10. Malas elecciones

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Varick me habla y le contesto, pero no sé bien lo que digo. Mi mente está en otra parte, desconectada.

No puedo pensar estas cosas. No. Es egoísta, es insensato, es inocente.

Yo nunca le podría dar lo que él quiere. Nunca le podría dar lo que quiere a nadie, la verdad. Estoy rota hace tiempo, ya no hay vuelta atrás. Pensar en lo que podría pasar solo empeora las cosas.

Podría escaparme, lo considero realmente y se lo digo a Varick. No, claro que no puedo pasar por las ventanas.

Recuerdo mi cuerpo y la revisión médica, Varick me vuelve a hablar y Maylie entra en la habitación seguida por Savannah y Kiran.

Un peso intenso como una piedra se instala en mi estómago. Me siento ahogada.

-No nos hagas pasar por lo mismo cada vez. Te toca Angelina.

-No estorbes Yang- le digo intentando no sonar sofocada- Acabo de salir de rehabilitación. Estoy mejor que nunca- necesito irme ya.

-Sabes que Amy necesita revisarte para agregarlo al historial. La conoces, ¿Por qué creas tanto alboroto?

-¿No puede inventarlo?- pregunta Varick en un intento de ayudarme. Buena idea. Lo hubiera besado allí mismo- Si ya la revisaron entonces si está en condiciones, ¿Verdad? Si no no la hubieran dejado salir.

Maylie le responde y sé lo que le va a decir, pero me siento tan agobiada que me dirijo a mi casillero para sacarme el uniforme. En eso siento una mano de uñas largas contra mi brazo y sé perfectamente quién es. Apenas lo roza pero mi cuerpo actúa automáticamente.

Me volteo y la empujo contra los casilleros, tomando una navaja y apretándola contra su cuello en menos de un segundo. Savannah respira entrecortadamente en un triste intento de evitar el filo de la navaja.

Podría separarme pero estoy enojada. Estoy furiosa. Quiero cortarle el cuello, realmente lo quiero y ella lo sabe: está tatuado en mis ojos.

-Ya deberías saberlo a estas alturas- mascullo.

-¡Te lo digo Maylie está mal de la cabeza!- grita el estúpido de Kiran.

Escucho más voces pero suenan distantes, como si estuviera debajo del agua. Siento mi propio pulso en mi rostro, la adrenalina corriendo por mis venas, el bronceado cuello de Savannah a punto de ser rebanado.

Podía hacerlo si quisiera. Realmente podría.

Entonces, su voz suena entre todo el ruido de mi mente, llevándome a la superficie.

-Lindo primer día- dice Varick.

Lo imagino parado con su amarillo uniforme, pensando en lo mal de la cabeza que estoy y en cuanto me odia. Después de todo estaba arruinando su día tan esperado.

Suelto a Savannah y me voy de la habitación sin mirar a nadie.

Apenas había dado unos pasos cuando escucho la puerta del vestuario abrirse.

-¿Angelina?- me llama Varick. No me doy cuenta de que me había detenido hasta que llega a mi lado.

-Ve tu primero- le digo. No puede verme, lo sabrá.

Varick me hace caso y, a diferencia del resto del equipo, confía cuando le digo que lo esperaré afuera.

No voy a mentir. Pensé en escaparme al menos cuatro veces desde que entró al consultorio pero cada vez que estaba por levantarme lo recordaba y a su indiscutible confianza en mi palabra. Había muy pocas personas que lo hacían, por no decir casi nadie: no iba a perder eso.

Cuando salió y tuve que reunirme con la doctora, se la veía angustiada. Alcé una ceja, aquella era una expresión que reservaba exclusivamente para mis revisiones.

-¿Muy malo?- pregunto, curiosa.

-Algún día ustedes me terminarán matando - dice y sé que no me dirá más sobre el tema, sin embargo eso incrementa mi curiosidad.

