Melocotones

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No era capaz de creer que su suerte fuera a caer en picada en este punto de la vida,definitivamente estaba perdido, acabado, muerto.


—Tobi, no seas dramático. Dudo que no puedas sobrevivir sin esta anciana por dossemanas—exclamó una mujer de cabello blanco.


Tobio Kageyama, ex jugador de la selección japonesa que en sus mejores años fue llamado un genio, fuera de la pista era una persona más inútil para vivir solo. Desde que era joven supo que su destino estaba sellado al no tener dotes para cocinar ni para cuidarse. Su límite llegaba hasta mantener todo en orden, que eso sí se le daba bien. No tenía plantas porque se le secaban, no tenía mascotas porque lo odiaban, ni siquiera sabía hacer arroz como todos los japoneses.

Por suerte un día encontró un alma bondadosa y amable que lo salvó, una excelente mujer que cocinaba todos los días para él y que regaba el césped y podaba los árboles de su casa. Esta mujer era "nana", así le decía de cariño, y se encargaba de mantener su vida en orden. No obstante, nana también tenía una vida que no sólo giraba alrededor de de Kageyama, tenía su propia familia, que él odiaba porque no eran más que una bola de malagradecidos, y amigos con los cuales pasaba tiempo y jugaban cosas de viejos los viernes. Ahora su salvadora tenía un viaje de retiro con sus amigas, por unas nada despreciables dos semanas, tiempo que obviamente dejaba a Kageyama a la deriva.


—Voy a morir nana, sabes que no puedo mantenerme solo—contestó subiendo las maletas al taxi que llevaría a nana al aeropuerto.

—Es por eso que te he dicho que te consigas una hermosa mujer y te cases con ella, para que puedas tener una vida decente y no andar dependiendo de mi— le dijo con ternura.


—Y yo te he dicho muchas veces que no...

—Hay la mujer perfecta para ti—terminó el mantra del chico—. Tobi, eres tan guapo y lleno de vida, cualquier mujer estaría gustosa de pasar toda la vida a tu lado —le dijo con cariño infinito.


—Si eso es cierto, entonces deberías quedarte—dijo frunciendo el ceño—. Tú ya eres perfecta para mi, así que cásate conmigo.


La mujer lo miró y rió ante la ocurrencia, teniendo más de treinta años, Tobio seguía comportándose como un niño de instituto en momentos como este. 


—Escucha bien, pequeño monstruo de voley—dijo ella atrapando sus mejillas entre sus arrugadas manos—. Allá afuera hay alguien para ti, que va aceptarte, con todos tus defectos y debilidades, ese alguien verá lo que tú te niegas a ver en ti mismo, un brillo que sigue latente dentro de ti.


—Eso no va a pasar—respondió con apatía.


Él mejor que nadie estaba muy consciente de sus errores y defectos, que eran una lista de supermercado comparados con sus virtudes. Ni siquiera podía sonreír sin asustar a los demás, nadie querría a un tipo así, uno que mata plantas y que ahuyenta a los niños y animales, que nada más tiene cabeza para entrenar chicos de instituto y voley.


—Pues la esperanza es lo último que muere— dijo ella—. Es hora de irme, querido por favor trata de no estropear nada en mi ausencia. Cuídate mucho—finalizó besando su frente.

SonWhere stories live. Discover now