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Se oía un murmullo lejano mezclado con la suave música de la radio.

Se puso de pie y bajó el volumen, agudizó el oído para poder alcanzar a oír lo que los hombres hablaban en la otra habitación. Al parecer su madre se había quedado dormida con un cigarro en la mano y debido al alcohol mezclado con las pastillas de clonazepam, había generado en ella un efecto adormecedor por el cual no pudo reaccionar al momento en que su casa se comenzó a envolver en llamas. El humo la había matado antes que el fuego, la había asfixiado.

Volvió a subir el volumen, esta vez un poco más alto, ya no quería oir nada, no quería nada.

Estaba deseando desaparecer en ese momento, quería que un rayo le cayera en ese momento y acabara con su existencia.

Su vida había sido sumamente dolorosa hasta ese momento, el primero en dejarlo había sido su padre, y ahora, en solo unas horas, había perdido lo único que le quedaba para vivir. El fuego le había quitado a su madre y su hogar, ¿ahora que iba a hacer?, tenía tan solo doce años, aún le costaba leer, no sabía cocinar, no tenía idea de como lavar una prenda de ropa y mucho menos como conseguir dinero si no era quitandoselo de la cartera a su madre o robandole el dinero del almuerzo a sus compañeros de colegio.

Era un niño, no había manera de que sobreviviera solo.

Estaba sentado dentro de la oficina, sobre una gran silla, entre sus manos tenía su robot de juguete que él mismo había construido, uno de los oficiales lo había encontrado entre los escombros y se lo había devuelto en la estación. Tenía olor quemado, estaba sucio con las cenizas.

Intentó limpiarlo con el borde de su camiseta, un brazo se le cayó. Lo recogió del suelo y se lo guardó en el bolsillo de su pantalón.

-Todo se me cae a pedazos.-Murmuró.-Mi mundo se esta desmoronando.

Tragó con dificultad y apretó los ojos, no quería llorar.

-Si lloro me saldrán arrugas.-Recordó las palabras de su mamá.-Yo soy fuerte, yo no lloro.-Tomó una gran bocanada de aire.-Soy el capitán Eustass Kid, el hombre más fuerte de todo el South Blue.-Sintió sus ojos empañarse.-Soy el héroe de mamá.-Miró el robot entre sus manos.-No llegué a tiempo para salvarla.-Apretó con fuerza al juguete. Lo arrojó con fuerza contra el suelo.-¡Ni si quiera a este trozo de chatarra he podido salvar!.

Se cruzó de brazos y comenzó a respirar hondo, poco a poco fue abrazándose a si mismo. Se sentía sólo, estaba sólo. Era lo único que le quedaba en ese momento, su propia compañía, ya no había nadie más en la familia Eustass, era solo él, el último en la linea de sangre.

Miró con rabia hacía el suelo, tenía tanta impotencia en su interior que necesitaba romper algo, quería desquitarse con la vida a los golpes, necesitaba canalizar su ira de inmediato o la sangre le herviría hasta la muerte.

Se puso de pie y tomó uno de los paraguas que habían cerca del perchero, caminó hasta la radio y le subió el volumen, volteó hacia el escritorio y comenzó a golpear la superficie de este, arrojando y rompiendo en el acto todo lo que había en su superficie.

Rompió cuadros, arrojó libros, pateó el tacho de basura y transformo todo lo que había en aquella habitación en su propia terapia para deshacerse del dolor que presionaba su pequeño corazón.

Ya no le quedaba nada más que romper, sintió bajo su pie el sonido de la lata de su robot abollándose. Tomó el paraguas y se dispuso a golpearlo, pero no pudo, algo en su interior se negaba a reducirlo a añicos. No fue hasta ese entonces que pudo hacer memoria, intento recordar como fue que ese robot había llegado a su vida, en que momento lo había construido.

Co-workers (Kid y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora