5. Una nueva etapa

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Aquella mañana se veía mucho más resplandeciente que cualquier otra que había vivido. El Sol no estaba en el cielo, pero sí que lo estaba en el cielo de su corazón.

Dazai había despertado bien temprano, desayunó correctamente tal y como Oda le había advertido miles de veces pero nunca le hizo caso hasta el día de hoy. Se aseó y peinó como de costumbre, pero había algo que no le convencía de sí mismo. ¿Estaba bien de esa forma? ¿Se veía guapo o al menos un poquito? Siempre se reían de él por su aspecto concretamente, en varias ocasiones. Pero él no sabía cuál era el problema que había en su físico, quizá eran las vendas. Acercó su nariz y las olió, solamente olían a medicina y a los productos que usaba cada mañana. Siempre tenía la misma rutina, se duchaba, curaba sus heridas, se echaba una crema para tener sus cicatrices suaves y se colocaba sus vendas.

Ahora que lo pensaba, él se quedó impactado al verlo sin gafas... ¿Debería ponerse las lentillas? ¿Se reirían de él si no llevaba gafas?

Ah, se sentía demasiado estúpido al creer que estaba más bien preparándose para una cita en vez de para ir al instituto. Pero esa noche pudo dormir con total normalidad, sin ninguna preocupación. Normalmente no dormía bien por las noches pensando en qué le ocurriría al día siguiente, y aunque seguía teniendo esa inquietud de si aquello saldría bien se sentía mucho más relajado. Todo era gracias a Chuuya.

Al final optó por ir como siempre pero dejó sus gafas en casa. Algo que pudo aprender en todo ese tiempo donde nadie quiso relacionarse con él era que podía leer muy bien las intenciones de las personas. Ayer Chuuya se quedó hipnotizado con su rostro al verle sin gafas, así que quería complacerle un poco.

El camino de su casa al instituto se le hizo eterno pensando si cuando llegara Chuuya ya estaría allí. No quería entrar solo a la clase o se repetiría lo de todas las mañanas, así que decidió esperar en la puerta del instituto. Se escondía un poco cuando veía a gente de su clase y miraba su reloj, Chuuya no venía... ¿Y si hoy faltaba a clases y se quedaba solo?

Con sólo pensar aquello un agobio se apoderó de su cuerpo. Comenzó a respirar agitado, sus ojos se volvieron cristalinos y sus piernas temblaban. Escuchaba como el timbre del instituto avisaba la hora de entrar a clases pero él no lo hizo, se quedó sentado en el suelo mientras tenía un ataque de ansiedad. Quizás el pelirrojo le engañó ayer y se estaba burlando.

Al pensar esas cosas sintió como si se desmayara, perdiendo la consciencia por quién sabe cuanto tiempo...

***

Cuando los ojos café del castaño se abrieron, Chuuya soltó un suspiro de alivio. Encontrarselo tirado en la puerta del instituto le hizo pensar lo peor, creyendo que le habían dado una paliza en su ausencia. Por eso lo había llevado a la enfermería de la escuela pero al parecer era un pequeño desmayo. Chuuya no era una persona madrugadora, le costaba levantarse por las mañanas y a veces incluso se saltaba la primera hora de clases. Pero ya tenía que dejar de hacer eso. Habían sido unos minutos a solas en aquel lugar y Dazai se había puesto de esa manera... Se sentía muy culpable.

-¿Estás bien, Dazai?

-Chuuya... ¡Chuuya! - exclamó el castaño saltando hacia su cuello y abrazando al pelirrojo con tanta fuerza que le tiró a la cama, cayéndose encima suya.

-¡D-Dazai, para! Shh, ya está, perdóname. No volveré a llegar tarde, te lo prometo. Es solo que estoy acostumbrado a saltarme la primera hora de clases y no puse alarma para despertarme. Siento haberte hecho pasar un mal rato.

Chuuya acarició la mejilla de Dazai con total cariño, se veía tan lindo sin sus gafas. Podía perderse en la mirada color café de aquel chico, en aquellos ojos tan grandes que le hacían sentir hipnotizado. El castaño se apoyó en aquella mano, cerrando sus ojos.

《El macarra de Yokohama》Soukoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora