Hacía semanas que no hablaba con Varick. No una conversación real, por lo menos. Cada vez que lo veía me sentía extraña, una mezcla de ganas de golpearlo y sentir todo su cuerpo entre mis manos. Podía sentir su mirada sobre mí sin importar a donde me moviera.
Me acerqué a la barra y coqueteé con el coctelero. Se me daba bien y generalmente se conformaban con un poco de sexo oral y listo. Varick no tardó en aparecer a mi lado. Miró al coctelero y, como si lo hiciera todos los fines de semana dijo:
-Quiero algo fuerte.
Pretendía sonar rudo y confiado, sin embargo era difícil tomarlo en serio con ese disfraz.
-¿Eres un elfo de la suerte?- le preguntó el hombre. Varick esbozó una sonrisa incómoda que se desvaneció cuando el coctelero volvió a depositar su atención en mí.
-Le puedo ofrecer algo, ¿Gatita?
Rodé los ojos internamente.
-No soy un gato, soy un Chita- le digo usando un tono de voz sugerente- sorpréndeme.
El coctelero me guiñó el ojo y se retiró para preparar nuestras bebidas.
-¿Qué te sucede?- me dijo Varick. Si lo ignoro quizás se vaya- ¿Por qué no me hablas? Golpéame de una vez y listo, no me defenderé.
No, no va a funcionar. Varick nunca se rinde.
-Ese es el problema, Becher-le digo en un inútil intento de evitar mirarlo- Tienes que dejar de permitir que la gente haga lo que quiera contigo. Odio a los esclavos.
-Yo no hago eso- me dijo sin mucha convicción.
-El día que no aparezcas con el rostro desfigurado será el día que lo crea- suspiro y lo miro. Su cabello se ve adorable - tu pelo luce incluso más estúpido con ese gorro.
Varick se lo quita. Mierda, a veces me detesto.
-A veces no te soporto- me dice, como si leyera mi pensamiento.
-Comparto el sentimiento- le digo, aunque debe haber creído que me refería a él y no a mí misma. El camarero nos entregó las bebidas y puso unas pastillas en la mía.
Justo lo que necesito en este momento.
-Angelina, no deberías...- comenzó a decir pero me bebí el trago de un tirón. Mala idea. Podía soportar las pastillas pero no a esa velocidad y en cantidad. Imbécil. Pienso y me levanto.
-Ven a verme cuando hagan efecto- escucho al coctelera decir, pero ya me estoy alejando.
No recuerdo mucho acerca de las horas siguientes. Las pastillas surtieron efecto con rapidez y empecé a recuperarme mucho más tarde. Sabía que la fiesta estaba casi por terminar: la música se había apagado y las voces en el piso de abajo eran apenas un murmullo.
Estaba en mi habitación. En mi cama. El coctelero sobre mí, recorriendo mi cuerpo con sus manos, besando mi cuello.
Lo hubiera detenido si pudiera. Realmente lo hubiera hecho. Pero no podía. Mi cuerpo se sentía pesado y torpe y no tenía la fuerza suficiente como para apartarlo de encima mío.
Nada nuevo. Hice lo que solía hacer y me desconecté. Antes solía pensar en mis padres, en mi viejo hogar, en mi primer viaje a Disney World, en mi perro Sam. Ahora, sin embargo, mis pensamientos me llevaron a Varick. A su uniforme, a su voz, a sus ojos, a su cabello, sus quemaduras, sus cortes.
Era como si estuviera en la habitación. Incluso podía oír su voz.
-¿Qué haces?- dice el coctelero, su peso desapareciendo sobre mi cuerpo.
-Vete a la mierda- escucho a Varick. Suena rabioso, como un Chita siendo amenazado.
-No es como si las hubiera ocultado- escucho al otro decir-ella sabía lo que estaba tomando.
-¿Y?- contesta Varick. Nunca lo había escuchado hablar así- Eso no significa que puedas hacer lo que quieras con ella, está fuera de sí.
-Mira...- comenzó a decir el coctelero. Giro mi cabeza hacia ellos, cae de costado sin control y mi mejilla derecha roza el suave algodón de mi colcha.
