Mendigar

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Cada día nuevo aplasta sin misericordia la distancia que lo separa de la concentración a Tokio y de  su cumpleaños, todo gracias al entrenamiento impartido por su amor prohibido. A pesar de que no goza de la intimidad que solían tener cuando se quedaban solos, sigue siendo un arduo e intenso entrenamiento que lo está llevando a mejorar sus habilidades. Su ritmo, salto y reflejos han ido en aumento y en ese sentido no podría más que estar profundamente agradecido.

—¿Has dormido bien, Shoyo?— una mujer de cabello gris cuando lo ve entrar a la cocina. 

Durante los últimos días  Hinata ha estado durmiendo en las casa de Suga. Al principio se negó a la invitación; no quería ser una carga para su sempai; sin embargo el peligris pidió el apoyo del capitán para "motivarlo" a que durante sus días de prácticas extras Hinata pasara la noche en casa de Suga en vez de atravesar la montaña. No pudo contra ambos.

Él responde con otro saludo y se acomoda el delantal extra que la señora Sugawara le prestara luego de que éste insistiera en ayudar con el desayuno como pago por su amable hospitalidad. 

—De verdad que eres muy bueno con la cocina, Shoyo—dijo al ver la habilidad para freír del chico.

—Mi madre es alguien muy ocupada, siempre ayudando a los demás—respondió con una sonrisa—quería ser de ayuda en al menos una cosa para no hacerla preocupar. Creo que además de esto no tengo ningún otro talento.

—Eres bueno para jugar voley—bostezó Koushi con el bolso en mano y la camisa de uniforme sin abotonar. Los entrenamientos extras lo dejaban muerto.

—Buenos días, hijo—la mujer le pidió acomodar todos los platos sopa en lo que Shoyo y ella terminan lo que falta.

Una vez que bajó el jefe de la familia todos se sentaron todos a en la mesa.

Hinata se sintió extraño ante la calidez que desprendía la familia de su superior, no en un mal sentido, sino en uno agradable. Todos charlaban y  hacían bromas sobre cosas banales que les ocurrían en sus vidas diarias, otras sobre algo que vieron en la red. Viera por donde lo viera, es una familia normal, padres amorosos y un hijo encantador. ¿Qué era lo extraño entonces? él, eso era lo extraño. Acciones tan cotidianas como desayunar juntos era algo que sólo había sido capaz de observar en los programas de televisión, pero no en su vida familiar. Su mamá estaba lejos y él solo. 

Siendo un peso para ella. 

.

Su corazón latía con fuerza, trataba de ser lo más sigiloso para cometer su fechoría: dejar una caja de leche en la casilla de Kageyama. Ya que no iba a casa así que no podía preparar un almuerzo para él, se tenía que conformar con dejar uno que otro presente para evitar que en su estómago se hiciera una gran hueco. 

—Tienes que dejar de hacer esto—la enojada voz del hombre se oyó tras su espalda.

—Si no lo hago terminarás en el hospital—hizo un puchero. 

—No, si lo haces voy a terminar en prisión. 

—¿Por un yogur? Estás exagerando.

El semblante de enojo se agravó en el rostro de Kageyama, haciendo que a Hinata le urgiera tener a uno de sus superiores para esconderse tras su espalda. A pasos grandes fue hasta la taquilla y sacó el presente que había dejado con tanto cariño.

—¡No es un yogur o una simple caja de almuerzo, es mi pupilo menor que yo dándomela!—gritó devolviendo el yogur—. No quiero volver a ver algo similar, porque voy a tirarlo a la basura. 

—¿Cómo puedo demostrarte que te quiero si no me dejas?

—Tú no me quieres, estás confundiendo tus sentimientos—rechistó Kageyama—. Deja de mendigar el cariño que no tienes en casa por parte de tu madre.

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