Día 1: Fresas

397 30 1
                                    


Pareja: AoKaga. 

.

Aomine llegaba a su casa después de una mañana larga de trabajo, deseando tomarse un buen baño caliente y pasar el resto de la tarde con su familia. Entró en la sala y saludó a su amado pelirrojo, que lo esperaba con una deliciosa comida de las que tanto adoraba saborear.

—¿Y esa caja? —cuestionó el de ojos rubíes al ver que el moreno llevaba en su mano derecha.

—Son unos pasteles, los hizo Satsuki, que está practicando la repostería, me ha confirmado que están buenos, pero no sé yo —respondió soltándolos encima de la mesita central de la sala, a lo que Kagami la abrió.

—Tienen buena pinta —confesó al observarlos—, desconfías mucho en los dotes culinarios de Momoi, eres demasiado duro con ella, ya ha mejorado muchísimo.

—Puede ser —se encogió de hombros, mientras se dejaba caer en el sofá. El pelirrojo fue a la cocina a por dos platos y tazas de té, para comerlos. El moreno se incorporó mejor y ambos corroboraron que, efectivamente, estaban deliciosos.

—¿Ves? Mira qué buenos están, y tú dudando de ella, qué mal amigo de la infancia eres. ¿Qué estás haciendo? —cuestionó cuando el moreno con su dedo untado de nata se lo restregaba por la nariz y después con su propia lengua se lo quitaba.

—Delicioso —dijo con una sonrisa en su rostro, relamiéndose los labios—. Aprovechemos que a Satsuki le salieron los dulces ricos para jugar un poco.

—¿Jugar? ¡Ahomine, bastardo! —exclamó cuando con una rapidez sacada únicamente posible de la zona, su camiseta fue quitada y lanzada detrás del sofá.

—No pongas esa cara de inocente que sabes que esto te va a gustar tanto como a mí —con cara jugosa, volvió a untarse los dedos de nata y, con caricias, fue llenando el torso acaramelado.

Después, tomó una de las fresitas que adornaban dichos pasteles, y se la colocó en uno de los pezones rosados, embadurnando con más nata para evitar que se cayeran fácilmente.

—¡Espera! Hacer esto aquí, en la sala...

—Vamos, siempre he querido llenarte de nata y devorarte entero —lo tomó de las muñecas para inmovilizarlo y siguió con su juego. Había fresas de sobra, sólo tenía que coger también las que había en la nevera, pero a ese pelirrojo, le iba a hacer el amor en ese mismo momento y lugar, y nada ni nadie los iba a interrumpir.

O eso creía Daiki...

El timbre sonó y, aunque quisieron hacer oídos sordos, la persona que llamaba se notaba insistente. Aomine a regañadientes dejó libre a Kagami y éste colocándose su camiseta fue a abrir la puerta.

—¿Taiki? ¿qué haces aquí? —se extrañó de ver a su hijo a esas horas en la casa, en la puerta, vio a Kuroko saludarle desde su auto, arrancando una vez de ver que el niño estaba en su casa—. ¿No deberías estar en el entrenamiento de básket? —el pequeño entró dentro de la casa, llegando hasta la sala y sorprendiendo a su otro padre.

—Es que nos han comunicado a última hora que no había —hizo una mueca de disgusto, dicho mocoso era igual a sus progenitores cuando se trataba de su tan amado deporte.

—¿Y no podías habernos avisado para ir por ti? No me gusta que te vengas solo —regañó levemente Daiki, sólo era un niño de siete años, por lo que no quería que fuera por las calles él solo.

—El tío Tetsu me trajo en coche —respondió sentándose en el sofá. Se dio cuenta de los pasteles todos estropeados que había sobre la mesa—. ¡Ah! ¿Son los pasteles de la tía Satsuki? ¡Qué malos, yo también quería probarlos! —lloriqueó al ver que estaban todo estropeados. Su mirada zafiro se fijó en que en el sofá había una fresa—. ¡Una fresa, al menos queda una!

Con rapidez, Aomine se la arrebató de la mano y se la metió en la boca, justamente con esa fresa estaba entretenido hasta hacía poco en unas partes no nombrables para la edad de su hijo.

—¡Ah, qué malo te la has comido, ni si quiera me dejas probarla! —lloriqueó Taiki haciendo un puchero.

Estaba claro que esa fresa en concreto, no iba a dejar que su hijo se la comiera. Al final, tuvo que salir a la tienda de convivencia para comprar algunos pastelitos con fresas, porque ahora tenía a Taiki enfurruñado por haberse comido su pastel, y a Taiga enfadado por hacer ese tipo de cosas pervertidas en mitad de la sala y ser casi pillados por su hijo. 

Un Fictober Con Mucha Tinta (KnB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora