Café, tostadas y Mat

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Mi mente despierta.
Me muevo perezosamente bajo las sábanas tibias y suaves, el roce de la tela con mi cuerpo es muy agradable. Me estiro un poco y empiezo a abrir los ojos al nuevo día... ¿qué pasó anoche?... empiezo a repasar lo ocurrido desde que Robert apareció en mi habitación. Comienza a subirme la sangre a la cabeza, me va a estallar, aún no puedo creer que lo hiciera...
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Cuando Robert terminó de azotarme me ayudó a incorporarme y me hizo sentar sobre sus rodillas, me abrazó y acunó mientras me decía que debía portarme bien mientras nuestros padres estuviesen fuera. Mi propia reacción me dejó desconcertada, jamás pensé que ante una situación así me mantuviese serena, dócil... sumisa. Pero así sucedió, mientras me acunaba sobre su regazo, disfruté cada segundo, me sentía plena, el centro de atención de alguien después de tanto tiempo. ¿Tú lo entiendes? Yo desde luego no.

Robert me dejó sobre la cama y salió de la habitación como si aquello fuese lo más normal del mundo. Yo me quedé inmóvil, acurrucada... y dormí profundamente.
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Toca enfrentarse a la violenta situación de verle la cara... me sudan las manos, ¿qué le digo? menudo panorama...

Bajo las escaleras hacia la cocina, es una cocina amplia y luminosa, un gran ventanal ofrece una preciosa vista a la piscina, es un día soleado, huele a café recién hecho... mmm pan tostado... entro en la cocina más animada, atraída por ese olor que me está abriendo un apetito voraz... y ahí está... Robert, ya vestido, está preparando tostadas, se gira con un plato en la mano y lo suelta sobre la isla que usamos como mesa para desayunar. Me quedo en la entrada paralizada, con la mirada fija en él, Robert me sonríe. - ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido? Parece que bastante relajada... - termina la frase con un tono burlón que me hace ruborizar. - Si... - le respondo - ...prefiero no hablar de lo que pasó anoche...- Robert me mira y en sus ojos veo comprensión y compasión aunque a pesar de eso, me responde:- no tienes de qué avergonzarte Ana, me comprometí a cuidar de ti y te seguro que estando bajo mi cargo no te va a pasar nada, por eso a veces tendré que castigarte, es por tu bien Ana. No te preocupes, tampoco pienses mucho en eso ahora, siéntate y desayuna, iremos a la playa con Mat, ¿te apetece?-. Desde luego desayunar me apetece mucho, tengo hambre como si hubiese escalado el Everest! Lo sé, soy exagerada... empiezo a desayunar y suena el timbre de la puerta. - Ya vaaa... - dice Robert en voz alta, sale de la cocina y cuando vuelve lo hace con su mejor amigo Mat, se llama Mateo, pero le llaman así, igual que a Robert, se acortan los nombres, ahora se lleva así. - Hola Ana, ¿qué tal estás? - se acerca a mi y me da dos besos, -bien, gracias, ¿y tú? - Mat me guiña un ojo mientras me dice,- más contento, ahora que sé que nos acompañas a la playa-. Robert le da un codazo y le dice- ¡Zona prohibida!- Mat lo mira riendo y los dos salen de la cocina para ir llevando al coche la sombrilla, las toallas... termino el desayuno y subo a mi habitación para ponerme el bikini y coger mi bolso, a los 10 minutos más o menos suena el claxon del Mercedes, si Tomás se entera de que Robert está cogiendo el Mercedes para ir a la playa, igual el que termina sobre unas rodillas es él. Ese pensamiento me hace reír.

Salgo de casa, me subo en el asiento de atrás y Robert arranca el motor mientras Mat pone un pendrive con música indie en la radio del coche. ¡Parece que vamos a pasarlo en grande!

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Prefacio del capítulo 3:
Suena una voz metálica que retumba en toda la sala:- "Familiares de Ana Sanz Rivas, pasen por cuidados intensivos. Familiares de Ana Sanz Rivas, pasen por cuidados intensivos."

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Continuará...

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