Me llevó una hora entera lograr que la doctora se rindiera a revisarme y solo aceptó porque recientemente había salido de rehabilitación. A pesar de mi victoria, no pude evitar salir de mal humor por semejante pérdida de tiempo.

El idiota de Kiran me habló pero a mis oídos sus palabras sonaban como "bla, bla, bla".

Sé que puedo parecer demasiado dura con Kiran Patel pero el problema es que su pequeño error en el campeonato podría habernos dejado fuera de las ligas para siempre y con ello se disolvería el equipo arruinando así todos mis planes, planes que había estado elaborando la mayor parte de mi vida.

Entró al vestuario para ponerme mi uniforme y ya estaban todos en la cancha para cuando terminé. Divisé a Varick al instante: un humano dorado rodeado de humanos grises. Me acerqué a él sigilosamente, soplé su ondulado cabello haciendo que saltara graciosamente y le digo:

-No sabía que habíamos reclutado una estatua.

Me alejé de él y Asher me pasó la pelota. Él seguía quieto cuando volví a enfrentarlo, mirándome de aquella manera tan suya.

Él había dejado a la doctora tan perturbada como se encontraba luego de revisarme a mí. Eso significaba que había visto cosas. Había algo sucio en Varick, ¿Cómo alguien tan roto podía mirar de aquella manera? ¿Con tanta esperanza? ¿Con tanto optimismo?

No encontrarás nada en mi, Becher. No soy la respuesta a tus preguntas ni la solución a tus problemas. Deja de mirarme así.

Sin que nadie más pueda oír, vuelvo a acercarme a tal punto que cabello me hace cosquillas en la nariz cuando le susurro.

-Podrás ser un Golden Retriever y engañar a todos pero hay un motivo por el cual el entrenador te dejó entrar. Te crees muy astuto con tus sonrisas y pinta de chico bueno pero sé que estás tan roto como yo.

-Así que lo admites- me dice. Sonrío, el también me estaba investigando. Así que el interés es mutuo. Romántico.

-Ambos somos sobrevivientes- le digo- No actuamos por placer sino porque lo necesitamos. Tengo mis hipótesis acerca de ti.

-¿Ah, si?- me dice enfrentándose a mí, noto que se cuida de no rozarme y sé que no es por miedo- pues yo tengo varias tuyas.

-Dudo que estés si quiera cerca de la superficie- le digo, confiada. No hay pensamiento, nada que pueda imaginarse que si quiera se acerque. Sabemos guardar las apariencias. Uno aprende luego de años de rutina.

Jugué primero con Kiran porque Maylie me había rogado que lo hiciera. Algo sobre no herir su frágil autoestima o algo así. Me sentí casi aliviada cuando, luego de veinte pases fallidos, Varick dio un paso adelante.

-Quiero intentarlo- dijo.

Oh Varick, mi sol, que placer es jugar contigo.

Era la mismísima libertad.

Todas y cada una de mis pelotas servían. No importaba donde las lanzara, ni cuando, ni a qué velocidad: Varick estaba allí al otro extremo para atraparlas. A él no le importaba que no le avisara, ni que fueran muy complicados, ni que le hiciera correr en exceso. Él no las juzgaba: iba atrás de ellas como un un animal salvaje persiguiendo a su presa. En ese mismo instante era un Chita puro. Quizás más que todos nosotros.

Cuando todos se fueron me dirigí hacia él. Quería decirle que me gustó, quería decirle que fue el mejor jugador que haya visto hasta ahora. Sin embargo otras palabras salieron por mi boca:

-No creas que ya eres un Chita, Novato.

-Gracias por confiar en mi- me dice y fue como si me hubiera golpeado en el estómago. No fue un comentario irónico ni sarcástico, a pesar de todo él seguía creyendo en mí.

¿Por qué Varick? No te entiendo. Entre todas las personas, elegiste a la peor.

La Reina Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora