3. El chico de vendajes

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Chuuya se había quedado paralizado. Nunca había presenciado la escena de un suicidio en directo, siempre escuchó cosas sin sentido que se decían en su pandilla, y él se reía porque le gustaba el humor negro. Pero tras ver aquella escena se sentía como una mierda. ¿Cómo podía reírse de esa situación, joder? Era algo completamente serio y si no reaccionaba, Dazai se suicidaría tirándose desde la azotea del instituto.

El castaño extendió sus brazos y sonrió con total felicidad, cerrando sus ojos y dejando que el suave viento desordenara su cabello ondulado. Por fin podría ser libre tal y como él quería. Ya nadie le volvería a molestar. Esas voces distorsionadas que sólo decían insultos hacia él se desvanecerían. Al principio escuchaba las voces pero poco a poco sintió como sus oídos eran tapados por unas suaves manos. Un tacto agradable que le hacía olvidar todo. Su propia voz le decía que se calmara, que todo pasaría. Pero cada vez era peor. Nada mejoraba, los insultos tenían menos sentido y los golpes dejaban de doler.

Él ya había dejado de sentir.

Alguien como él había acabado el papel que se le dio en la vida. De todas formas si desaparecía de repente nadie le echaría de menos. No tenía a absolutamente nadie a su lado en esos momentos y no quedaba nadie que quisiera darle un simple abrazo. La decisión estaba tomada y no tenía ningún remordimiento, estaba ansioso por ir a un lugar que iba a ser muchísimo mejor que el que se encontraba.

Dio un paso hacia delante y cuando creyó que por fin su pesadilla llegaría a su fin, alguien le detuvo.

-¡DETENTE!

Gritó Chuuya corriendo hacia él, casi cayéndose en el acto al sentir como sus piernas no le respondían como él quería. Los pies de Dazai se tambalearon, pero una mano se posicionó en su muñeca. Le tiraron hacia atrás y cayó encima del pelirrojo, los dos respirando agitados.

- ... ¿Quién te crees para interrumpirme?

-Cierto, no soy nadie tuyo. Pero suicidarse es lo más lamentable que existe. Estarías escapando de todo, huyendo como un cobarde en vez de enfrentarte a tus problemas de frente. Saca la furia que tienes dormida dentro de ti.

Dazai se quedó unos segundos mirando los ojos azules del chico, percatándose del hecho de que sus manos estaban la una sobre la otra. El tacto del pelirrojo era suave, le inspiraba amabilidad y nada de maldad. Se levantó de encima suya, dándole la espalda y soltando una carcajada al aire.

-¿Y tú qué sabes? ¿Acaso sabes lo que he tenido que sufrir desde hace dos años? Ha sido un infierno. No sabes lo que se siente despertarse cada mañana vomitando, no dormir apenas por las noches pensando qué es lo siguiente que me harán. Tenía miedo. Pero ya no. No merecía la pena. He estado esperando este momento muchísimo tiempo. Así que por favor, no te metas. Por favor.

-No voy a poder ignorar esto. La muerte no te va a solucionar nada, solo serás rodeado de falsos que llorarán por ti fingiendo que le importabas, cuando seguramente, ellos eran los mismos que te acosaban. Así que deja esta estupidez y vete a tu casa.

-Nakahara... Sabes, que una persona quiera suicidarse no significa que desee morir. Solo quiere acabar con el dolor.

Esa frase quedó grabada en la mente de Chuuya. ¿Cómo podía ser tan insensible? Él jamás comprendería cómo se sentiría ese chico. Se levantó del suelo y tomó una de las manos del chico, llevándolo al bordillo por donde antes intentó tirarse.

-Hazlo. Pero antes mira hacia abajo.

Dazai no comprendía qué quería decir Chuuya con eso, pero decidió hacerle caso. Y lo que vio le hizo sentir un 'click' en su cabeza.

Muchos alumnos miraban hacia arriba, algunos riendo, otros hablando entre ellos mientras le miraban.

-¡Ehhhh, Frikizai! ~ ¿Te vas a tirar o no? ¡Aclárate ya, hombre!

《El macarra de Yokohama》Soukoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora