Parte 18 Si Estamos Juntos Todo Es Posible

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notas de la autora: no me voy a molestar en advertirles jaja. consejo leer cuando estén a solas y disfruten el capitulo


Un mes había pasado y las cosas entre Jiang Cheng y Lan XiChen no mejoraban. El jade intentaba hablar con su pareja sobre el tema de su hijo, pero el beta lo ignoraba o negaba totalmente el asunto, provocando que una rigurosa roca aplastara su pecho sin piedad. Los preparativos de la boda seguían en pie; sin embargo, toda emoción se disipó. Cada día el ambiente se hacía más pesado entre ellos dos. 

Mientras entrenaba a su discípulos omegas, Jiang Cheng degustaba de  varias frutas. Para sus discípulos fue bastante obvio que el apetito de su líder aumentó en consideración y que se encontraba bastante más sentimental que de costumbre; pasaba de estar feliz a un terrible humor de un momento a otro, pero ninguno se atrevió a señalarlo por temor a que los azotara con Zidian.

Varios suspiros escaparon de los labios de Lan XiChen mientras se acercaba al campo de entrenamiento. Ver todos los días a su pareja sobre esforzándose y descuidar su salud, causaba que su corazón doliera.

—A-Cheng, ¿por qué no tomas un descanso? Llevas toda la mañana ayudando a tus discípulos.

El beta lo miró por las esquinas de sus ojos de forma fría y como si no existiera siguió dándole órdenes a sus adeptos. El jade solo pudo a tragarse su protesta y esperar hasta que su amado terminara. Al cabo de dos incienso quemados, Jiang Cheng decidió que era suficiente entrenamiento por ese día y les permitió a los menores irse. Se levantó de su lugar y pasó por el lado de su prometido sin dirigirle la palabra.

XiChen pensó que sería otra jornada donde no podrían hablar. Se tornó para seguirlo en silencio cuando de repente se percató de que algo iba a mal. Jiang Cheng sostenía su cabeza como estuviera sufriendo mucho. Preocupado iba a llamarlo, pero el beta se desplomó en dirección al suelo.

—¡A-Cheng!

Antes de que tocara el piso, el jade lo sostuvo entre sus brazos. Lo miró sumamente preocupado y la angustia apretó su corazón al ver su rostro sumamente blanco.

—¡A-Cheng! —exclamaba sacudiéndolo con delicadeza, pero el nombrado no reaccionaba.

Sus gritos alertaron a algunos discípulos próximos. El Lan los divisó cercanos a su posición y recuperó un poco de compostura.

—¡Llamen al médico de la secta! —ordenó mientras sostenía a su pareja entre sus brazos y se incorporaba para llevarlo a sus aposentos. Los jóvenes no perdieron ni un segundo y se fueron corrieron para traer al doctor.

En la residencia de Jiang Cheng, el mayor dejó suavemente el cuerpo del menor en sobre el mudillo colchón de la pieza, sostuvo con fineza su mano y comenzó a darle un poco de su energía espiritual con la esperanza de ayudarlo. Con su otra extremidad libré palpó el vientre del contrario, lo cual, hizo entristecer su mirada.

—Perdona a este hombre que tienes por padre quien no puede cuidar correctamente de tu otro progenitor.

Sus propias palabras le dejaron un sabor amargo y unas inmensas ganas de llorar lo invadieron. En ese momento, un suave toque en la puerta llamó su atención.

—Por favor, adelante.

Las puertas se abrieron dejando pasar al médico. El curandero realizó el saludo formal antes de acerarse a Jiang Cheng y medir su pulso. El jade lo observó y cuando lo vio negar con la cabeza, supo que no era nada bueno.

—Señor, dígame, ¿qué es lo que le pasa a A-Cheng?

—Ha estado sobre forzándose, ¿verdad?

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