Ambos forcejean y el coctelero golpea a Varick, sin embargo éste no parece notarlo.
-Vete- le grita empujándolo hacia la puerta con una fuerza que no hubiera creído que poseía. Se había quitado los accesorios del disfraz que lo convertían en Peter Pan y ahora solo llevaba un pantalón verde militar y una camiseta a juego haciéndolo lucir, ahora, como un soldado.
Un portazo y el coctelero se había ido. Escucho a Varick correr hacia la cama, un soldado en busca de rescatar a su damisela.
-Hasssssta los camarareros son más fuerttttes que tú- le digo lentamente, me cuesta mover la boca, como si la tuviera llena de algodón y me impidiera modular como se debe.
-Angelina voy a hacer que te levantes- me dije y me sujeta de las muñecas brevemente, lo suficiente como para hacer que me siente en la cama- ¿Cómo te sientes?
-Nada- le digo, intensamente feliz. No puedo sentir mi cuerpo por primera vez en mucho tiempo. No siento dolor, no me siento invadida, no siento...- No sieeeento el cuerpo, que lindoooo serrrria ser solo unnna cabeza flotannnnte. Aunqueeee nunca le interesaría a nadie, sabes que aaaaaa los chicos les intereeeesa todo desde el ccccuello hacia abajjo.
Veo la preocupación en los ojos de Varick. Se ve lindo, el verde le sienta bien.
-Quédate quieta- me pide y al poco tiempo vuelve con un vaso de agua. Varick se agacha frente a mí entre mis rodillas, su rostro a la altura de mi estómago. La luz de la madrugada se cola entre las cortinas y le da justo en el cabello, volviéndolo incluso más dorado de lo usual.
Involuntariamente, llevo mi mano a su cabello. Es increíblemente suave, como tocar el cielo con las manos. Varick cierra los ojos cuando lo toco, sus largas pestañas acariciando sus mejillas bañadas en pecas, sus labios entreabiertos.
-Mmm- susurra con placer. Su cabeza balanceándose al compás de mis caricias.
-¿Te gusssta?- le digo y él sonríe, complacido.
-Creí que odiabas mi pelo.
-Y lo odio.
-No te creo- me dice sin borrar aquella sonrisa de su rostro. Oh, Varick, por fin empiezas a entender cómo funcionan las cosas.
-Realmente eresss un Golden Retriever- le digo y llevo mi otra mano a su cabello, dejándome llevar por su suavidad por completo. Me gusta tocarlo. Me gusta tenerlo cerca. Me gusta los sonidos que hace cuando lo acaricio, me gusta que se quede quieto y no intente nada más que esto.
Pero él está con Summer.
Levantó su cabeza, cuando abre los ojos, me mira como si no hubiera nadie más en este mundo.
-Eresss malo, Beccher- le digo- deberías estar con Summmer.
-Summer- susurra, se lo ve casi consternado, como si no supiera de quién le estaba hablando- no quiero.
-¿Por qué?
-Quiero estar aquí.
-Ese es el alcohoool hablando, Becherrrr. No perteneces aquí.
-¿A esta casa, a esta ciudad o a ti?- pregunta. Niño astuto.
-Ningunna.
-No creo que eso sea cierto. Me dijiste que no mentías, Angelina.
-Oh Becher, hay tantaaas cosas que no hago, sinnn embargo tú...
No puedo soportarlo más. Tengo que hacer algo. Él está tan cerca y su aroma me embriaga, hace que se me haga más difícil acomodar mis ideas.
-¿Qué pasa?- me pregunta. Por como lo dijo, me hubiera alcanzado la luna si se lo pedía.
Lo deseo.
-Quítate el pantalón.
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La Reina Bestia
Teen FictionLibro 2 Como siempre, hay dos caras de la misma moneda y esa frase no puede ser más perfecta para alguien como Angelina Taylor. Ella es perfecta para ocultarlo todo, es la mejor en alejar a la gente y a asustar a quienes le plazca. Sin embargo desde...