- Te lo juro, se quebró en mi mano y ni siquiera lo apreté.
- Quizás fue una corriente.
- Puede ser, pero y esa señora qué, me dijo que iba a morir, perdóname pero que te digan eso no es nada alentador - añadí.
- Sí está raro todo - dijo bajando la mirada.
Lo observé en detalle, solo jugaba una y otra vez con sus manos.
- ¿Por qué te quedaste callado?
- Me está siguiendo - respondió.
- Quién.
- El mismo tipo que te sigue a ti.
Obviamente me sentí culpable, no sabía las intenciones de ese hombre y ya no era algo agradable.
- Me han estado pasando cosas muy extrañas Christopher, no sé qué está pasando.
- ¿Tienes miedo?
- Sí, no es normal todo esto, primero un tipo nos sigue, escucho mi nombre sin que nadie me haya llamado, una mujer aparece y habla de mi papá como si nada y resulta que hasta animales se me aparecen. Eso no es cotidiano - comenté.
- ¿Qué podemos hacer?
- No, tú no.
- Agradece que quiero ayudarte - reclamó.
- Te lo agradezco pero es mejor así, lo prefiero así.
- Ya me metiste en esto, no sé quién mierda sea ese sujeto pero aunque sea a la fuerza le sacaremos algo.
Abrí mi mochila recordando lo que había dejado en ella, supuse que sería bueno enseñarle aquella espada que había encontrado en mi cama.
- Cuidado.
- ¿Y esto?...¡Dios! - exclamó al ver como algo filoso casi lo corta.
- Estaba esta mañana en mi cama. ¿Ves por qué te digo que todo esto es bastante raro?
- Se ve antigua. ¿Serán señales?
- De qué.
- No lo sé - dijo elevando sus hombros.
Miraba a todos lados esperando a que no hubiera nadie observando, podríamos pasar hasta por delincuentes, era un arma el que estábamos manipulando.
- C-Chris...
Fue imposible no tartamudear, sentía el filo de ese objeto cortante en mi cuello con algo de nerviosismo.
Todo lo sucedido me tenía muy a la defensiva, golpeé su brazo sin medida y por más que lanzó un quejido apreté este con la fuerza suficiente.
- Me duele. ¡Ya!
- No vuelvas a hacer eso - exigí.
No entendía como una espada podía quedar en un tamaño diminutivo, todo ahora para mí era un misterio.
Lanzó una risa que me sacó de lugar, mi mano libre iba directo a tapar su boca cuando tuve tiempo de detenerme.
- Odio que me quieran callar - susurró.
Nuestra distancia era diminuta, mi cuerpo estaba a la nada de caer sobre el de él.
- Estamos iguales, hiciste algo que no me gustó.
- Solo estaba jugando.
- No me gustan esos juegos.
- ¿Y cuáles te gustan? - preguntó soltando mi mano.
Caí sobre él acortando totalmente la distancia, hice lo mismo, dejé de apretar su brazo poco a poco.
- Ninguno en realidad - dije bajo.
- Jugar es divertido, atreverse.
- ¿Lo crees?
- Lo importante es saber si tú lo crees.
Su mano pasó a posarse en mi espalda baja, sentí un pequeño ahogo, como si la respiración quisiera faltarme.
- Quizás deba intentarlo.
- Intenta conmigo, puedo caer en tus juegos fácilmente...amigo.
Devolví mi recorrido por su brazo, busqué los espacios entre sus dedos que me dieran paso a poder entrelazar estos con los míos.
Miré sus labios por unos segundos, estaba consciente a lo que estaba dando paso todo esto.
- Si yo te...
- Solo házlo, bésame - interrumpió.
Incliné mi cabeza de medio lado, sentía su respiración más cerca que nunca y luego de jugar un poco con sus labios me decidí a dar el paso en total profundidad.
- No me vuelvas a decir amigo - susurré.
- ¿Por qué? - preguntó antes de volver a besar.
- Porque...no sé si quiero serlo, después de esto no lo sé.