Cuatro ojos

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Me desperté casi recuperado. Se podría decir que el único síntoma que me quedaba era el sueño. Escuché a gente hablar por fuera de la habitación. Cuando me levanté para lavarme la cara me percaté de que era Zoe y sus amigas.

-¿No les parece buena distribución este año?- preguntó una.

- Bueno menos la pobre Zoe- soltó otra.

- Te ha hecho demaciado en el primer día, si sigue así yo que tú pedía un cambio- le aconcejó una voz tercera.

Zoe nunca respondió a esas palabras. Bueno, no me extrañaba que gente como esa tuviese esas viciones de las jugarretas. Por el resto tanto si se iba como si se quedaba me daba igual.
Me desperecé justo cuando ella entró de nuevo.

-Buenos días- se limitó a decir.

Casi me llamó la atención aquel profundo silencio y aquella calma que aguardaba, sin quejarse ni tener la necesidad de hablar. Quitando importancia a mis impresiones bostecé llamativamente para ver si la picaba. Nada. Ni si quiera miró. Parecía sumergida en sus propios pensamientos ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Sí, tenía razón, era muy extraña.

En algunas clases los sitios eran diferentes y menos mal. A Zoe no la volví a ver hasta después del recreo cuando los profesores estaban discutiendo tras el incidente de Martín.

- Ese chico siempre metiéndose en problemas- Musitó Zoe para si.

Salí corriendo de la clase hasta una de las ventanas que daba al patio exterior. Efectivamente era el plan que Martín en verano prometió realizar en el nuevo curso. Él lo llamaba "la triunfante bienvenida" y constaba de seguir unos pasos al son de la música arábiga por todo el instituto, diciendo un discursillo y vestido solamente en calzoncillos. A los alumnos que aplaudían no parecía importarles el hecho de que los profesores les regañaran. Se pasó un momento cerca de mí y dijo:

- Como prometí a un buen amigo, esta triunfal bienvenida a él le dedico, que bailando en calzoncillos es más fresquito.-

Yo sonreí su bailecillo y aplaudí. Luego hechó a correr a su último lugar antes de pasar por jefatura. Silbé. Luego me viré para entrar a clase, después de que todos los alumnos saliesen, y me encontré con Zoe de brazos cruzados que solamente soltó...

- Eso , tú ríele las gracias-

Le di un suave golpecito en la cabeza.

- Tu tan aburrida como siempre- le dije.

Ya quedaban 10 minutos de clase, el resto se perdió en el patio. En la siguiente hora Martín y yo cuchicheábamos porque nos pusieron juntos (de milagro) y en la última hora nos tirábamos aviones de papel con dibujos burlones del profesor u otras cosas divertidas y graciosas. Saúl, el empollón, no nos delató por miedo, porque ganas le sobraban. Para acabar, Nick, Martín y yo salimos hablando de la ropa de Claudia de ese día. Un top violeta muy apropiado junto con unos sexys shorts verdes claros y unos tenis púrpuras.

- ey tíos ya se venden las revistas en el instituto, que hace la periodista este año.- suelta Blas corriendo en nuestra dirección.

- Dicen que no se le escapa ni una. Para ocultar algo lo llevamos claro.- dije.

- este año Valentina es la periodista- dijo Blas- así no me extraña. Tanto cotilleo que la mueve...-

- Mañana saldrá la primera ¿no?- pregunta Nick.

-sí- dijo Blas- ya yo apunté que me la dejasen en la habitación, por fuera.-

- no soy mucho de revistas pero estará bien este año- dije.

-y que lo digas- soltó Martín.

Luego cambiamos un poco los planes. Primero fuimos a apuntar las revistas para Nick y yo que no lo habíamos hecho y luego fuimos a la cancha de baloncesto a jugar. Era un instituto bastante grande y a pesar de la gente que albergaba no solía estar nunca lleno un lugar concreto.

En el atardecer subí a bañarme. Estaba cansado y sudado. Sentía todo mi cuerpo vago y pegajoso. Me caían rías de la cabeza por la frente y el cuello. Y con todo ese sudor y calor sólo pensé en hacer otra trastada.

Entré de repente en la habitación asustando a Zoe. Ella dijo algo de lo sudado que estaba pero la ignoré. Me tiré como pude encima de su cama y me revolqué por las sábanas. La chiquilla no daba crédito, su cama estaba estropeada , sucia y sudada por mí. Me alegó un rato y como vio que no surgía efecto ante mi ignorancia me envió una mirada furtiva. Una mirada que iba a ver mucho en su rostro. Estaba pesado esa noche. La cuatro ojos empezó a quitar las sábanas molesta y se las tiré de nuevo en la cama. Ella me miró y en silencio las volvió a quitar. Siguió con lo suyo y yo las volví a poner. Me miró como si me traspasase.

-Pareces un niño pequeño. No sé qué te pasa ahora por la cabeza.- dijo.

Recogió todas las sábanas y las llevó a un lado de la puerta para ser lavadas. Buscó unas limpias. Cogí las limpias y se las tiré al suelo. Molesta, se agachó a recogerlas.

-estamos pesados hoy ¿eh? - me miró fijamente unos segundos, desafiante.

La enfadé. Le volví a tirar las sábanas. Las recogió enfadada y las puso sobre la cama. Luego hizo amago de empujarme. Cuando acabó de hacer la cama yo todavía seguía allí de pié mirándola.

Ella me miró interrogativa y siguió con sus cosas. Yo me quité la camiseta y la tiré en su cama. Se quejó y enrojeció al verme. Cogí una toalla para taparme y empecé a lanzarle mi ropa sudada a sus partes de la habitación. Cinturón en sus cholas, pantalón en su escritorio, un calcetín en su lámpara, otro en su cara y para colmo los zapatos en su cama. Mis calzones los lancé y quedaron colgando de su lápara. Ella insistió en que los quitara y lo limpiase, y lo hice, porque fue muy persistente y pesada. Más que yo.

Después de reírme como nunca en mi vida, me bañé y me vestí. Me aburría y tenía cara pícara así que esperé a Zoe para bajar a cenar. Ella ya de por si me ignoraba y yo iba detrás pisándole los zapatos. Cuando se le cayó uno cogió un cabreo enorme que soltó. Luego le pasaba la mano por el pelo para despeinarla y me reía. Cada vez que me miraba enfadada yo ponía una sonrisa traviesa, torcida.

-Sólo está juguetón hoy, relájate- se repetía de vez en cuando apunto de estallar.

He de decir que en la cena sólo le tiré un vaso de coca-cola encima "sin querer" y se "tropezó" cayendo encima de una comida y manchándose la ropa. Quizás mi zancadilla tuvo la culpa. En cualquier caso acabó rápido y salió disparada a su habitación.

Cuando subí, una hora más tade que ella, no hice ningún ruido, lo único considerado de ese día por mi parte. Zoe descansaba ya en su cama, dormida, otra vez inquieta.

De Plasta , A Mi AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora