Como si fuera lo único en el mundo

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Hinata Shoyo. Quince años. Metas propuestas a largo plazo, convertirse en un gran jugador de voley. Metas a corto plazo, poder entrar al club de voley sin morir en el intento.

—¡No hay manera en que lo logre en una semana!—dice jalando sus cabellos.

La euforia del momento lo llevó a cometer una gran locura, jugarse la entrada al club con el entrenador del Karasuno.

Hinata había soñado con poder entrado justo en esa escuela cuando de niño vio un partido televisado, no era como todos los demás, en este había un chico cuya altura estaba muy por debajo de la promedio en los jugadores y aún así se elevaba, casi como un ave en el cielo y marcaba puntos contra cualquier bloqueador, no parecía haber murallas que contuvieran a dicho jugador. Él quería ser así, jugar sin importar su altura y ganar innumerables batallas.

Siguiendo los pasos de tan monumental chico, llegó a la escuela superior Karasuno. Sabía que sería difícil, pero no que sería echado desde el primer día.

Ciertamente apestaba en muchas cosas, en la mayoría en realidad, pero no era su culpa totalmente. En la secundaria donde estudiaba no había club de voley masculino, por dos años se tuvo que conformarse con entrenar con los demás clubes, de cierta manera ayudó para que sus reflejos fueron pulidos, sin embargo los básicos no avanzaron hasta que en su último año cedió ante la idea de entrenar con el equipo femenino de voley.

—No te desanimes—dijo Tanaka dando palmadas en su espalda—. Nosotros vamos a ayudarte ¿Cierto?

Todos sus sempais alzaron el pulgar, en verdad que eso le levantó el ánimo. Todos se turnan para practicar con él entre clase, principalmente Noya, quien es el maestro en las recepciones, aunque es más bajo que él, a Hinata le inspira un montón. El capitán también aceptó participar, pero lo hará cuando acaben sus entrenamientos.

Asoma su cabeza en la entra del gimnasio, con cautela de que el entrenador no lo vea, no sabe porqué pero cuando sus ojos se encuentran, siente que su estómago sacará lo que tiene dentro.

—Puedes pasar, Hinata—le dice Sugawara—. No te preocupes que el entrenador Kageyama se marchó hace un rato.

Asiente con ánimo y entra al lugar.

—¿No tendrán problemas?—pregunta aún dudoso de lo que hace, se sentiría mal si mete a sus superiores en problemas.

Ellos niegan diciendo que nada pasará mientras el mayor no se entere de lo que hacen.

Inician la práctica con lo básico de las recepciones, le corrigen la posición de los brazos y piernas, la altura de la cadera y todo lo demás que no está en orden. Le dan un montón de tiros pero ninguno logra atraparlo ni por suerte, parece una estatua de metal para esto de atrapar el balón.

En uno de los intentos el balón rebota en el pie y termina dándole de lleno en la cara. Sus superiores comienzan a preocuparse de que no lo logre cuando la sangre corre por su nariz.

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Al final del tercer día de práctica con sus sempais, no pudo evitar preguntar algo que recorría su cabeza desde que llegó ahí.

—¿Qué clase de persona es el entrenador Kageyama?

A Hinata se le hacía intimidante, aunque todos eran altos en la cancha de voley, aquel hombre tenía un perfil de ser un tirano y sádico de primera. Por lo que había espiado, nunca lo había notado sonreír o hacer alguna clase de broma, era como una clase de robot programado para entrenar.

—Es... mmm... serio y dedicado con su trabajo—dice Enoshita con una media sonrisa.

—A veces nos invita algo de la tienda—dice el líbero del equipo—. Principalmente bollos de carne.

SonWhere stories live. Discover now