¿Dónde estaba?
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¿Qué había pasado?
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¿Y Dazai?
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¿Se encontraba bien?
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.-"Chuuya cariño, no llores. Estoy bien. Mamá no va a irse de tu lado tan rápido. Tengo que ver como mi niño se hace un hombre hecho y derecho, trabajando en todo lo que él desea y le hace feliz, verle casándose con la persona que ame e incluso formando una familia. No puedo irme sin ver todo eso antes, ¿vale? Así que tranquilo. Tu sonrisa es lo que más te caracteriza, cielo. Eres mi sol y odio verte llorar con tanta pena. Alegra ese rostro y alza la cabeza, Chuuya."
Su madre.
Había abierto los ojos y estaba viendo la imagen de su madre en aquella cama de hospital que visitó tantas veces. Recordaba aquel día como si fuera ayer.
Él estaba en el instituto cuando recibió la horrible noticia de que su madre había empeorado y fue ingresada en un hospital. Increíblemente, se saltó las clases por primera vez para poder ir a verla. Al verla con tantos cables que desconocía su función conectados a su cuerpo, no pudo evitar llorar como un niño de cinco años. Kouyou estaba a su lado tratando de consolarle pero su madre le observaba siempre con una sonrisa. Ahora que lo recordaba, siempre que la visitaba ella se mostraba feliz. Ante todo, ella pretendía que todo iba bien para no preocuparle de más. Seguro que aquello dolía más aún, el no poder mostrarse como realmente sentía...
Kouyou siempre llegaba a casa con los ojos llorosos después de visitar a su madre. Quizá con ella sí que se desahogaba, pero Chuuya siempre había sido un llorón por mucho que ahora quisiera ser un tipo duro. Esa era la parte de sí mismo que quiso mantener enterrada pero que salió en cuanto vio como alguien querido sufría.
Volvió a abrir los ojos y la imagen que estaba borrosa se disipó pudiendo ver todo con claridad, como si hubiera vuelto al pasado...
-Chuuya, mamá... Mamá...
-Kouyou... - susurró el pelirrojo, acercándose a ella y abrazandola mientras notaba como sus ojos se llenaban de lágrimas. - Pero si ayer estaba bien, ¿por qué...?
-No lo sé cariño, no lo sé... Pero nos ha dejado.
Tras escucharlo directamente, algo se rompió en el corazón de Chuuya y jamás volvió a ser el mismo.
Su hermana cargó con toda la responsabilidad que su madre le dejó. Dijo adiós a todos sus estudios por el bien de cuidar de su hermano menor y empezó a trabajar en una humilde panadería gracias a una de sus amigas más cercanas, que al conocer su situación no dudó en ayudarle.
Chuuya, en lugar de apoyar a su hermana, se encerró en sí mismo. No salía de su habitación, ni siquiera para comer. Fue muy complicado hacer que el pelirrojo recuperara la confianza en sí mismo, pero gracias a Akutagawa y Tachihara, logró recuperarse. Ellos fueron sus principales apoyos en ese momento tan bajo y por supuesto, se disculpó con Kouyou por haberse comportado de una manera tan inmadura.
Entonces fue cuando comenzó a crearse una careta. Sus verdaderos sentimientos, aquella tristeza y enfado que a la vez sentía eran escondidos bajo una sonrisa.
Él no logró encontrar la felicidad pero al menos su hermana sí que lo fue. Kouyou conoció a Oda cuando éste iba a la panadería como un cliente regular, normalmente con alguna excusa tonta para poder ver así a la pelirroja. El flechazo que sintieron fue mutuo y no tardó demasiado para que ambos comenzaran a salir felizmente.
Oda y Chuuya siempre tuvieron una buena relación. A pesar de que la diferencia de años no era demasiada, él lo veía como si fuera una figura paternal. En él se apoyaba cuando necesitaba algún consejo y se desahogaba cuando podía hablar con él.
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《El macarra de Yokohama》Soukoku
RomanceNakahara Chuuya es uno de los gamberros más conocidos de Yokohama. Lidera una pandilla con el objetivo de ser el más fuerte de la ciudad. Sin embargo, en el instituto conoce a un chico que le hace ver el mundo de otra manera. Su nombre es Dazai Osam...