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La gente evoluciona, y va cambiando, aprende conforme más la dañan. Estaba completamente roto. No había forma de que alguien pudiera quererlo, no a él. Porque se empeñaba en demostrar que no era digno de ningún tipo de afecto, alejó a mucha gente así. ¿Que sucedía en su cabeza? Ni el mismo sabía.
Le dolía pero no podía dejar de ser así, comenzaba a sentirse frustrado y molesto consigo mismo, eso y mucho más golpeó su cabeza aquella noche, no sabía cuántas horas habían pasado desde que cortó aquella llamada.
Robó una botella de tequila de uno de los almacenes de su madre que desde hace algún tiempo no abría. Tenía la cara hinchada de tanto haber llorado, le dolían las mejillas y su nariz estaba un poco roja. Tenía un nombre en mente, y decidió llorarle tanto como pudiese hoy. Solo hoy. Después probablemente se obligaría a olvidarlo, y quizá eso era mejor que enfrentarlo, porque era un terreno desconocido.
Tenía miles de dudas, pero tenía miedo a las respuestas.

Emilio llevaba un par de horas sentado, había perdido de vista a Diego, tal vez seguía bailando, el ya estaba lo suficientemente ebrio como para hacerlo también, pero no tanto como para no irse solo. Había estado pensando un par de minutos antes, analizó su situación y sin despedirse de nadie se fue tambaleándose un poco.

Joaquín por su parte estaba bailando debido a su clara borrachera, no era que tomara mucho, por eso le pegó más fuerte. Escuchó su ventana golpear.
El dormía en el piso de arriba lo cual le extrañó, al principio se asustó lo que hizo que se le bajará tantito las copas que traía encima.
Abrió la ventana, y se asomó por ella, viendo (muy difícilmente) un contorno alumbrado por la lámpara de la calle.
Frunció el ceño y cuando estaba por regresar a su propia fiesta escuchó un susurro.

‘Joaco’....

‘Espera, soy yo, soy Emilio’

¿Emilio? ¿Que hacía el aquí?

Joaquín.

Lentamente abrí los ojos mirándolo sorprendido, empezaba a cobrar todos sentidos de nuevo.
Pero que?
¿Que hacía el aquí? Y más a estas horas. Bueno no sé qué tan tarde sea, solo sé que está bastante oscuro y hace mucho frío.
Le hice una seña a Emilio para que no hiciera ruido y bajé para abrirle.
Lo subí a mi habitación ya que se tambaleaba y tenía miedo de que rompiera algo.
Una vez ahí, me perdí completamente y no recuerdo más.

Narrador omnisciente.

Al día siguiente, realmente le costaba abrir los ojos. Emilio no estaba en su casa. No podía reconocer el lugar en el que estaba, pero un olor inundó sus fosas nasales. Era el olor natural que desprendía Joaco. Miró a su al rededor pero estaba solo en la cama, no parecían pasar de las 11 am. Y escuchó la puerta abrirse. Una pequeña figura se dejó ver, traía un plato de comida y una taza de café en la manos. Emilio no podría adivinar el porque la sonrisa de Joaquín era tan grande hoy por la mañana, aún sabiendo que hace un día no podía ni mirarlo a los ojos

En la madrugada, después de vomitar tres veces, Joaquín comenzó a recordar, sabía lo que había pasado antes y después de que Emilio fuera hasta su casa. Y en parte tuvo pena por que se había olvidado completamente del desastre de la mañana; parecía que a Emilio también se le había olvidado, aunque no del todo.
Trataba de ser fuerte. De armarse de valor, y esa noche, le dijo a Joaquín que lo quería, que las indudables ganas de besarlo y tomarlo por la cintura eran cada vez más grandes, que deseaba tanto poder decirle cuan hermoso se veía siempre, que no quería tener miedo y que se esforzaba por no temerse a sí mismo. Se lo dijo y la mandíbula del menor cayó al suelo. Aún no podría creerlo. Si no fuera porque también estaba ebrio, se habría dado cuenta del estado de intoxicación en el que Emilio se encontraba.
Pero eso ya no importaba. Joaquín le dijo que también lo quería. Que lo quería como a nadie había querido. Y derramó unas cuantas lágrimas, que pronto aparecieron  Emilio se encargó de quitarlas, y sonrió al estrecharlo entre sus brazos, el río y se dejó abrazar, sintiéndose como un pequeño. Pero siempre se había sentido así junto a él. Representaba un escudo grandísimo para el, y eso le hacía feliz.
Después de unos segundos de dejarse consolar, halzó la cara
Y después de intercalar su mirada entre los ojos cristalinos de Emilio y sus rosados y húmedos labios, Joaquín cerró los ojos, dejándose llevar por el sentimiento. Emilio, quitó una mano de su espalda y sostuvo su mandíbula. Se besaron, con amor. Con calidez, y pronto se volvió necesidad. Era un beso con hambre, con fuerza y quién sabe en qué punto ambos perdieron la cordura.

Chachachá | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora