II

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3:30 en punto de la tarde.

Había llegado al edificio más bonito, según él, de su barrio. Cargado de su material para su clase, pero al hacerlo sintió ansiedad, estaba cerrada la puerta.

Miró a todos lados hasta que levantó la mirada.

-¡Siempre tan puntual! -gritó su amigo desde la ventana de su estudio, de quién se podían escuchar los pasos sonoros al bajar la escalera, abriendo abruptamente la pesada puerta.

El pelimarrón de cabello ondulado lo recibió con un gran abrazo, su sonrisa lo hacían ver aún más infantil de lo que ya parecía.

Vestía una gran pieza manga larga por arriba de las rodillas, tan espesa como para creer que en cualquier momento se caería por el peso, en color negro, sobre esta un collar largo de cuero con un sol de plata y uno de sus tantos zapatos extraños para el gusto de Yoongi.

-¿Pasó algo? -señalando el anuncio que estaba puesto en la puerta que ponía: hoy no hay clase de pintura. Perdona las molestias.

-Mi papá no está, así que decidí enviar a todos a su casa para conversar sólo los dos -agarrándose del brazo de su amigo para entrar. Su mano estaba fría y pálida. - Así que pasa.

El estudio olía siempre a madera recién pulida mezclada con olor a pintura secándose; con demasiada luz natural, en donde dominaban los colores tierra. Rústica simpleza que tranquilizaba a Yoongi.

-Te he traído... -sacando alimento para plantas. Admiraba a su amigo porque tenía tantas plantas bien cuidadas y parecían más verdes que las que él cuidaba en la cocina.

-¡Que amable eres! Mi padre no ha tenido tiempo de llevarme. Gracias -tomando las manos de su amigo para verlo cariñosamente -, ven, tengo un nuevo té. ¿Sabías que con el internet puedes hacer compras? ¡Y te lo traen hasta tu puerta! Mi padre me enseñó, dice que sí no puedo salir al menos aprenda a vivir dentro de casa. Es un té muy rico, es de menta pero tiene un toque de... -buscando la lata -, lavanda. ¿Te lo imaginas? Cuando lo leí no me lo creía, pero está delicioso...

La alegría que Hoseok irradiaba era reconfortante para Yoongi; verlo hablar y hablar de sus plantas, de su miedo a salir fuera, incluso su sonrisa lo llenaba de una dicha, tanto que podía pasarse horas así.

Hoseok llevó una bandeja a su pequeño estudio, hasta la mesita de metal forjado cerca del pequeño sofá de la esquina. Donde estaba la ventana más grande enmarcada por las plantas que con tanto amor cuidaba, un sitio un poco más colorido; pinturas hechas terminadas por todas partes; un montón de abalorios para las pulseras y collares que hacía. Era un chico relajado.

-Uhm... -disfrutando de esa taza.

-¡Te lo dije! -exclamó tirando un poco de té sobre el cristal -. Está muy rico. Bueno, tenemos cosas que hacer.

Pintaban uno junto del otro. Escuchaban viejas canciones de la Oreja de Van Gogh, a veces cantaban, y siempre se reían.

-Me gusta esa canción , está increíble -confesó Hoseok recargado en el hombro de su amigo.

6:30 de la tarde. Alguien llamó a la puerta de madera.

-¿Quién es? -preguntó asustado Hoseok, su padre llegaría más tarde.

Su amigo se asomó y sonrió forzado, que rápido pasaba siempre el tiempo.

-Es mi hermano -sentenció Yoongi guardando sus cosas -, ha venido a por mi porque vamos a ir a una fiesta en su casa.

-Una fiesta, vaya -haciendo lo mismo pero con sus cosas -. Debe ser divertido, conocer personas nuevas, hablar y todo eso que se hace en una fiesta.

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