Hay momentos en los que no eres más que un cadáver andante, te debates entre el miedo, la tristeza y la incertidumbre.
"Mi niño, espero que cuando te llegue este mensaje no sea demasiado tarde, no podré llegar a tu cumpleaños pero sé que podrás pasarlo muy bien con tus compañeros del club y tus amigos.
Espero pronto estemos juntos mi pequeño, pero grandioso sol"
Era un mensaje que sonaba tan amoroso, con palabras dulces que conmoverían a cualquiera, no obstante en este punto de su vida ya se sentía increíblemente vacío.
Ni siquiera le deseó un feliz cumpleaños.
Ni le preguntó por sus planes.
¿Por qué se irritaba por ello? él no la ha escuchado decir tales palabras desde que tenía seis. Ya no tendría porque doler esa indiferencia, ya debería estar acostumbrado.
Cerró los ojos, respiró profundo y trató de reiniciar su mente.
Mamá está haciendo algo muy importante, mamá tiene que salvar niños que sufren mucho más que no poder celebrar un estúpido cumpleaños.
Repitió decenas de veces de camino al instituto para calmarse.
Ser risueño, ser amable y no causar problemas a los demás. Su ser lamentable no podía estar frente a sus compañeros de equipo, no dejaría ver esa debilidad. Quiere mantener esa postura, pero fue imposible. Lo bueno es que él fue el primero en llegar y nadie miró su rostro desgraciado. Buscando un consuelo hurgó entre sus pertenencias y encontró la chamarra de su entrenador. Con solo fluir el encantador olor por sus fosas nasales, sus sentidos se volvieron pacíficos. Era una clase de droga que lo llevaba de cien a cero en un instante.
Empezó a despojarse de la chaqueta negra del club. Si la llevaba debajo y con el cierre bien arriba estaba seguro que nadie notaría que la traía puesta.
Era algo patético tener que recurrir a la prenda del hombre que lo estaba haciendo sufrir tanto esos días.
...
El largo recorrido hasta Tokyo sirvió para que pudiera refrescar su mente un poco. Mandó a volar todo lo que estaba relacionado con su mamá y su aniversario de nacimiento, ya que esta no era la primera y podría asegurar que tampoco sería la última vez que su madre lo dejaría plantado. No solo en los cumpleaños, también en las ceremonias de graduación y festivales escolares.
Mejor se dedicó a pensar de nuevo en Kageyama Tobio, que desde que se toparon en la entrada del Karasuno había estando dándole miraditas de lo menos discretas. Una actitud un tanto contradictoria a la que tuvo esos días.
Podía tomarlo como una señal positiva, sin embargo en ese momento lo sentía como una patada en el culo. No podía creer que su entrenador tuviera una actitud tan indecisa nada propia de sus estrictas palabras. Ni iba a permitírselo tampoco.
No dejaría, sin importar que lo amara tanto, que lastimara y pisotearas sus sentimientos de esa forma. Tenía suficiente con su vida familiar.
Trató de mantenerse serio, iba a darle una lección a su entrenador para que se diera cuenta de lo terrible que era actuar distante. Era una especie de prueba también para él, si Kageyama trataba de establecer algún contacto con él, era porque realmente le quería; en caso contrario solo había sido una clase de juego para él. Sí.
Estaba tan enfrascado en mantener esa actitud que cuando se dio cuenta ya había perdido a todo el equipo de vista. Corrió por los pasillos tratando de seguir las voces de sus compañeros pero Nekoma era una escuela con muchísimos más pasillos que su preparatoria de pueblo. Al cabo de unos minutos ya ni siquiera pudo percibir las voces. Inmediatamente sacó el teléfono para llamar a algunos de sus sempais y pedir su ubicación.
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Son
RomanceKageyama Tobio dedicó toda su vida al voley, sin embargo una lesión lo saca de la duela profesional y lo regresa al instituto del cual salió años atrás. Ahí buscará formar un equipo campeón, lo que no espera es que en el proceso uno de los miembros...