Día 26: Casa

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Pareja: AoKaga. 

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Era un día lluvioso, y con ese ya iba cerca de una semana en la que no paraba de llover, y por lo que había pronosticado el tiempo, lo seguiría haciendo unos días más debido a un tifón. Al menos podían estar tranquilos de que había tocado tierra pero en la costa, y a ellos sólo les llegaba los coletazos, pero eso no quería decir que no se preocuparan por todas las personas que vivían en la costa. 

Debido a los fuertes vientos y a las intensas lluvias, los colegios estaban cerrados y no había clases por precaución, incluso a veces, dependiendo de la zona, se llegaba hasta ir la luz en alguna que otra ocasión por cortos periodos de tiempo. 

Y con este mal tiempo, a los niños era difícil mantenerlos tranquilos y sin formar mucho alboroto en la casa ya que no podían salir a la calle a jugar. 

Ese era el caso de Taiki, que no podía salir a la cancha a jugar básket con los demás amigos, y se sentía completamente aburrido. Era un pequeño torbellino de cinco años, con la energía y cabezonería de sus progenitores. 

—¡Papá, ayúdame! —gritó a su padre que se había parado a mirar por la ventana para ver si amainaba un poco el mal tiempo—. ¡Se va a caer el tejado de la casa y tú ignorándome! 

—Ya te ayudo, ya —con resignación, cogió los grandes cojines del sofá que simulaban el tejado de una casa que se estaban cayendo—. Ya está Taiki, ya no se cae el tejado. 

—Pero papá, éntrate conmigo dentro de la casa, mira que está lloviendo mucho, mucho. 

—Taiki, no quepo ahí dentro, yo me quedo fuera vigilando, y si se aparece alguien extraño o malo lo arresto, ¿vale? 

—Pero te mojarás —insistió el pequeño pelirrojo. 

—Me pongo un chubasquero y ya no me mojo, tú no te preocupes, tú quédate en la casa bien resguardado de este mal tiempo —el niño asintió, y encendió la linterna que tenían en la sala para alumbrarse mientras regresaba la electricidad. 

—¿Se puede saber qué le habéis hecho a mis sofás de la sala? —Kagami bajaba de la planta de arriba de buscar unas velas, ya que cocinar con una linterna o a oscuras, era muy molesto e incómodo. Además, Taiki la había tomado para jugar. 

El infante, se asomaba por la puerta de lo que se suponía que era una casa, que estaba construida con los cojines de los dos sofás de la sala. 

—Daiki, ¿a qué se supone que estáis jugando? 

—¡Papi, hemos hecho una casa! Ya que está lloviendo mucho y aquí estaremos resguardados —explicó Taiki con entusiasmo, asomándose por un hueco de los cojines.

—Vaya, qué grande y bonita —sonrió a su hijo, y después miró a su esposo—. ¿Por qué le dejas que desordene la sala de estar forma? —suspiró, ya que sabía a quién le tocaba después recoger todo.

—De alguna forma habría que entretenerlo, va una semana lloviendo y pareciera que no conocieras a tu hijo, es incansable, cómo tú.

—¿Sólo es mío? Te recuerdo que tú eres más incansable que yo —Aomine se carcajeó. Era una mini copia perfecta de ellos dos.

—¡Papi! —volvió a demandar la atención de su pelirrojo padre—. ¡Ven a jugar con nosotros en la casa!

—Eso Taiga, ven, no vale librarse.

—¿Se supone que ahí tenemos que entrar los tres? Es imposible, Taiki, sólo cabes tú.

—No sólo cabo yo, vosotros también, si la hacemos más grande —con rapidez salió de su casita y subió las escaleras, bajando con cojines de su habitación y de la de sus padres.

—Buena idea hijo, pero no se dice cabo, sino quepo —le corrigió Daiki sintiéndole.

—¡Hagamos una casa grande, súper grande!

Ambos adultos sonrieron cómplices y le siguieron el juego a su hijo, haciendo una gran casa de cojines en esa lluviosa y tormentosa tarde de domingo.

Amaban pasar esos momentos con Taiki, aunque tuvieran que entrar completamente estrechos en esa casa y luego tuvieran que recoger todos los cojines.

Un Fictober Con Mucha Tinta (KnB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora