Ah, lo bueno que puede resultar un puñado de miedo en las mentes juveniles. Es como si se les reacomodaran las ideas. Poco a poco comenzaron a irse dejándonos a Varick y a mi a solas. Recuperé la cuchilla del asiento y la balanceé entre mis dedos un momento.
No se sentía mía, ya no. Lanzar la cuchilla es un arte y él la había capturado en pleno vuelo, de la había ganado.
-Es tuya- le dije y noté su expresión de inquietud, por lo que agregué- Cuando la necesites, pídemela.
Me quité el abrigo y solo recordé los moretones al ver la mirada sorprendida de Varick en mi estómago.
-¿Qué te pasó?- sonando más tranquilo de lo que hubiera esperado. Quizás no era la primera vez que veía tantas golpizas, quizás las había vivido en carne propia.
-Casi muero aplastada por un auto- le expliqué. Varick levantó una ceja, lucía un tanto menos irritable cuando algo lo exasperaba.
-¿Alguna vez dejarás de mentir?
Lo ignoré, de nuevo, si decidía no creerme era su problema.
-¿Cómo caminas con todo eso? Luce incómodo.
-Más bien reconfortante- lo corregí quitándome el arsenal y cerrando el gimnasio con traba para que nadie pudiera entrar. Todavía no alcanzaba las dos cifras de edad cuando alguien me había ofrecido aprender a usarlas y luego me las había regalado. Aquello fue un viaje de ida. Nunca salía sin ellas desde entonces.
-¿Qué pasa ir alguien quiere entrar?- preguntó el tonto de Varick.
-No lo hará- le dije, bostezando con cansancio. Luego de visitarlo mientras dormía me había costado recuperar el sueño.
-No deberías fumar- dijo, como si hubiéramos estado hablando de eso, ¿Es algo tuyo saltar de tema en tema como una rana, Becher?
-¿A caso no aprendiste que sucede cuando me dan órdenes?- no me había enfadado su comentario, Asher, el Entrenador y Maylie me lo decían a diario, sin embargo tenía ganas de molestarlo - Quizás si necesites un bozal.
-Solo digo que eres una atleta- dijo. Su rostro era molestamente conciliador, al parecer no era tan fácil hacerlo enfadar - No te ayuda, con el paso de los años terminará arruinando tu rendimiento.
¿Y a ti que mierda te importa? Pensé, sin embargo dije:
-¿Qué te hace creer que quiero vivir por muchos años más?- cuándo Summer se graduara y pudiera irse lejos de este bote de basura de ciudad, cuando estuviera a salvo, todo estaría terminado para mí. Ya no me quedaría nada por hacer.
Aparté aquellos pensamientos de mi cabeza y miré a Becher, que miraba los equipamientos con mirada perdida, como si el muy tonto nunca hubiera ejercitado en la vida.
- Ahora deja de intentar hacerte mi amigo y concéntrate en lo que vinimos a hacer.
Cuando por fin lo dejé descansar, Varick se dejó caer al suelo sin molestarse en disimular lo agotado que estaba.
Su rendimiento me había sorprendido gratamente. Aprendía rápido y se enfocaba con facilidad en lo que tenía que hacer, tampoco se quejaba ni hacía trampas a la hora de hacer los ejercicios. Pudo completar todo el entrenamiento a pesar de que debería haber renunciado a la mitad. Sin embargo me guardé todos estos pensamientos y, en cambio, le dije:
-Apestas.Me senté a su lado y me sorprendió la sonrisa que se dibujó en su rostro.
-Eso ha sido increíble- dijo. Que chico tan extraño.
-Quizás eres más masoquista de lo que creía - comenté, desencajada ante su optimismo.
-Quizás lo sea- dijo y, aunque pretendía ser un chiste, había algo que me indicaba que quizás no lo fuera.
Observé sus brazos desnudos: ninguna herida visible. Tampoco en sus muñecas.
Me pregunto cuál será su secreto y porqué él no había quedado roto como yo. Parecía injusto.
O quizás no soy tan fuerte como él.
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La Reina Bestia
Teen FictionLibro 2 Como siempre, hay dos caras de la misma moneda y esa frase no puede ser más perfecta para alguien como Angelina Taylor. Ella es perfecta para ocultarlo todo, es la mejor en alejar a la gente y a asustar a quienes le plazca. Sin embargo desde...