Día 2. Tonto, despistado - Mindless. Viðunir.

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Flotaba como una burbuja sobre el mar. Aquel pequeño zorro blanco, que perfectamente entraría en la palma de su mano, seguía los pasos firmes de Viðunir a través de los árboles y las grandes colinas de nieve. Avanzaba con suaves saltos, introduciéndose en cada agujero que los pies descalzos del mestizo iban dejando tras de sí al hundirse en el manto blanco perpetuo del norte del continente.

El animalillo le observaba con atención a una distancia más que prudencial. Respetaba un espacio de unas cinco zancadas, torciendo su cabecilla y sacudiendo sus orejas cada vez que Viðunir se giraba para observarlo. Al principio no comprendía el motivo de aquella 'persecución', pero no tardó en darse cuenta de que aquella melodía suave que él silbaba de vez en cuando era lo que mantenía alerta la curiosidad del pequeño, por lo tanto... ¿por qué no seguir silbando?

Aquella salida había tenido como objetivo hacerse con un puñado de frutos próximos a un lago helado. El único lugar en aquella época en la que podía encontrarse fruta fresca siempre y cuando alguien no hubiese pasado por allí antes. Afortunadamente aquel no había sido el caso, por lo que el pequeño saco que llevaba atado a la cuerda que hacía las veces de cinturón, iba bastante bien cargado. Junto a aquel saco, varias hojas de la planta Eifegon con restos de escarcha colgaban también del cinturón, haciendo todo aquello la 'cosecha' de aquel día. Con un poco de suerte no tendría que volver a alejarse en varios días.

Volvió a girar la cabeza una vez más, esbozando una pequeña sonrisa al confirmar que aquel animalillo seguía aún sus pasos, deteniéndose en el preciso instante en que ambos hacían contacto visual. Viðunir dio dos, tres zancadas más, sin quitarle el ojo de encima, queriendo comprobar si se iba a atrever a acercarse al mantener la vista puesta sobre él.

Efectivamente, permaneció inmóvil. Al igual que Viðunir.

El chasquido metálico espantó al pequeño animal, segundos antes de que el mestizo cayese de bruces al suelo, apoyando la rodilla izquierda en la nieve, salpicada ahora por gotas rojas resultado del impacto.

Aquella trampa estaba enterrada bajo una fina capa de nieve que desapareció en cuanto el enorme pie de Viðunir se posó sobre ella. Un gruñido, seguido de un grave rugido de dolor, hicieron eco en los alrededores. La trampa para osos se había clavado de lleno en la parte superior de su tobillo de manera limpia, haciendo que poco a poco la sangre comenzase a fluir hacia el suelo, tiñendo de rojo las inmediaciones de la trampa.

Arrodillado, y con ambas manos puestas ahora sobre la trampa, notó cómo comenzaba a marearse. Empezaba a notar más calor del que debería. Únicamente contaba con unos pantalones oscuros como ropa, llevando su torso desnudo para aprovechar el frescor de los finos copos de nieve que habían caído durante todo el día. Esa sensación de vértigo le impidió percatarse de cómo el astuto animalillo, ajeno al dolor del que había sido su guía durante varios kilómetros, en un movimiento rápido, arrancó con cierta facilidad el saco de frutas del cinturón de Viðunir, huyendo con él instantes después, perdiéndose entre los árboles y montículos de nieve.

No quería que volviese a ocurrir. Sabía que hacía mucho que no pasaba, o eso quería creer. Eso se hacía creer constantemente. Puede que su último 'arrebato' hubiese tenido lugar esa misma mañana, pero él insistía en engañarse a sí mismo. Cada vez notaba más el drástico aumento de la temperatura de su cuerpo, motivo por el que, a pura sangre fría, introdujo sus manos en el espacio que separaba las dos mandíbulas de la trampa, y sin dudarlo, tiró con fuerza, liberando su pie, ahora completamente cubierto de rojo.

Se dejó caer de lado, quedando acostado de lado sobre la nieve, recuperando fugazmente cierto grado de voluntad gracias al frescor de ésta. Poco tardó en comenzar a derretirse debido al ardor que notaba en su interior. Estaba furioso, y el saberlo y no poder controlarlo empeoraban su ira de manera gradual. Logró ponerse boca abajo, con el pelo enredado cubriéndole parte de la cara. Estiró una de sus manos hacia adelante, intentando avanzar, pero la imagen de su brazo, visiblemente más ancho, más fuerte, más... bestia. El pelaje oscuro ya había cubierto gran parte de su piel, y de no ser porque su visión cada vez era más borrosa, ver cómo su enorme mano se convertía en una zarpa inmensa y oscura lo habría desquiciado por completo.

FicTober 2019Where stories live. Discover now