III

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Desnudo ante mi secuestrador y avergonzado de ello, comienzo a llorar por piedad

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Desnudo ante mi secuestrador y avergonzado de ello, comienzo a llorar por piedad. Él no se detiene. No sé de donde saca aquella falda rosa, ni esas medias de red que parecían tener millones de años. No tarda en colocármelas riendo y sabiendo que me esta vistiendo como si fuera una maldita prostituta de la calle.

Haré lo que quieras pero no me avergüences así, pienso comenzando a ahogarme por mi propio llanto. 

Lo miro una vez que termina de colocar las medias de red. Pongo mi mejor cara de compasión, pero él solo sonríe. 

—Ya, tranquila —dice acariciando mi cara y depositando un beso en mi frente—. Sé bien que al final te gustara, princesa. 

Dejando que el llanto y el dolor se volvieran uno solo, cierro los ojos e intento desplazar mi mente a otro sitio donde no me están alistando para violarme. 

Quiero a mi mamá, pienso con aún más dolencia.

Siento un fuerte golpe en mi nalga derecha y veo a Dmitry me está dando nalgadas. 

¿Qué tanto vas a humillarme? Si tan solo el reino lo supiera...

Mi secuestrador se pone de pie, se aleja unos cuantos pasos y se va por una puerta de metal gigantesca. Comienzo a gritar en busca de algún tipo de ayuda, pero sé que nadie lo hará. Sé que viviré por siempre encerrado aquí siendo su maldito esclavo.

Siento mis ojos pesados y decido cerrarlos.

Escucho la puerta abrirse una vez más, abro mis ojos y veo a Dmitry dirigirse directamente hasta mí. Traía una enorme cámara profesional, su suporte y una bolsa que sonaba como si trajera cadenas. 

Comienzo a gritar e intentar despojarme de las cuerdas en mis muñecas. A pesar que queman, no voy a dejar de luchar.

Este hijo de puta no va a grabarme siendo violado.

—Quieta —ríe calmado y colocando la cámara en el soporte—. Solo quiero que todos aquellos que vean porno gay encuentren al lindo príncipe de Holanda siendo tratado como la hermosa princesa putita que es. Es un humilde regalo que les daré. Además... 

Se acerca hasta mi y toma mi mandíbula. Relame sus labios y me ve como si quisiera comerme vivo. 

—Tu lindo padre va a recibir un mensajito —sonríe y comienzo a llorar—, vas a ayudarme a que él lo comprenda, ¿verdad?

No tengo idea de qué esta hablando. 

El llanto se prolonga e intento no hacer contacto visual. 

—¡Te hice una puta pregunta, Siem! —grita furioso. 

No sé que carajo responder. 

Suéltame...

—Bien, si no hay quejas, mejor comenzamos esto de una vez. 

Dmitry se acerca hasta la cámara y la enciende. Veo el lente y pienso en mis padres.

¿Qué pensaran al ver a su niño así? 

Agacho la cabeza y cierro mis puños con fuerza. 

Estoy parado en el medio de una horrible habitación, con un maldito choker en mi cuello, una mordaza de bola en mi boca, sogas ajustando mis muñecas y una falda rosa con las rotas medias de red. Me siento tan ridículo que me ruborizo. 

Dmitry se para de perfil a la cámara y de mi. Estaba justo a mi lado, suspirando y riendo. Escucho la hebilla de su cinturón tocando el suelo y comprendo lo que sucede. 

—¿Tengo que explicarte que hacer, puta? —gruñé—. De rodillas, principito. 

No puedo hacer más. 

No quiero morirme. 

Me pongo de rodillas ante él y veo su pene justo frente a mi rostro. Cierro los ojos y siento como él me golpea las mejillas con este. Sus dedos se deslizan suavemente hasta mi nuca y saca la mordaza. Siento una liberación inmediata y en seguida lloro.

—Por favor, se lo ruego, señor —comienzo a decir—. Haré cualquier cosa por usted, pero por favor... No soy gay, no me gusta esto. Se lo ruego por aquello que usted más ame yo...

No me escucha. 

Dmitry toma mi cabeza y mete su pene al fondo de mi garganta. En seguida quiero vomitar sobre él, siento que esta ocupando toda mi boca y no puedo respirar. Mis ojos se cristalizan por lágrimas nuevas. El aire está denso y siento que ya debería sacarla.

Me estoy ahogando. No puedo respirar.

¡Me esta ahogando! No quiero morir ahogado por una polla, sería la cosa más vergonzosa de todas. 

Debo sacarlo. Debo hacer que se detenga. ¡Ahora mismo!

Cierro los ojos y sin pensarlo muerdo su pene con la mayor fuerza que puedo. Él grita y me empuja hacía el suelo.

Comienzo a respirar entrecortado por aquella falta de aire y lo miro temblando. 

—Entonces te gusta rudo, ¿eh, perra? —protesta—. Pues ahora veras lo que es rudo, hijo de puta.

 Pues ahora veras lo que es rudo, hijo de puta

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El segundo infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora