2. El nuevo juguete

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Su mirada se crispó. Sonreí internamente por haber tocado un nervio.

-¿Me has visto?- preguntó señalándose. Estaba acostumbrada a mis compañeros de equipo. Todos, incluso las mujeres, eran más altos que yo, las Bestias eran gigantes y Varick...Varick apenas debía llevarme unos centímetros. Tenía algo de musculatura, después de todo era un deportista, sin embargo su contextura física era más bien similar a la mía. Como alguien que quizás podría ganar una carrera pero nunca una pelea. Se veía como un mal chiste, al lado de resto del equipo e instantáneamente supe que no le gustaba para nada la idea de ser Pivote, lo cual me motivó más a obligarlo.

-Lamentablemente- respondí y volví a guardar el cuchillo.

-No tengo la altura necesaria para ser un Pivote, los de los demás equipos me llevarán treinta o quizás hasta cuarenta centímetros y definitivamente serán más fuertes...

Hablaba demasiado. Discutía demasiado. Además su voz me perturbaba, era demasiado elocuente y madura, pero sonaba como la de un niño. Incluso él lucía más pequeño de lo que era.

-Alguien tiene que enseñarle a este Retriever a dejar de ladrar- dije con la esperanza de que callara.

-Me llamo Varick, para que sepas- continuó de todas maneras.
"¿Qué clase de nombre es Varick?" Pensé, o quizás lo dije en voz alta. A veces me sucedía y odiaba cuando pasaba.

-Como te decía, yo siempre he jugado como Central, es en lo que soy bueno.

-No mejor que yo- contraataqué, podía ser un buen imitador, quizás. Varick comenzaba a lucir más exasperado. Aquello me gustaba. Siempre me había gustado sacar el peor lado de las personas.

-Tus Bestias me dijeron que apenas te importa el deporte, que apenas te importa el equipo- me dijo. Bueno, eso no era ningún secreto. Yo nunca empecé a jugar al Handball porque me gustaba, si no porque tenía que hacerlo. Tenía que ser la mejor para que esta universidad me tomara más temprano y estar aquí cuando Summer llegara.

-¿Tu crees en todo lo que te dicen?- le pregunté. Parecía bastante crédulo, además.

-¿Acaso mienten?- dijo y sus orejas se pusieron coloradas por su enojo.

-No, no en este caso- admití. Me alegraba haberlo enfadado, era de los que tomaban calor en el rostro y las orejas cuando lo hacían. Anotado.

-Déjame jugar de Central, tu podrás ser mi suplente y no estarás fuera del equipo...- tuve que callarlo. Le tapé la boca con la mano porque no soportaba más el sonido de su extraña voz.

-Yo no soy suplente de nadie- le dije, fastidiada. Ser suplente en los Chitas era ser descartable. No podía quedar afuera del equipo - serás mi Pivote o te buscarás otro equipo.

Cualquier persona me hubiera apartado la mano de un manotazo, sin embargo Varick caminó hacia atrás evitando tocarme. Quizás las Bestias le habían explicado las reglas básicas. Le convenía seguirlas.

-Ustedes ya tienen un Pivote- dijo con tono acusatorio. Reprimí las ganas de golpear algo al recordar al idiota de Kiran.

-Patel no es un Pivote, es una carga- espeté con desprecio.

-¿Y vas a reemplazarlo así como así?- preguntó, como si la idea le resultara descabellada. Claro que si, Novato, aquí pasa todo como yo quiero.

-Por supuesto.

-¿Y cómo sabes que no seré igual o peor que él?- casi estallo en carcajadas. Era casi imposible ser peor que Kiran Patel. El problema era que necesitábamos un Pivote para entrar al campeonato el año pasado y Kiran era el único candidato disponible. Además el Entrenador podía ser un debilucho a veces. Además el Novato se subestimaba; si era capaz de igualar mi juego no le costaría igualar al resto del equipo, sin embargo dije:

-Quizás lo seas, tendremos que jugar para averiguarlo- amenacé.

Varick titubeó un rato, lo cual me dió la oportunidad de analizarlo. Se veía como un sol caminante, todo dorado y de aspecto cálido, no veía cicatrices a la vista ni golpes ni nada sospechoso, tampoco lucía trastornado como yo, ¿Por qué el entrenador lo había aceptado? ¿Qué ocultaba?

Cuando notó mi escrutinio se puso nervioso, lo cual lo volvió más sospechoso a mis ojos. Varick Becher se rascó el cuello y habló con inseguridad:

-Bueno, eh- titubeó volviendo a tomar color en las orejas- sacaré mis cosas y dormiré en otro lado.

-No abrirán las demás habitaciones hasta que vengan los demás. Te mudarás con la otra mitad cuando vuelvan- le avise- Yo no uso mi cama y de todas maneras todo aquí apesta a ti.

-Bueno, gracias- me dijo con tono sarcástico. Sonreí secretamente, la iba pasar bien este año torturándolo.

Aproveche para tomar mi valija de al lado de la puerta y dejarla en la habitación.

-Puedo dejarte para desempacar- me dijo. Era insoportablemente amable.

-Nah.Probablemente queme todo esto, apesta a mi familia.

Y no mentía. Todos, absolutamente todos, eran unos cobardes miserables. Bueno, quizás Summer era el resultado de toda aquella ecuación y no era la culpable, a veces aquello impedía que pudiera odiarla del todo.

Varick Becher era mi nueva distracción, toda Bestia necesita un juguete y él era la víctima perfecta.

La Reina Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora