El maldito cantinero seguía ignorándome, comenzaba a irritarme, no quería nada regalado iba a pagar mi trago.

—¡ME DA UN VODKA, MALDITA SEA!

En ese momento la escandalosa canción del bar se terminó, hubo una pausa entre la siguiente esta vez todos en el bar giraron para verme. El cantinero molesto se me acercó con una mirada fulminante me aconsejaba disculparme, pero estaba harta.

—¿No eres muy pequeña para estar en un lugar como este? no deberías de estar aquí, —dijo acercándome un tazón con cacahuates.

—¿No están muy rancios estos cacahuates para ofrecerlos a sus clientes? miré que esas no son colillas de cigarro —respondí mirándolo a los ojos.

—Necesito que me muestres tu identificación...

—He pasado la mitad de la noche buscando un poco de alcohol, tuve que lidiar con esos lugares de moda de la ciudad, y ahora que encuentro el lugar donde podría tomar un par de tragos y me pregunta por mi identificación, ¿acaso no puede vender un poco de alcohol y dejar que me embriague para tomar valor y regresar a mi casa?

Todas las noches que soñé contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora