4. Nuestro amor no es un cliché

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Título: Nuestro amor no es un cliché

Autor: Almey alromaago

Hola, soy AMRomasantay soy Beta Reader de @alromaago

Y hablando de hermanos, notaremos aquí una tendencia. Para empezar, son tres. Porque tres siempre deben ser. A esto hay que añadirle la fijación de colocar nombres extraños y poco aplicables en vida diaria. ¿Conocen a algún Adonis? ¿Alguna Athena? ¿Ares? ¿Zeus? ¿Artemis? Hay un dicho muy cierto sobre la mentira (interesante paradoja). Para que una mentira funcione debes quedarte tan cerca de la verdad como sea posible. Aplicado al mundo narrativo, si la novela no es de corte fantástico o ficticio, sino que se encuadra en lo cotidiano, funciona mejor crear pequeños asideros a la realidad. Los nombres, una dirección, un número de teléfono, la sed, el cansancio o el hambre son solo algunos ejemplos de tales asideros.

Sucede también que pronto la trama vira hacia escenas tan trilladas de películas Disney. Pero, antes de eso, tendremos un interrogatorio que, en lugar de aportar a la trama, funge más bien como un pobre recurso para introducir más información sobre Athan y estereotiparlo más, si acaso es posible. Asimismo, se nos presenta un problema desagradable: el clásico Soy muy fea (aunque no es verdad), ahora en versión hombre. Y digo desagradable porque, ¿por quiénes nos toman los autores cuando colocan este tipo de comentarios? ¿Creerán acaso que compraremos tal patraña? Todos tenemos momentos de inseguridad, es cierto, pero no vivimos permanente en ese estado, claro, a menos que poseas un problema con la autoestima y ese es ya el campo de la psicología. Entonces, en Nuestro amor no es un cliché, el protagonista asume que su «fealdad» le impide conseguir novia. Athena, la hermana, rebatirá diciendo (con modismos regionales, a pesar de ser norteamericanos) que no es feo y que oh, sorpresa, Athan también es muy atractivo y musculoso... y no luce como un nerd a pesar de usar ropa de vestir. ¿Alguna persona de 20 años sigue diciendo nerd? Háganmelo saber, pues nunca escuché esa palabra en mis años en la facultad... Aunque es probable que fuese porque todos éramos nerds... Ahora bien, autora, ten en cuenta este otro dato. Athan tampoco habla (y no sabe cómo) con chicas fuera de su salón de clases. Será importante para después.
Y así, los hermanos Herdenson se encargan de transformar al «soso» protagonista en una versión más apetecible de sí.

También es notorio que el narrador varía constante y abruptamente entre la primera y la tercera persona. Esto no solo confunde al lector, sino que hace que se hastíe y deje de leer. No es divertido regresar a cada momento solo porque el cambio de voz hace que las ideas queden inconclusas.

Por otro lado, mucho de la novela es cuestionable y evita que piense que trato con personas reales en lugar de niños impostando jóvenes. ¿Pijamas de ositos? Credibilidad destruida. Y no es que mi mentalidad sea cuadrada, es muy flexible de hecho, pero flexibilidad no significa que acepte todo como verdadero. ¿Debería creer que Athan Herdenson usó pijamas de ositos durante sus años de universidad sin ser bulleado por sus compañeros? Más creíble serían unos pijamas a rayas, pasada de moda (vayan a saber ustedes cuál es el último grito de la moda de pijamas, pues yo no lo sé) o anticuada, por último.

Como sea, Athan también interrumpe la narración para contarnos, rompiendo la cuarta pared, alguna cosa aleatoria, esterotipada o que probablemente pudo ser narrada mejor. Como cuando nos menciona su afición a la comida. Como cuando nos dice que preferiría ir al parque a leer. Como cuando nos recalca que es muy curioso. ¡Vamos! ¿No habría sido mejor obviar la parte de que se casaría con la comida? Ya quedaba bastante claro con su reacción hacia el helado o las múltiples interacciones que tiene con los alimentos. ¿Leer en el parque? A mí también me agrada, pero no voy por la vida diciéndoselo a todo el mundo. La gente lo deduce cuando cada vez que me ve traigo un libro distinto. Deducir. Esa es la clave. Es por ello que fallan estas intervenciones. Lo mismo que el café, la curiosidad y otros rasgos de los autodenominados «únicos y diferentes». Se debe dejar implícito con acciones, no lanzarlo de manera literal al rostro del lector.

Ocurre también, y con bastante frecuencia, que los personajes se expresan «gritando». ¿Acaso Athan, Adonis y demás tienen problemas con la modulación del tono de voz? Estimada, existe variedad de verbos que indican diálogo.

Y ya que toco el tema de los diálogos, debo recalcar que no es necesario introducir un inciso de narrador a cada parlamento. Tales incisos deberían estar reservados para recontextualizar al lector durante conversaciones largas o para regular la velocidad en conversaciones cortas, ya que, si presentan a cada momento, lo único que consiguen es entorpecer la historia. Emociones, gestos y similares pueden ser perfectamente expresados con signos de puntuación. Presta atención.

[...]

—Adonis... ¿qué fue todo eso?

—Largo —respondió sin mirarme.

—¿Qu... qué has dicho?

—Lo que oíste. ¡Largo!
Sus ojos estaban oscuros por todo lo que había tomado, sin embargo, seguían transmitiendo esa rudeza y enojo característicos de él.

—¿Acaso no piensas moverte? ¡Solo vete!

—Bien, bien. Hablaremos de esto mañana.

En cuando terminé de hablar caminé

[...]

¿Lo ves? Se puede transmitir duda, incredulidad, pausas y enojo sin necesidad de colocarlo explícitamente en incisos de narrador.

Aclarado ello, la trama nos muestra las consecuencias derivadas de la transformación de Athan. Tenemos en mente que ha cambiado su ropa y calzado, corte de cabello y, probablemente, su hígado, con un extraño método para hacerlo más resistente al alcohol a partir beber copiosas cantidades del mismo a lo largo de una semana. Me pregunto si el incremento de la actividad, cantidad y eficiencia de la alcohol deshidrogenasa obedece a ello o al consumo regular durante un lapso considerable, bastante considerable, de tiempo. Supongo que la bioquímica no tiene mucha cabida aquí...

CERRADO| Beta Readers SunFlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora